Por Rubén Amón
No participa de un presupuesto ni del otro la colega francesa, pero el paralelismo entre ambos extremos compromete aspectos de programa tan elocuentes como la salida de la OTAN, el abandono de la Unión Europea y la consolidación de un modelo proteccionista. Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon quieren devolver al Estado un papel central de tutela y atribuciones. Prometen ambos reforzar la ya hiperbólica plantilla de funcionarios. Coinciden en la política de aranceles para las importaciones. Sospechan de la banca privada. Y hasta son partidarios de rebajar a los 60 años la edad de jubilación. Una Francia ensimismada y autosuficiente. Así la quieren la extrema derecha y la extrema izquierda en su amplia zona de intersección.
Queda menos clara la solución para resolver las dimensiones del gasto social y del endeudamiento que implican las exigencias del superestado tricolor, pero ya matiza el sociólogo Alain Touraine que los proyectos políticos de Mélenchon y Le Pen solo son concebibles en el populismo y la utopía. Y que se cobijan respectivamente en el eufemismo semántico del “proteccionismo solidario” y del “nacionalismo económico”.
“Hay que felicitar a la izquierda poscomunista”, ironizaba Alain Touraine en declaraciones a El País. “Su objetivo no ha sido otro que acabar con la socialdemocracia. Y parecen que lo están consiguiendo. El triunfo de Mélenchon acabaría con Francia y con la Unión Europea a la vez. ¿No está mal, no? La paradoja consiste en que el objetivo de Marine Le Pen es el mismo. Después del Brexit viene el Frexit. Esperemos que lo impida la responsabilidad de los votantes, corrigiendo ellos la frivolidad con que la derecha y la izquierda han dejado crecer al Frente Nacional”.
Puede entenderse el estremecimiento que supondría para la Unión Europea la hipótesis de una final entre ambos candidatos. Agonizaría el proyecto comunitario en su línea medular, por mucho que Le Pen y Mélenchon sostengan caminos diferentes de “eutanasia” geopolítica. La hija de Jean Marie quiere blindar Francia de los inmigrantes, de la amenaza yihadista y hasta de los europeos que circulan libremente, mientras que el líder de la extrema izquierda abjura del euro, de la cesión de soberanía y de la burocracia comunitaria. Mélenchon insiste en proteger la economía nacional y subir los impuestos a las rentas acaudaladas —hasta un 95%—, pero se declara partidario de una política migratoria abierta, radical y solidaria. Una suerte de “papeles para todos” que antepone el deber con el prójimo a los privilegios burgueses del estado del bienestar.
Ha crecido el líder de Francia Insumisa en las encuestas. Y ganaría con bastante margen a Marine Le Pen —56% a 44%— en caso de precipitarse un mano a mano en la segunda vuelta. Así lo pronostican todas las encuestas de opinión, pero se trata de un escenario bastante remoto. Como parece difícil que Marine Le Pen, aún pasando el corte de la primera ronda —es muy probable—, supere en la segunda a cualquiera de sus adversarios convencionales, es decir, Emmanuel Macron y François Fillon.
Ha demostrado ser Marine Le Pen más carismática y seductora que ambos. Hasta el punto de que los debates televisados han predispuesto un último paralelismo de cualidad oratoria con su antagonista Mélenchon. Dos hábiles telepredicadores son los líderes de la extrema derecha y la extrema izquierda. Representan ambos no a un partido, sino un modelo de proyección personal que se recrea en el populismo, el antisistema y el hartazgo de sus compatriotas con la política convencional.
Vía El País