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HISTORIA // La vieja escuela de Telegrafistas de Morelia

Por Eduardo Pérez Arroyo

Morelia, Michoacán.- Debían llegar al oficio haciendo carrera: primero como ayudante, después como titular y más tarde como supervisor de otros ayudantes y titulares. Para ingresar habría que pasar los exámenes. El primer ejercicio sería escrito y contemplaba análisis gramatical, dictado y operaciones aritméticas. También habría que saber geografía física y política de México. El tercer ejercicio sería práctico y comprendería la transmisión y recepción del aparato Morse, a razón de 20 palabras por cada cinco minutos.

La empresa era trascendental, pero pronto mostró su desconcierto. Los exámenes eran obviados para dejar entrar a familiares y amigos. Muchas veces los telegrafistas ignoraban el uso de las herramientas o desconocían las nociones básicas de geografía y el telegrama destinado a Ixtapan de la Sal llegaba a tiempo, pero a Iztapalapa. Para sumar centavos se requería la ayuda de quien supiera contar y el precio a pagar podía demorar horas.

Había que hacerse cargo. Las comunicaciones en el país eran cosa seria. El rector Ignacio Chávez lo comprendió y actuó. En 1920, el Consejo Universitario decidía por unanimidad unificar las diversas secciones comerciales para establecer una sola escuela que pudiera expedir los títulos a los alumnos.

Nacía la muy noble Escuela de Contadores, Taquígrafos y Telegrafistas de la Universidad Michoacana de san Nicolás de Hidalgo.

EL PROGRESO

La fiebre por el progreso que caracterizó a la primera mitad del siglo XX había iniciado pocas décadas antes. El siglo XIX fueron tiempos de progreso. El acero y el hormigón se convertían en símbolo de la pujanza intelectual que superaría para siempre las limitaciones físicas que imponía la naturaleza.

La ciencia lo podía todo y abriría nuevos horizontes.

Muchos veían en la infraestructura y las comunicaciones la mejor herramienta para poner las ventajas al alcance de todos y se convertían en sus principales promotores. El estudio del ingeniero Gustav Eiffel proyectaba la construcción de una inmensa torre para instalarla en la Exposición universal que se realizaría en 1889 en París. Mientras, en Inglaterra la White Star Line continuaba explorando la factura de embarcaciones de gran tamaño que serían insuperables e insumergibles.

Las ideas políticas de la vieja Europa también permeaban al país. Había que ir por más, y así lo entendían muchos. Desde 1870 se había inaugurado la primera línea telegráfica del Estado y en Morelia, en 1871, se fundaba el periódico político El Telégrafo. Más tarde, en 1880, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Porfirio Díaz, alentaba al Gobierno del Estado de Michoacán a seguir en la misma senda.

“Se autoriza al Gobierno del Estado de Michoacán para construir por su cuenta o de la cuenta de compañías que para tal efecto organizaren, y para explotar de la misma manera durante 99 años, un ferrocarril con su telégrafo correspondiente de Pátzcuaro a Morelia o a Salamanca, o al punto donde más le conviniere encontrar la línea del ferrocarril central”, decía el decreto presidencial.

Michoacán no podía quedarse atrás.

Así, el 12 de septiembre de 1883 llegaba el ferrocarril y comenzaba a funcionar el servicio de tranvías en la ciudad, entonces de 40 mil habitantes

El gobierno ponía la comunicación al alcance de todos y fijaba las tarifas: “por cada mensaje que contenga hasta diez palabras, además de fecha, dirección y firma y se tramite a una distancia de 100 kms., quince centavos. Por cada diez kilómetros de distancia adicionales, hasta un centavo de aumento. Por cada palabra de exceso que sobre de las diez primeras se cobrará cuando más la vigésima parte de lo que en razón de la distancia corresponda”.

El telégrafo había cobrado fuerza desde su aparición. Usuarios y gobiernos estaban satisfechos de sus servicios. Por él muchos, en vastas zonas de la República, se habían enterado del inicio de la Revolución. Por él muchos, en vastas zonas de la República, se habían enterado del fin de la Revolución. Es de notar que la mayor parte de los mensajes hasta hoy no han sido hecho para satisfacer meras curiosidades, sino para tener noticias interesantes sobre negocios, política o cosas de vida o muerte, pregonaba la prensa. El mundo estaba al instante.

FULGOR Y MUERTE DE LA TELEGRAFÍA PROFESIONAL

El aislamiento propio de la era virreinal quedaba atrás. El ferrocarril, el telégrafo y el teléfono acercaban a Morelia al mundo y los ejemplos de otras latitudes impulsaban en esta la creación de nuevos y más trascendentales avances. Durante esa misma década la ciudad observaba la instalación de un sistema para filtrar el agua y alumbrado público y la pavimentación de las calles.

Los urgentes avances creaban desafíos urgentes y requerían de urgentes soluciones. La Universidad Michoacana lo comprendió pronto y en 1920 aprobaba la creación de las carreras de Contador, que se cursaría en tres años; Taquígrafo, en tres años, y la de Telegrafista, que se realizaría en dos años. Tras su fundación, el maestro Alberto Bremantuz era ungido como director.

Los telegrafistas debían ser gente capacitada que pudiera enviar hasta la impresionante cantidad de ocho mensajes al mismo tiempo sin equivocarse, traspasar la información a los carbónicos, cobrar y expedir copia y recibo. Al finalizar la preparación y presentar el examen recepcional, la Universidad les extendía un Certificado de Aptitud.

El desarrollo de la actividad comercial requería el desarrollo de más y mejores vías de comunicación y para tal era indispensable la red telegráfica y telefónica. El trabajo profesional de los telegrafistas también contemplaba la administración, reparación y reemplazo de esas líneas. El mundo al instante debía ser tema serio.

El esplendoroso futuro proyectado en 1920 se vio matizado pocos años más tarde. A la hora del balance, la labor de la escuela no satisfacía la demanda en otras áreas como la administración pública y comercial. En 1927 el nuevo rector Díaz Barriga reorientó la organización interna de la facultad hacia labores más apremiantes y la noble y breve Escuela de Contadores, Taquígrafos y Telegrafistas de la UMSNH quedaba convertida en la escuela de Comercio.

Así terminaba la historia de la preparación para ser un profesional de la telegrafía en la Universidad Michoacana.

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