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El Lago de Cuitzeo: entre lo social y lo político | Héctor Tenorio

El lago de Cuitzeo vive una crisis ecológica y sanitaria, se encuentra dividido en tres partes por dos carreteras, igual número existen de compuertas, las cuales dividen la vida y la muerte. Los paisajes resultan contrastantes y muchos suponen que es la causa de las grandes extensiones desérticas; caminar por su planicie reta a los sentidos, las lanchas quedaron varadas y la mirada se pierde en el horizonte hasta tomar conciencia que parte de la tragedia fue provocada por la construcción de vías de comunicación; la tala inmoderada; la sobreexplotación de recursos naturales y un déficit de las plantas de tratamiento del agua que desemboca en el lugar, entre otras causas.  Es considerado el segundo más grande país, el problema que no tiene vertientes, ya que se alimenta de afluentes internas y se forma de escurrimientos de la cuenca: No es un lago sino un humedal. Su sequía es cíclica, la primera se presentó en 1997, un año después se repitió y la penúltima vez se dio en el 2000. Sin embargo, ahora es diferente, desde mediados del mes de febrero las grandes tolvaneras de 20 metros empiezan a formarse a las diez de la mañana y terminan a las nueve de la noche; los vientos soplan tan fuertes que el salitre llega a poblaciones de Guanajuato.
 
El epicentro del ecocidio corre desde la comunidad Doctor Miguel Silva, municipio de Cuitzeo, a Capacho, municipio de Huandacareo. Sus pobladores sufren las mayores afectaciones de esta crisis de salud y ambiental. A los bebés, que no dejan de tener flemas, los llevan a las clínicas cercanas, al igual que a las personas de la tercera edad. Infecciones en los ojos y en el estómago, los médicos recomiendan no exponerse al medio ambiente. El salitre no razona, se cuela a través de las rendijas; uno al entrar a sus hogares se da cuenta que ellos se la pasan limpiando todo el tiempo y diez minutos después todo están igual, la cocina queda cubierta por ese polvo fino, respiran y comen lo que en el ambiente prevalece. Exigen la presencia del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo.
 

Para los afectados resultan insuficientes la repartición de tapabocas y hules que cubren las entradas de las casa. Hay molestia y frustración en contra del presidente de Huandacareo, Humberto González, quien aceptó que hay una crisis de salud en la región y que está cerca de que surjan consecuencias fatales. La misma suerte corre el edil de Cuitzeo, Juan Mascote Cesenton; él explica que el fenómeno es cíclico, y advierte que si se tardan las lluvias, el azolve será mayor. Le echa la culpa a la construcción de las carreteras. Mientras que en la ciudad de Morelia, la Secretaria de Salud no ha emitido la alerta, pero tampoco hace presencia.
 
La tragedia toma forma en el Partido de la Revolución Democrática (PRD); su dirigente estatal, Carlos Torres Piña, llamó a que se atienda el desastre ecológico que sufre el lago de Cuitzeo.  Dijo que no se le ha dado el carácter de urgencia que necesita el asunto. Consideró indispensable etiquetar recursos federales. Exhortó a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, específicamente a los delegados federales  de la Comisión Nacional del Agua y a la Comisión Nacional Forestal, Oswaldo Rodríguez Gutiérrez y Osvaldo Fernández Orozco, respectivamente, con el objetivo que se involucren en la búsqueda de una solución.
La estrategia es interesante: transpolar la responsabilidad al Gobierno Federal; la cuestión es que éste reaccionará y le endosará el problema a las autoridades locales. Es un juego perverso que pondrá en riesgo la vida de muchos ciudadanos.

La solución no se antoja que se resuelva en el corto plazo. Se requiere un diagnóstico de los expertos y que se empiece a actuar. No hacerlo sería una irresponsabilidad que el futuro nos cobrará la factura.

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