Por José Irán Moreno Santos
Estimados pasajeros, favor de abrocharse sus cinturones. En unos pocos minutos vamos a entrar a una zona de turbulencia. Si todas y todos seguimos las instrucciones que el equipo de sobrecargos nos indique, seguro saldremos sin problema de esta situación.
El anterior es un anuncio que el capitán de un avión informa a los pasajeros de lo que se avecina. y solicita seguir las instrucciones y la colaboración de todos los pasajeros.
Es así como debería gobernar un presidente, presidenta, jefe o jefa de Estado, primer ministro o canciller, y dirigirse a sus gobernados de su país a fin de advertirles la situación que se avecina, y solicitar que todas y todos, en la medida de lo posible, sigan las instrucciones para salir de la turbulencia, o sea, el Estado como el todo, como un avión. La intención es que todas y todos lleguen a buen puerto después de la contingencia.
En este ejercicio es muy claro que quien conduce tiene claridad del panorama que tiene enfrente, y en función de esa claridad sugiere las medidas adoptar, el camino que hay que recorrer y las acciones que hay que emprender, y sobre todo, comunicación, para que todas y todos no se tomen por sorpresa o de que no estuvieron avisados sobre las acciones y el camino a recorrer
La turbulencia que se avecina está generando ya algunas situaciones económicas que nos están perjudicando en la cotidianidad. Estas situaciones son el alza en los precios de los productos que consumimos día a día, tanto los de origen animal como los empaquetados o enlatados.
De igual manera, observamos cómo el precio de los combustibles aumenta a pesar de los subsidios que otorga el gobierno, que si bien mantienen los precios accesibles, hay sectores de la población que lo resienten, particularmente los transportistas, desde el taxista hasta los que transportan los alimentos y los enlatados.
Estos aumentos no solamente perjudican a México, sino también vemos su impacto en Argentina, Chile, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Europa, Asia y África. Esto se debe, según los analistas, a dos factores importantes: la invasión de Rusia a Ucrania y la falta de alimentos que ya estamos padeciendo a nivel global por el alto consumo que, por razones inexplicables, estamos teniendo las y los ciudadanos en nuestros diversos países, lo que nos ha llevado al encarecimiento de los productos.
Esta situación tiene su origen en el modelo económico y como este modelo sugirió el desmantelamiento de cadenas productivas nacionales que aseguraban parcial o mayoritariamente las materias primas, alimentos y energía que los estados requerían, demandaban.
Este modelo que los estados nacionales adoptaron, otorgaron al sector privado la generación de energía tanto en electricidad como en petróleo y sus derivados, también presionó a los gobiernos a dejar de invertir en el campo, en la producción de alimentos para convertirse en sociedades de servicio y que fueran empresas nacionales, transnacionales o grandes emporios comerciales quienes lo proveerán de alimentos a los Estados y a sus poblaciones, bajo los argumentos de la no intervención del gobierno en el mercado y porque el gobierno ya tenía suficiente responsabilidad en contener a las poblaciones.
El mundo se globalizó y se hizo más interdependiente, al fin y al cabo las empresas y los consorcios internacionales podrían no solamente fijar los precios de las materias primas, las energías y los alimentos, sino que estos a su vez estaban vinculados por fuera de la ley con los grupos dirigentes y gobernantes en cada país, lo que generaba corrupción y beneficios para estos sectores empresariales y gobernantes a costa de las y los ciudadanos.
La pandemia del COVID-19 nos dejó una gran enseñanza y es que el Estado –donde el gobierno es parte– debe proveer a las y a los ciudadanos de manera universal derechos como la salud, que fue una de las responsabilidades que el modelo económico sugirió ser entregado a los privados. Ahora, la turbulencia que se avecina nos está dando como lección que se hace necesario que el Estado reconstruya las cadenas de producción que en el pasado fueron otorgadas a particulares con todo y corrupción.
Hoy parece que la globalización nos está desglobalizando e invitando a la nacionalización y es así que podemos observar en varias regiones del mundo que los nuevos dirigentes en muchos países critican el modelo neoliberal, buscan nacionalizar energéticos, reactivar los campos, cerrar sus fronteras a la migración y hacer un llamado a cerrar fronteras, cuando este problema, cuando esta turbulencia ya no la podemos resolver solos, sino que requerimos de la colaboración y la cooperación de los diversos actores regionales en nuestras continente.
La turbulencia que viene debería ser advertida por los jefes de Estado y de gobierno las y los presidentes de nuestros países y ante las deficiencias de producción y productivas que tienen nuestros países, deberíamos de manera urgente plantearnos una mayor colaboración y cooperación a nivel regional para que todas y todas aportemos a los soluciones desde nuestras respectivas naciones, y esto debe hacerse convocando no solamente a los líderes, sino también a las sociedades, que sea una observancia social para que las renacionalizaciones no sean un fracaso por las futuras corrupciones que se deben de evitar.
De igual forma se debe de apostar por educación, salud y salario para evitar el desplome de la aeronave denominada Estado.
Esto no se puede hacer sólo desde los gobiernos, sino se deben convocar también a las sociedades, a sus diversos actores políticos y económicos. La urgencia se hace imperante y más imperante se hace para evitar ingobernabilidad e inestabilidad en nuestros países y debemos demandarlo así a los gobiernos para no tener de ellos la bota y el garrote, para los cuales también muchos de los que pueden gobernar en el futuro pueden utilizarlo. Tenemos claros ejemplos en nuestra región que ya lo están haciendo.
Es importante visualizar el futuro y tomar medidas desde ahora para que no padezcamos está crisis y la carestía que nos dificulta caminar en los próximos años.