Incluso antes del asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio, el gobierno era débil: el Palacio de Justicia estaba inactivo, Moïse había disuelto el Congreso y el edificio legislativo estaba surcado por balazos.
“La gente pierde el acceso a los bienes y servicios básicos cada día. Se avecina una catástrofe humanitaria”, alertó el líder de la Organización, António Guterres.