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Una guerra que debe esperar | Héctor Tenorio

Como ha venido desarrollándose la crisis militar en la península coreana se puede establecer que los halcones de la guerra en Washington han calculado que a pesar de  su poderío nuclear, éste no es suficiente. Por tanto, Norcorea  tendría capacidad de responder haciendo el suficiente daño a Corea del Sur y a Japón. Vale la pena recordar que en uno de los tres debates presidenciales entre los candidatos presidenciables Donald Trump y Hillary Clinton, el empresario comentó que el problema de Corea del Norte era responsabilidad de China.
De cierta manera dijo la verdad. En el periodo que gobernó Kim Jong-il (1994- 2011) padre del actual mandatario, la influencia de los chinos se multiplicó en el campo económico y en el militar. Las plantas nucleares coreanas fueron alimentadas con el uranio de Beijing.
A la muerte del extinto líder, el más afectado resultó China. Se especuló en ese entonces que se trató de un golpe de estado dirigido por los generales duro de Norcorea, quienes interpretaron este acercamiento como una debilidad, cuando en realidad fue porque su nación estaba en quiebra.
En este contexto, el líder norcoreano Kim Jong Un  inició una purga que incluyó a su tío Jang Song Thaek, quien murió el 12 de diciembre del 2014 en extraña circunstancias. Mientras que su hermano Kim Jong-nam apareció envenado en Malasia, en febrero de este año.
Durante el periodo que ha gobernado, al joven Kim Jong Un le ha rondado una obsesión recurrente: contar con misiles nucleares trasatlánticos que alcancen la costa de California. No se nos debe olvidar que el ejército norcoreano cuenta con 1.2 millones de soldados, y cuatro millones de hombres en sus reservas, es el cuarto mayor del mundo.  Según investigaciones de occidente, la mayor fortaleza la podemos encontrar en sus fuerzas especiales, las cuales rondan los 180,000 efectivos. Al parecer fueron diseñadas para operaciones de ofensivas rápidas, defensa interna contra ataques extranjeros, o ataques limitados contra objetivos vulnerables en Corea del Sur.
De ser cierta tal información, esto sería insuficiente para el hombre fuerte de Pyongyang, quien realizó recientemente pruebas con misiles y ha prometido realizar un sexto ensayo nuclear. Esta vez el golpe fue certero. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no descartó la posibilidad de un encuentro con su homólogo norcoreano, aunque no existe una fecha.
 
A pesar de que la administración estadounidense parece haberse decidido por favorecer la aplicación de nuevas sanciones, antes que por una posible intervención militar, la opción de un enfrentamiento armado con Corea del Norte no termina de desaparecer. El ejército estadounidense y el de Corea del Sur, en maniobras conjuntas, desplegaron el escudo antimisiles THAAD (Terminal High Altitude Area Defense), dejando de este modo todas las opciones sobre la mesa.
En el fondo, al republicano le urge que  China se involucre y empiece a mediar en el conflicto. El problema es que el escudo antimisiles estadunidense enfureció a Beijing que lo consideró una amenaza a su frontera.
En este ambiente de guerra, el portahelicópteros Izumo, el buque de guerra más grande de Japón, salió del puerto de Yokosuka, al sur de Tokio, para unirse a un barco de abastecimiento de la Marina estadounidense. Las autoridades  niponas  han declarado estar preparadas para responder a cualquier provocación de Corea de Norte.
Todo es probable, ya que el odio de los coreanos a los japoneses se remonta a décadas atrás, pero también cabe la posibilidad que nada suceda. Rusia podría terminar siendo el fiel de la balanza si decide intervenir, aunque sea solamente a nivel diplomático




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