Hugo Gama Coria
La oposición política es un elemento de equilibrio del ejercicio del poder, para evitar excesos, frivolidades y decisiones que afecten a la población o a la nación, es decir, su existencia es necesaria en cualquier pueblo, y de manera aparejada es parte fundamental de un auténtico estado democrático.
Por ejemplo, los legisladores de representación proporcional son entes que por naturaleza deben ser contrapeso y garantes de equilibrio respecto de quién tiene mayoría y tiene el poder; los “Plurinominales” además de representar minorías, son oposición per se, para ello fueron creadas esas figuras, por ello son necesarias.
Por otro lado, tenemos la oposición que no precisamente ocupa una curul o escaño, sino que su liderazgo le permite ser un observador del ejercicio del poder y un crítico permanente de quienes los ejercen, ese tipo de oposición radica de manera preponderante en los líderes sociales.
El opositor no solo pretende jugar ese papel cómodo (no tiene ninguna responsabilidad jurídica ni administrativa), también busca llegar al poder, ese es su fin, su objetivo principal, por eso sus señalamientos y cuestionamientos siempre se convierten en una oportunidad para ir acercándose a su objetivo, sus palabras retoman el sentir popular, lo convierten en su mejor arma y el mejor discurso de campaña.
Ese papel de oposición o de opositor, los últimos 12 años ha recaído en México en la figura de quién actualmente ha sido electo Presidente de la República, papel que lo llevó a polarizar a la sociedad, pero que al final le resultó en su anhelo de gobernar.
Con el resultado de la elección presidencial, deberá nacer una nueva oposición, que garantice el equilibrio y sea contrapeso, que evite los excesos y que de manera responsable coadyuve al desarrollo de la nación.
Ante el adiós a la vieja oposición, nacen algunas preguntas ¿Quién será la nueva oposición? ¿Quien tendrá el el tamaño para buscar los equilibrios? ¿Quién empezará a calentar motores para en un futuro llegar al poder?