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Conmemorar la Constitución: ¿humillación o dignidad?

Por Antonio Tenorio Adame
 
Se cumplen 102 años de vigencia de la Constitución promulgada por el Congreso extraordinario convocado por Venustiano Carranza cuya discusión y aprobación tuvieron lugar en el recinto del Teatro Iturbide en la ciudad de Querétaro.
Durante su prevalecencia el Código fundamental de los mexicanos ha sido reformado más de 600 veces,  486 de ellas se aprobaron en los durante los últimos cinco sexenios pasados del neoliberalismo.
El 80% de los artículos constitucionales originales han sido modificados un promedio de cinco veces cada uno El valor de la Constitución,  pese a todo,  se mantiene aún, como principio y aspiración,  por la necesidad de la existencia de la nación, cuyos objetivos en su origen, fueron crear un sistema político presidencial robusto, una sociedad armonizada con bienestar, relaciones de amistad con los pueblos del mundo, y, en especial,  de dignidad e independencia con el vecino del norte basada en la no intervención y la autodeterminación.
Cada régimen presidencialista propició cambios al texto original de acuerdo con su orientación ideológica con la intención de modificar su esencia fundamental como nación soberana para acoplarla a los mandatos de los corporativos del mercado, los convenios de organismos de la Naciones Unidas, así como los llamados consensos de Washington, como también los mandatos requeridos por la seguridad de los Estados Unidos.
Es de las constituciones más viejas de América Latina en vigor, pero es la que más veces ha sido reformada en promedio una vez cada dos meses, el doble que en Colombia, cuatro veces más que en Chile, y al menos ocho veces más que en Uruguay, Argentina y Bolivia. Mientras que el promedio de reformas constitucionales en países democráticos estables es de 5.8 por año de 1993 a 2002, en México dicho promedio ha sido de 11.6
La adecuación de los cambios constitucionales se respaldó con el discurso de propiciar el desarrollo económico, abatir la pobreza y facilitar un bienestar social de niveles elevados de consumo.
Fue una fantasía  distorsionada acentuada con la apertura económica, la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, ratificado ahora como Acuerdo México, Estados Unidos, Canadá, así como las modificaciones de las reformas estructurales energéticas con intención regresiva privatizadoras, cuya intención fue desvanecer los derechos de la Nación en materia de propiedad originaria contenidos en el artículo 27 constitucional. Añádase al despojo sufrido una guerra con más de 200 mil muertos en 10 años, 43 mil desaparecidos e infinidad de fosas clandestinas que ascienden a 200 mil, un campo devastado por la guerra contra las drogas.
La Nación quedó sometida bajo el esquema de una incorporación subordinada al poder del imperio, se esfumo el espejismo del desarrollo para caer a plomo de una realidad  batiente del desempleo o en el mejor de los casos a un empleo informal, de un mercado de calidad y accesible con fortaleza de adquisición a una fayuca de productos de calidad ínfima, con más de 50 por ciento de población en estado de pobreza.
La ilusión del desarrollo no llegó ni llegará porque su bienestar solo es propiciado por las potencias mundiales aquellos estados donde se fragua una alianza de interés geoestratégico para favorecer su seguridad que reafirme su condición de potencias de orden imperial.
La Constitución de 1917 sigue siendo una meta a alcanzar, aunque su fortaleza ha sido quebrantada. La obra de Venustiano Carranza y los constituyentes de Querétaro,
Su memoria como ejemplo a recuperar en los derechos de la Nación a la propiedad original de la tierra y el petróleo, la aplicación de los derechos sociales de los trabajadores y organismos de interés común, así como la dignidad de una política exterior propia a sus intereses que evite las conflagraciones de una vecindad basada en el contrabando de armas, humillaciones en política migratoria y de compartición de fronteras, así como la regulación binacional en el orden del control de drogas y estupefacientes  sin simulacros de combatir a capos, para después extraditarlos despojados de su riqueza envilecida y liberarlos después bajo cobijo de testigos protegidos.
No queremos un México humillado, sino digno y soberano.
 
 
 
 
 
 
 




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