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Cuba: las protestas, reclamos, defensas y viejos rencores contenidos que salieron a las calles

Metapolítica

Morelia, Michoacán.- Las recientes protestas y disturbios que sacudieron las calles de La Habana y otras localidades en Cuba, más allá de reclamos y defensas, sacaron a flote viejos rencores contenidos desde uno y otro lado del Estrecho de la Florida, donde los cubanos que apoyan o adversan a la Revolución en la isla, mantienen sus lanzas y escudos en ristre.

Aun cuando muchos se sorprenden por los últimos acontecimientos acaecidos en La Habana y en otras regiones del país, este fenómeno de protestas callejeras, acciones de vandalismo, represión y enfrentamiento, ni es nuevo ni es espontáneo.

Hechos similares se vivieron en Cuba entre los meses de abril y junio de 1980, después de que un grupo de personas entrara violentamente en la embajada de Perú en La Habana, tras el asesinato de uno de sus custodios, lo que derivó en reacciones violentas que enfrentaron a defensores y opositores al Gobierno de la isla.

Este hecho provocó un éxodo masivo a Estados Unidos, de unos 125 mil cubanos, desde el puerto de Mariel (oeste) hasta el sureste del país norteamericano.

Años después, en agosto de 1994, el Malecón habanero fue escenario de violentos enfrentamientos callejeros con palos y piedras, saqueo de comercios, destrucción de vidrieras, y otros daños a la propiedad, y donde también se produjeron respuestas masivas de los simpatizantes.

A consecuencia del Maleconazo, como se conoce este incidente, se produjo la “crisis de los balseros”, con la salida de la isla de cerca de 35 mil personas en balsas rústicas y pequeñas embarcaciones, también con destino a Estados Unidos.

Reclamos y violencia marginal

Ahora, junto a los legítimos protestantes que salieron a las calles a reclamar derechos y que sufren las penurias de una crisis económica global, agudizada en Cuba como consecuencia del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, y de un rebrote severo de la enfermedad COVID-19, una vez más vieron enturbiada sus protestas por la presencia de elementos marginales que inundaron el espacio con violencia, agresiones y evidentes acciones delictivas, lo que provocó una inmediata respuesta de las fuerzas del orden.

Hasta el propio presidente Miguel Díaz-Canel reconoció públicamente la legitimidad de los reclamos, pero denunció la manipulación de estos para la puesta en marcha de acciones calificadas en La Habana como contrarrevolucionarias, y que están dirigidas no a reclamar o exigir mejoras, sino a derrumbar al Gobierno de la isla, con el apoyo y beneplácito de sus financistas desde el exterior.

No es un secreto que en casi todos los escenarios donde se produjeron las protestas el 11 de julio en Cuba, además de las demandas de una mejor vida, las quejas por el manejo de la situación económica y la exigencia a soluciones inmediatas, también se impuso el vandalismo, la grosería, la vulgaridad y los actos violentos, acciones que provocaron heridos y lesionados entre las personas que estaban al margen de las manifestaciones o entre los que salieron a respaldar al Gobierno.

Autos civiles y patrulleros de la policía volcados y destruidos, infraestructura del servicio eléctrico dañada, cristales rotos en tiendas, mercados y establecimientos públicos, quema y destrucción de contenedores de basura, saqueo de tiendas —y no de alimentos o productos de primera necesidad, sino electrodomésticos y otros artículos—, violencia callejera, robos, asaltos y agresiones físicas, enturbiaron el objetivo de los manifestantes.

No es un secreto que en casi todos los escenarios donde se produjeron las protestas el 11 de julio en Cuba, además de las demandas de una mejor vida, las quejas por el manejo de la situación económica y la exigencia a soluciones inmediatas, también se impuso el vandalismo, la grosería, la vulgaridad y los actos violentos.

“La delincuencia y la marginalidad en Cuba se ha convertido en la quinta columna de la contrarrevolución”, comentó a Sputnik el ingeniero Ernesto Fernández, un jubilado que fue testigo de las manifestaciones en la zona de Centro Habana.

“La respuesta de la policía fue violenta, pero las protestas se fueron de control con tanto vándalo haciendo de las suyas en la calle, y pagaron justos por pecadores”, agregó el hombre.

Instigación y odio

Por años, las diferencias ideológicas entre los cubanos que viven dentro y fuera de la isla se han acrecentado, por la convicción de unos de defender el proyecto social emprendido hace 60 años y la insistencia de otros por derrocarlo a cualquier precio.

Después del fracaso militar en las arenas de Playa Girón (centro-sur), en abril de 1961, cuando se derrotó la invasión de la Brigada 2506, integrada por cerca de 1 mil 500 exiliados cubanos pagados y entrenados en Estados Unidos, y la eliminación de las guerrillas anticomunistas que operaron entre 1959 y 1965 en varios puntos de la geografía de la isla, también armadas y financiadas por Washington, la idea del derrumbe violento del Gobierno no ha salido de las mentes de algunos beligerantes, ahora acoplados a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías.

Según las autoridades cubanas, las campañas mediáticas emprendidas desde Estados Unidos van dirigidas a provocar descontento, y tienen como objetivo convocar a protestas populares que puedan convertirse en violentas, generen represión, caos y muertes, y justifiquen una nueva intervención militar desde Washington.

No quedan dudas de que los instigadores de las protestas del pasado 11 de julio operaron desde la tranquilidad de sus oficinas en Estados Unidos, manipularon la situación de crisis económica que vive la isla, incrementada por el impacto de la crisis sanitaria a causa del COVID-19 en los últimos 15 meses, y compulsaron a la gente de a pie –que sufre estas consecuencias- a ser los protagonistas en línea de sus planes desestabilizadores.

“Es fácil desde lejos provocar revueltas, generar violencia y pedir una intervención militar yanqui en Cuba. Solo que esos que piden estas cosas no viven en Cuba, y se olvidan que las balas y los misiles no tienen identificadores para saber quiénes son comunistas u opositores.

“Es criminal pedir eso para sus familiares aquí, es cruel exponer al pueblo solo para saciar sus deseos de venganza”, comentó a Sputnik un viejo maestro jubilado que prefirió no identificarse.

“No soy comunista, y tampoco estoy de acuerdo con muchas cosas que hace este Gobierno, pero de ahí a querer más sufrimiento para mi gente, no cuenten conmigo”, subrayó el maestro habanero.

Con información de Sputnik

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