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Los ruines de México | Antonio Aguilera

“No anheles la noche en que desaparecen los pueblos de su lugar”

Job 36:20

@gaaelico
El gran poeta del sismo del 85 fue José Emilio Pacheco, escribió a los pocos meses de aquel primer 19 de septiembre unos versos que tituló “Las Ruinas de México (Elegía del retorno)”. El poeta más chilango describió los horrores y el infierno que sufrió su ciudad ese día, tanto a las 7:15 am, como la réplica a las 19:20 pm.
Más de 10 mil muertos cimbraron el alma del país y en particular las cuerdas del espíritu del bardo, quien emprendió una descripción atroz, cercana, humana y desgarradora de las vidas que cegó el terremoto, en una ciudad, -como él mismo lo señaló- “condenada a muerte”:

“La ciudad ya estaba herida de muerte./El terremoto vino a consumar/cuatro siglos de eternas destrucciones.”

 
Se trata de un poemario en el que prevalece la denotación, la denuncia y el dolor en su más puro acento. El Poeta también dedica palabras de  gratitud también por aquellos que ayudaron con generosidad y valentía a salvar víctimas, a levantar escombros, tal ayer como hoy:

Para los que ayudaron, gratitud eterna, homenaje.
Cómo olvidar –joven desconocida, muchacho anónimo,
anciano jubilado, madre de todos, héroes sin nombre-
que ustedes fueron desde el primer minuto de espanto
a detener la muerte con la sangre
de sus manos y de sus lágrimas;
con la certeza
de que el otro soy yo, yo soy el otro,
y tu dolor, mi prójimo lejano,
es mi más hondo sufrimiento

 
En cambio, el poeta es duro, muy duro con quienes se aprovecharon de la tragedia, quienes aprovecharon su situación privilegiada para traficar la con la esperanza, quienes medran con la necesidad, quienes aprovechan la debilidad, el miedo y el temor, para satisfacer sus intereses personales. Para estos, Pacheco no tiene compasión:
 

Reciba en cambio el odio,
también eterno, el ladrón,
el saqueador, el impasible, el despótico,
el que se preocupó de su oro y no de su gente,
el que cobró por rescatar los cuerpos,
el que reunió fortunas de quince mil millones de escombros
donde resonarán eternamente los gritos
de quince mil millones de muertos.
 
Que para siempre escuche el grito de los muertos
el que se enriqueció traficando
con materiales deleznables,
permisos fraudulentos de construcción,
reparaciones bien cobradas y nunca hechas.
 

Las palabras de José Emilio Pacheco, escritas hace 31años, siguen cimbrando, siguen describiendo los dolores, los dramas y las angustias.  Retratan las historias anónimas, de los que se les fue la vida en un suspiro y de los que la tragedia les arrebató de sus brazos a sus seres queridos.
Hoy, con el temblor de éste 19 de septiembre del 2017, nuestro temblor, las palabras del poeta Pacheco también desnudan a los ruines, los ladrones de esperanza, los traficantes de las ilusiones de un país que como nunca se volcó a las calles, tanto en la Ciudad de México para quitar escombros, como en todo el país, para transportar ayuda.
Este amor solidario de miles de mexicanos fue utilizado por los buitres de Televisa y del Gobierno de Peña Nieto, para tratar de crear una falsa ilusión, y una sensación de esperanza. Para ello, se sentaron en el caso más sensible, en el más doloroso de toda la tragedia: la de la escuela Enrique Rébsamen.
No obstante la muerte de 21 niños, Televisa y Los Pinos le vendieron al país la esperanza de sacar con vida a algunos menores más, para ello crearon un fantasma, al que llamaron Frida Sofía, un ser inexistente sobre el que construyeron un relato dramático, increíble, y conmovedor.
Pero no se podía mantener en píe un vodevil de esa magnitud, sobre todo con un telón de fondo de muerte y destrucción, y la historia cayó sobre su propio peso, desnudando a la televisora y su contubernio con el gobierno peñista, recordemos que en el prime time de la crisis, aparece Aurelio Nuño.
Para ellos, vayan estas las últimas palabras de José Emilio Pacheco, para que caigan como lápidas sobre el buitre informativo de Televisa y el gobierno fracasado de Peña Nieto:
 

Cubra la sangre el rostro del ladrón
y jamás encuentre reposo.
La asfixia sea su noche,
su vida el peso conjunto
de todas las paredes arrasadas.


 

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