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OPINIÓN / AMLO sigue en la cima; Fox causa bochorno.

Por: Javier Lozano.

Soy de las personas que están convencidas que es muy prematuro para hacer un balance y una evaluación de los primeros 7 meses de gobierno de López Obrador, y el histórico primer aniversario de la transición ideológica que se movió a la izquierda, y cuyo abanderado durante muchos años: fue el ahora presidente. Claro, no vamos aguardar continuamente para seguir esperanzados al tan ansiado cambio: hay que exigir que la 4T comience a rendir frutos. Comparto la lectura del presidente; sin duda alguna el país, y sobre todo sus instituciones gubernamentales, han arraigado una heredada podredumbre burocrática que arrastra y trascurre elementos como: nepotismo, demagogia, clientelismo y lambisconería. Lo que si podemos considerar, es el combate al principal lastre que ha trastocado el desarrollo sociocultural: que es la corrupción, frivolidad y excentricidad de las principales figuras del gobierno; así mismo, el impulso de sus programas sociales para los sectores más necesitados, esa ha sido la piedra angular de esta administración.

Combatir la descomposición que había permeado durante años en nuestros ambientes: es algo que la sociedad añoraba ante el exacerbado aumento de las prácticas anticonstitucionales a priori.

Las acciones que ha emprendido de apoyo a los estudiantes y jóvenes del país, me parece un buen acierto y una propuesta viable; en otras ocasiones, han existido reveses, no por la mala intención, sino por la metodología o planeación que no la aterrizan en la praxis; quizá, ese ha sido uno de sus contrastes en este primer semestre y su principal talón de Aquiles; a veces la falta de coordinación de la estructura de gobierno, termina por desestabilizar.

A pesar de las circunstancias, AMLO sigue gozando un amplio margen de aceptación. El clima que ha generado esta etapa, ha traído sin duda, una decadencia aún más marcada de la oposición, quien no ha podido encontrar la dirección de recomposición que al menos haga sombra al dominio que tiene no morena, sino Andrés Manuel López obrador; él es la figura; el personaje que logro una cifra histórica de más de 30 millones de votos en la elección pasada; eso habla de una legitimidad para gobernar, a pesar de que los actores antagónicos, no logran ni penetrar en los temas de la agenda pública. El PRI se encuentra desinflado, y luchando con sus propios fantasmas del dedazo y la imposición, sobre todo, en la elección interna de dirigencia nacional: la democracia nunca ha sido un principio solido desde la etapa posrevolucionaria. El PAN viene dividido y fragmentado, y con un dirigente nacional que no encuentra la brújula por la inoperancia que ha traído su gestión, así como su énfasis desmedido por desacreditar a toda costa el gobierno federal; en vez de crear mecanismos que permitan conjugar un partido que unifique el desastre que ocasiono Ricardo Anaya, siguen con la tendencia de polarizar ante las problemáticas que aquejan en nuestro país; y el PRD que tendrá una metamorfosis a través de Futuro 21, se le avecina una dicotomía que ha enterrado su futuro, o al menos ese fue el resultado catastrófico y el cataclismo: producto del pacto por México y la coalición con los partidos de derecha. La relación implícita y el coqueteo continuo con el sistema, lo sumergieron en una profunda crisis de identidad ideológica y doctrinal, ahora, pretender fraguar una fuerza que anteponga: una connotación de un variopinto proyecto que aglutine a militantes y apartidistas que reviren el tsunami que constituye AMLO, es una apuesta quimérica.

Fox: el personaje de color.

Los contrastes de esta etapa, colocan a una figura desinflada, gris y sin credibilidad de hacer por lo menos una corriente de opinión que genere interés; por el contrario, ensalza y envanece su figura, como si el foxismo, si, aquel fenómeno que creció como una esperanza de transformación a principios del año 2000 mantuviera una estructura y un arrastre que le permita hacer por lo menos contrapeso.  Los esfuerzos desesperados por desacreditar a todas luces este nuevo gobierno federal, lo han llevado en repetidas ocasiones, a protagonizar ridículos a gran escala; afrentas que el solo concibe, porque no logran hacer eco, ni mucho menos penetrar en una sociedad que ha sabido de antemano su bipolaridad y deslealtad que ha tenido su frivolidad de hacer política a través del populismo. Es cierto, le arrebato al PRI el poder y la hegemonía que habían mantenido por más de 70 años; sin embargo, esa esperanza que se había sembrado: termino por sepultar la anhelada transformación social y democrática; esta última concepción, una práctica de su gobierno que revivían el más puro estilo del presidencialismo tradicional de hacer política. Ahora, este personaje causa riza; produce bochornosos actos que solo fabrican y desencadenan vacilación entre la sociedad. Recuerdo las frases de “ya llego, ya está aquí el que va a sacar al PRI”. Este producto fue un fenómeno y un estereotipo similar a EPN; la mercadotecnia y sobre todo la lingüística que utilizaba, produjo elocuencia; solo eso; lo demás fue fracaso y decepción de la sociedad.

El odio irracional que le tiene al presidente López Obrador, lo ha llevado al despecho para recolocar su profunda credibilidad. No ha penetrado, ni lo hará: porque es una figura que ha caído en la mala percepción de la sociedad

AMLO se mantiene en el umbral creciente de una apoteosis: que ha sido el rendimiento de la tenacidad y la perseverancia irrestricta de su lucha; Fox cada vez se consolida como un perfil extravagante. Esto no contrasta las marchas que se han estado organizando; por eso existe la libertad de manifestación: como producto de la democracia. Solo que para algunos personajes, resulta abyecta su participación. Al menos esa es mi apreciación; auto-engañarse con una errónea percepción de liderazgo, no le queda a Vicente Fox; basta con reconocer sus desaciertos, deslealtades y su visión amorfa de la realidad.

Nos vemos pronto.

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