El ex presidente de Cataluya, Carles Puigdemont y cuatro de sus consejeros han logrado internacionalizar el conflicto que mantienen con el Estado español. Desde Bélgica se defenderán de las acusaciones de sedición, rebelión y malversación de fondos. Esperan que se complique su extradición y que los nacionalistas catalanes sigan manifestándose. Cada vez que surja una intervención judicial estará contribuyendo a tensar el ambiente social. Mientras tanto la Fiscalía española mandó a prisión a nueve integrantes del ex gobierno catalán quienes proclamaron la independencia el 27 de octubre. En el caso de los seis diputados de la Mesa del Parlamento, que serán juzgados en el Tribunal Supremo por su condición de aforados al pertenecer a la Diputación Permanente, el órgano judicial decidió posponer su declaración a petición de los propios acusados para el próximo 9 de noviembre. La situación amenaza con enrarecer las elecciones catalanas a celebrarse el 21 de diciembre.
Cabe aclarar que el nacionalismo catalán nunca tuvo un componente de rechazo a la globalización, sin embargo se le desacreditó hasta la saciedad. Esto es la confirmación de que estamos bajo la dictadura de la globalización la cual no es otra cosa que un montaje de los dueños del capital que sin recato alguno utilizan los medios de comunicación como caja de resonancia con tal de fijar su postura. Ahora bien, a los catalanes se les prohibió ser un país porque son parte de los aliados que están contra Rusia. En estas circunstancias, no resulta extraño que la Unión Europea privilegiara los intereses económicos por encima de los derechos humanos. En otras palabras lo que Berlín no logró con el uso de las armas en la segunda Guerra Mundial, lo está consiguiendo a través de la economía.
Por lo pronto, los rebeldes han sido sometidos, para cualquier catalán (pro República) esta situación tiene una sensación agridulce; por un lado no se logró el propósito de mantener la independencia aunque consideran que llevaron a Madrid a un callejón sin salida y han recuperado la dignidad. Lo que no comprenden es por qué tanto odio contra ellos. La imagen del dictador Francisco Franco se encuentra más viva que nunca.
Desde un principio el movimiento independentista apostó que todas sus acciones estuvieran enmarcadas en actos pacíficos, con el objetivo de que el desgaste de la violencia corriera a cargo del presidente Mariano Rajoy. Así ocurrió. Los inconformes no se sienten representados por las instituciones del Estado español, no se les escucha ni se les incluye. Existe un déficit de representación a nivel estatal, este no es solo un problema que abarca a Cataluña, sino que se extiende quizá a todas las democracias que han fallado al momento de encontrar soluciones para la mayoría de las personas.
Para entender a los independentistas es necesario mirar con detenimiento los paisajes de Lleida, Girona, Argentona, Vilassar de Dalt, Cabrera de Mar, Tarragona los cuales poseen una carga simbólica que reivindica las raíces y la identidad étnica. El aroma que desprende el mediterráneo ha condicionado la forma de relacionarse de sus habitantes con el mundo y estos pueden llegar a coincidir en defender su lengua materna pero de manera individual dejan en claro las diferentes formas que tienen de entender a su nación. Incluso uno puede encontrar que la mayoría de las veces los catalanes suelen hacer lo correcto (claro lo que ellos entienden por este concepto) a pesar de las consecuencias que esto traiga.
Sin duda la polarización fracturó a España y ha herido de muerte a la monarquía que vive sus últimos años.