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Las izquierdas confrontadas | Antonio Aguilera

Por donde se quiera ver, no fue un buen domingo para la izquierda en México. Las dos rutas que han decidido los dos polos principales de la izquierda electoral en este país, representa la mayor fragmentación del voto progresista en México, desde que la izquierda compite en las contiendas electorales.
La izquierda en México volvió a repetir su capítulo eterno, su representación teatral a la que está condenada a representar: la división y la confrontación. Su primer acto fue aquel de 1904, cuando en un almacén de Bruselas cuarenta y tres delegados del partido socialdemócrata ruso se martilleaban los unos a los otros con intrigas y rencillas personales por el control de Iskra, el periódico y órgano de expresión del partido marxista clandestino, en los orígenes de la primer Revolución Rusa. El origen de la disputa que dio con la escisión histórica, además del control de Iskra, estaba en el primer artículo de los estatutos: las reglas para poder ser aceptado en el partido. Los mismos temas se repiten 100 años después, en un ya tristemente célebre domingo de septiembre de 2017.
Por un lado, el PRD decidió enterrar el último principio cardenista que le quedaba y que le impedía a cerrar alianzas y acuerdos con su enemigo histórico: la derecha, representada por el PAN, partido que nació en 1939 justamente para oponerse a las políticas cardenistas.
El sol azteca ha optado por correrse al centro, a la predecible y ambigua social democracia, en la misma ruta que ya caminó el PSOE español o el PT brasileño. Queda ahora como un partido sin ideología, sin valores “cardenistas”, y se abre a todo tipo de componendas que se puedan realizar al contentillo de sus dirigentes. Ahora sí se parece más al PRI que nunca.
Por el otro, Morena ha decidido encerrarse en una torre inexpugnable, en donde se asume la verdad única del líder supremo, sin posibilidades de crítica o de expresar una opinión diferente a la postura que se institucionaliza desde el templete.
La creación de un liderazgo que dicta el credo político a seguir desde un indiscutible púlpito, sólo implica subordinación y obediencia al poder central. Si no que se lo digan a Ricardo Monreal, quien osó poner en duda los “procedimientos democráticos” a la hora de elegir a quienes serán los candidatos de Morena, y cuestionar la decisión de López Obrador de escoger a los “ungidos”.
“No es la lucha del poder por el poder, no es el quítate tú, porque quiero yo, no es la ambición ni el poder, ni el dinero; lo que queremos es la transformación de México”, fue la frase filosa, directa y sin aspavientos que lanzó Andrés Manuel López Obrador durante el discurso que ofreció esta mañana en el Monumento a la Revolución dirigida a Monreal. La única candidatura que no se discute es precisamente la de él, la del líder.
En ambos casos la izquierda mexicana pierde: pierde una oportunidad única de acceder al poder presidencial; la oportunidad de impulsar un nuevo proyecto de nación; pierde la unidad y el debate natural de ideas; pierde el país, ya que la elección del 2018 se concentrará en discursos inocuos, estériles y moralinos para tratar de demostrar “quienes” son más de izquierda.
En fin, el viejo dinosaurio priísta se relame los bigotes y podrá dormir tranquilo esta noche.
@gaaelico

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