Por Jacques Coste
En días recientes, han ocurrido diversos sucesos que, en conjunto, retratan el grado de deterioro que ha alcanzado nuestro sistema político, el nivel de degradación que caracteriza a nuestra discusión pública y, sobre todo, el extravío moral, programático e intelectual de nuestras élites intelectuales y políticas.
Primera postal. Hace una semana, en conferencia de prensa, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, se quejó amargamente porque los ciudadanos le reclaman por la falta de agua en su estado: “Ahora resulta que también es mi culpa que no haya luz, ahora la mentada de madre me llega porque no hay luz, como si yo manejo la CFE; ahora resulta que la mentada de madre es porque no hay agua, como si a mí me toca el abasto del agua… ¡pues no, señores!, el abasto de agua le toca a Conagua, el abasto de luz le toca a CFE”.
Segunda postal. Morena, el partido oficialista, organiza un mitin en Toluca, la capital del Estado de México, donde se disputarán elecciones en 2023. El evento buscó ser una demostración de fuerza en la entidad más codiciada en términos político-electorales y, ante todo, pretendió ser una muestra de unidad y cohesión rumbo a la elección presidencial que ocurrirá en dos años, lo que equivale a un tercio del sexenio.
Tercera postal. Ricardo Monreal, el operador político más hábil del presidente López Obrador durante la primera mitad del sexenio y quizá el legislador mexicano con más astucia y tablas en este momento, no recibe invitación al evento de Morena en Toluca, al tiempo que el partido oficialista lo excluye cada vez más de su quehacer político porque el presidente “está sentido” con él.
Cuarta postal. Va por México (PRI-PAN-PRD) anuncia una “moratoria constitucional”, un bonito eufemismo para disfrazar de cruzada histórica a favor de la democracia una acción tan simple como no discutir ni aprobar las reformas constitucionales propuestas por el presidente López Obrador.
Quinta postal. Los analistas críticos del presidente López Obrador retratan el anuncio de Va por México como una decisión loable y casi heroica, que demuestra que la coalición es el último bastión de defensa de nuestra república y nuestra democracia. Por su parte, los analistas del obradorismo pintan este anuncio como una traición a la patria y un agravio imperdonable contra todos los mexicanos.
Sexta postal. Ante las críticas que ha recibido por ser un partido acartonado y opaco, el PRI tiene la innovadora idea de que su dirigente actual, Alejandro Moreno, se reúna (a puerta cerrada) con liderazgos partidistas de viejo cuño, como Pedro Joaquín Coldwell, Beatriz Paredes, Dulce María Sauri, Claudia Ruiz Massieu y César Camacho. Al final de la “encerrona”, el anuncio es que ‘Alito’ Moreno permanecerá como dirigente. ¡Qué ejercicio tan novedoso de apertura a los militantes y la sociedad civil! ¡Cuánta cabida a cuadros políticos frescos y jóvenes!
¿Qué tienen en común estas seis postales? Funcionarios que no rinden cuentas; partidos que ignoran a sus militantes y buscan imponer acuerdos cupulares; opositores y oficialistas que, en medio de la polarización, hablan de sus acciones más cotidianas y sencillas como si fuesen cruzadas históricas sin parangón; el triunfo de personajes mediocres por encima de políticos de altos vuelos.
Se me dirá que no sea ingenuo, que la política mexicana siempre ha sido así, que la “politiquería” es el pan nuestro de cada día, que México no ha sido precisamente tierra de estadistas, que no hay cultura de la deliberación pública en nuestro país.
Responderé que no soy un idealista. No espero autocrítica, altura de miras y consistencia programática e ideológica en cada miembro de nuestras élites políticas e intelectuales. Tampoco anhelo ver a un gran estadista en cada político. Y sé que la prioridad de todos los partidos siempre ha sido, y siempre será, obtener el mejor resultado posible en las próximas elecciones, por lo que deben buscar votos por todos los medios posibles.
Sin embargo, una cosa es ser realista (quizá hasta cínico) y algo bien distinto es conformarse con tan poco. La política y la discusión pública de nuestros días están en plena decadencia. Esto es inaceptable.
Discutir un tema de interés público con seriedad es prácticamente imposible en las circunstancias actuales. Tampoco hay voluntad ni tiempo de debatir los problemas estructurales del país: es más importante la sucesión presidencial que ocurrirá dentro de dos años, o peor aún, todos los problemas de México son nuevos (según los opositores) y todos ellos son irresolubles por antiguos, pese a la “buena voluntad” del presidente (según los obradoristas).
La propuesta de la coalición oficialista es continuar con la “cuarta transformación”: consolidar la obra del presidente López Obrador y nada más. El programa de Va por México es “defender la democracia”, lo que en la práctica significa oponerse a AMLO y nada más.
¿Cómo salir de este atolladero? Desconozco la ruta completa, pero estoy convencido de que el primer paso es bien sencillo. Hay que recuperar la capacidad de escucharnos y dialogar los unos con los otros. Sin deliberación pública, seria, civilizada y respetuosa, la degradación política continuará. Y entre toda la estridencia, México se hundirá silenciosamente.