“Yo no estuve en ninguna universidad. Cursé hasta el cuarto año de la escuela primaria en Jiquilpan. Pero mi aprendizaje lo realicé en la universidad del campo mexicano. Mi espíritu se templó en las enseñanzas que recibí del pueblo”.
—Gral. Lázaro Cárdenas del Río
Por Roberto Pantoja Arzola
Cualquier pretexto es y siempre será bueno para traer a discusión los ideales cardenistas y su legado. Muchos de los cambios radicales y transformaciones que trajo consigo el general michoacano hoy día son inspiración de miles de mexicanos y honrar sus proezas es una tarea obligada. Desde las atinadas acciones de política exterior, la gran reforma agraria y la más grande repartición de tierras, hasta la expropiación petrolera que no buscó más que la emancipación política a través de la emancipación económica.
Por mi parte, me acerco al cardenismo desde una faceta que poco se conoce o se discute; al final de cuentas el proyecto de nación del general Cárdenas se fundamentaba en gran medida en la institucionalización de la educación por parte del estado; la implementación de la llamada escuela socialista.
Es tentador caer en el pozo, y cometer, como dice Reverte, el error mirar al pasado con ojos del presente, al instante que entra en nuestros oídos el término socialista. Sin embargo, cuando hablamos de los proyectos cúspides del general, concluimos que dirigía el país hacia la industrialización. Tras el desencanto y la decepción social que surge al no ver materializados los ideales que acompañaban el movimiento revolucionario, existía una necesidad imperante que atender: establecer un sentido de identidad nacional.
Desde las primeras tres décadas del siglo XX, los procesos de alfabetización y la escuela como institución se establecen como parte fundamental en el nuevo modelo de nación. Transitando desde la nueva escuela basada en los ideales de Justo Sierra, el proyecto magonista y su carácter antirreligioso, hasta llegar a la escuela racionalista, la cual, posteriormente sentaría gran parte de las bases epistemológicas fundamentales de la reforma educativa propuesta bajo el Primer Plan Sexenal de Gobierno 1934-1940 del general Lázaro Cárdenas del Río.
Dicha reforma, en pocas palabras concentraba las ideologías y prácticas a fin de dirigir la construcción del México moderno. La educación socialista, propuesta por el general Cárdenas y su gabinete, intentaba según palabras de Guevara Niebla superar las limitaciones del modelo educativo liberal, acrecentar la responsabilidad de la escuela en el cambio social y apoyar un proyecto de rasgos nacionalistas y populares.
Se plantea, desde la Constitución, que el Estado tome el control de la educación, fungiendo como garante en la construcción del tejido social y el desarrollo armónico, además de llevar el estandarte de una educación popular y luchar constantemente por la reivindicación del derecho a la educación. Una educación que en teoría se fundamente en la práctica en sus fines, racionalista y positivista en sus métodos, además de jugar un papel crucial en la formación cívica y en la conformación de una identidad nacional. Encaminada totalmente a hacia las explicaciones lógicas, racionales y basadas en la experiencia y no las deducciones apologéticas vertidas a cántaros por las instituciones eclesiásticas.
Una educación dirigida a la búsqueda de la justicia social y económica, una educación en busca de la distribución equitativa de los bienes y siempre en búsqueda de romper las cadenas coloniales y erigir un sentido de pertenecía e identidad nacional.
Mientras que la historia se cobra a lo chino, y personajes del pasado se diluyen tras el paso de los años; dentro de la memoria colectiva, el afecto de los mexicanos hacia la figura de Cárdenas incrementa notablemente. Es innegable el valor histórico del actuar político del militar nacido en Jiquilpan un 21 de mayo de 1995. La figura del general indudablemente se encuentra resguardada tras un campo semántico e ideológico de una línea discursiva de izquierda. No cualquier izquierda, la buena, la de Cárdenas.
La vigencia del cardenismo y esa peculiaridad atemporal que lo caracteriza, lo instaura como hito histórico, digno de ser revisitado ahora que el presidente López Obrador ha propuesto una gran reforma a los contenidos educativos que se imparten en las escuelas públicas del país. El legado de Cárdenas se resume en pocas palabras en un despliegue de voluntad política que no buscó más que la transformación del país y la modificación de las estructuras inveteradas tras décadas de inestabilidad social. Las transformaciones sociales, siempre desde abajo y a la izquierda.