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ÓRBITA / Día 86

Por Patricia Padrón

A 86 días de que en Michoacán se registrara el primer caso de COVID-19, no se puede bajar el tono para alertar sobre la peligrosidad del virus y exigir de todas y todos, sin excepción, acatar las recomendaciones.

Los números no mienten. De más de 3 mil 500 casos positivos acumulados, casi mil se contagiaron en la última semana.

Por ello, el mensaje del Gobernador Silvano Aureoles, este lunes, no podía ser menos enérgico. La emergencia exige alzar la voz.

Evidentemente, la sociedad no ha seguido las recomendaciones que hasta el cansancio se les han repetido para que eviten contagiarse de este virus.

Alertado por la estadística al alza, el mandatario michoacano –evaluado como el mejor en la atención y manejo de la epidemia—advirtió que diariamente se registran 100 nuevos contagios, de los cuales, de acuerdo al promedio, 10 perderán la vida.

Durante los primeros 50 días de la epidemia en Michoacán, se contabilizaron apenas 500 casos, es decir, 10 diarios, tras la reapertura, que se supone gradual, el número de personas contagiadas se disparó debido a que la movilidad se disparó hasta en un 75%.

En este reto no hay buenos o malos, ni inteligentes ni necios, cada quien actúa de acuerdo a sus circunstancias y nivel de conciencia, pero en medio, hoy en Michoacán hay 279 familias incompletas, hombres y mujeres muertos por la indiferencia, la apatía y alguna comorbilidad que deterioró su salud al grado de morir.

Hoy, aún hay quienes se resisten a creer que el COVID-19 es real, aún con un familiar muerto acusan al Gobierno del inventarlo o incluso, de inyectarle a su ser querido “algo” para que muriera.

Postura que duelen y golpean al personal que día y noche trabaja en las unidades de salud para brindar a los enfermos los mejores cuidados posibles, al ser un padecimiento para el que no existe cura ni vacuna, donde la infodemia viene a dar al traste con la estrategia implementada que la promoción de las acciones preventivas.

Para muestra, el relato del Doctor Carrillo, uno de los héroes anónimos que desde el Hospital General de Apatzingán, enfrenta la batalla contra el virus llegado de China, “es muy triste estar en esta área, todos piden ayuda, no se pueden casi mover porque se agitan, no quieren casi comer porque se quitan la mascarilla y les falta el aire, es mucho el esfuerzo del personal de salud, pero bien vale la pena al ver que alguien sale adelante”, esta es la realidad que a diario se vive dentro de los nosocomios, mientras muchos, beben y fiestean sin protegerse.

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