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Merlí, el mago televisivo que resucitó a la filosofía

“Cuanto más muerta parece la filosofía aparece un producto televisivo en Cataluña llamado Merlí y de repente la resucita”, la opinión es de Nemrod Carrasco, el profesor en filosofía que asesoró en la famosa serie Merlí, protagonizada por Francesc Orella, y que la semana pasada presentó su tercera temporada.
Carrasco es doctor en la materia y docente en la Universidad Autónoma de Barcelona. Habló de lo que representó asesorar en el guión de la serie catalana, en una extensa entrevista realizada en el Programa “Ganbara de cerca”, de Radio Euskadi (www.eitb.eus), conducido por la periodista Sonia Hernando. Buena parte de esa entrevista realizada por Hernando con el educador se comparte en esta nota.
“Primero lo miré un tanto incrédulo, porque los profesores recibimos propuestas un poco extrañas, estrambóticas, pero en este caso, a pesar de lo insólito de la propuesta, vi que era muy estimulante y la acepté casi sin dudarlo”, repasa Carrasco de lo que le pasó al recibir el llamado del productor Héctor Lozano, para asesorar en la serie. Coincidentemente, Lozano además había sido su alumno. Carrasco reconoce que uno de sus temores era que la filosofía se banalizara, sin embargo lo convenció la idea de salirse de los formatos más convencionales.
—¿Es un poco cínica la serie, con la propia filosofía?
—Sí, porque la filosofía en cierto sentido es irónica. Que ya tenga de entrada esa dimensión irónica tampoco impide que podamos ser irónicos con la propia filosofía. Yo estoy encantado. Además, el hecho de que el personaje Merlí tenga esta dimensión tan corrosiva y sarcástica es un gancho que tiene la serie.
—También porque el discurso de Merlí es atractivo, atrae mucho. Es alguien contestatario, rebelde, que no se casa con nadie. No es el típico personaje políticamente correcto.
—Es un personaje que no tiene miedo al malrrollismo (mala onda). Y, en ese sentido, en medio de una sociedad donde se celebran tanto las virtudes del buen rollismo, que aparezca un personaje de estas características, indiscutiblemente tiene su encanto. Lo que sí teníamos en claro es que el personaje debía tener capacidad para encantar a sus alumnos, que su palabra tuviera una dimensión mágica, seductora, capaz de transmitir su entusiasmo y su pasión por la filosofía y por las ganas de preguntarse por las cosas de este mundo que nos rodean.
—Se ha dicho que filosofar es tocar las narices, es incordiar, es ir a contracorriente, además de cuestionarse la realidad, algo a lo que no se llega mucho últimamente…
—No, la verdad es que estamos bastantes adormecidos. Se habla mucho del espíritu crítico, de que la gente tiene capacidad para opinar libremente en las tertulias, etcétera, pero lo que uno percibe es ese deseo de no tocar excesivamente las cosas de sitio, dejar que funcionen como más o menos funcionan dentro del sistema. Y justamente a lo que anima la filosofía es a cuestionar todo aquello que aparentemente resulta incuestionable. Lamentablemente hay muchas cosas en nuestro mundo que las damos por sabidas, por ciertas, por evidentes, sobre las que no nos molestamos por preguntar y mucho menos en problematizarlas.
—Porque al final, filosofar es pararse a pensar un poco ¿No?
—Es hacer algo que habitualmente no hacemos durante el día. Durante el día nos limitamos a reproducir los tópicos que más o menos nos vienen a la cabeza y, en general, lo que hacemos muy poco es ponernos a pensar. Tampoco tenemos mucho tiempo para hacerlo, y la verdad es que falta capacidad para pensar por nosotros mismos. Eso es un poco lo que intenta enseñar la filosofía.
—Y además estamos en la época en que todo es tan inmediato, de querer saber todo en el mismo instante…
—Estamos demasiados sometidos al imperio de la actualidad. Tendemos a pensar que la actualidad es el centro, es la medida de todo y que mas allá de eso no pasa absolutamente nada ni nosotros podemos hacer nada con eso. Lo que me interesa reivindicar, a propósito de la filosofía, es la posibilidad de ir un poco mas allá de la actualidad y por supuesto pensar que hay cosas que suceden, que están más allá de eso que llaman “la actualidad”.
—En este momento que la presencia de la filosofía en el currículo escolar pende de un hilo, ¿qué sería importante transmitir?
—La verdad que no lo sé. Pero de entrada me parece importante centrarse en esta paradoja: cuanto más muerta parece la filosofía aparece un producto televisivo en Cataluña llamado Merlí, que de repente la resucita, la pone en el candelero. Y no deja de ser paradójico que en un momento como el actual se vendan más libros de filosofía que nunca. Al mismo tiempo, la filosofía está desapareciendo de los institutos. Es muy llamativo, parece que hay una demanda de filosofía dentro de sociedad y cuando se la contrasta con lo que pasa a nivel institucional, es para echarse las manos a la cabeza.
—Esta charla sobre Merlí es una buena excusa para hablar de la relación del profesor y los alumnos, que quizás se está perdiendo. También sobre esa educación más orientada a los objetivos de encontrar empleo, por ejemplo, abandonando así una formación más global y más integral de los jóvenes.
—Estoy de acuerdo con ese diagnóstico y de hecho la serie pretende rescatar esta dimensión mágica que tiene la palabra “Merlí” y contraponerla a esta cara más burocrática que se ha instalado en el paradigma educativo y académico actual, donde sobresalen palabras fetiches como: rendimiento académico, aptitudes, competencias, habilidades. Todo este argot de conocimiento económico, administrativo donde uno tiene la sensación que ha convertido a la enseñanza en otra cosa, muy diferente a lo que creemos debe ser. A priori la enseñanza es enseñar a pensar o sencillamente enseñar algo.

Entre la academia y la vida real

En la entrevista realizada por radio Euskadi, el profesor en filosofía Nemrod Carrasco confió cómo la serie influyó en sus propias clases. “Yo estoy acostumbrado a dar clases en la universidad, es una filosofía muy académica. La serie me ha representado el reto de saltar esa barrera que separa a la academia de la realidad y tratar de aproximar la filosofía a los problemas de la gente real. La serie me ha representado una especie de reseteamiento muy bueno”.
El catedrático contó que uno de los capítulos con el que más satisfecho se siente es el dedicado a Hegel, donde se trata a relación amo y esclavo. Apuntó además que para cada capítulo se armaba la trama y luego él ayudaba al productor a relacionarlo con un filósofo en particular. “La idea es mostrar cómo la filosofía está en todo”, destacó Carrasco sobre el espíritu de la propuesta.
La entrevista completa se puede escuchar en www.eitb.eus Fue realizada el 31 de enero pasado. También participan de la charla el actor Francesc Orella y el creador de la serie Héctor Lozano.
Vía www.lacapital.com.ar
 




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