Por José Irán Moreno Santos
Desde el punto de vista de diversos sectores políticos, económicos y sociales, la opción electoral para derrotar a Morena en el 2024 es la creación de un Frente Amplio Opositor, con un programa común, que tiene como instrumento para la aplicación del programa el Gobierno de Coalición, dónde todos están representados no importando mucho el partido al que pertenezcan.
Este Gobierno de Coalición, según sus impulsores, requiere la ley secundaria para su consecución. Sin embargo, no hay coherencia en ese planteamiento y confunden el Gobierno de Coalición con Coalición de Gobierno.
Si la apuesta es por un Gobierno de Coalición no se requiere Ley secundaria. Lo que se necesita es que en el acuerdo electoral (que firmen los participantes en el Frente Amplio Opositor, o como lo llamen) contemplen los espacios de gobierno, que otorgará el Presidente Electo a esa fuerza política u organización; y está asignación debería estar en función de los aportes al programa por parte del partido y organización, porque ese aporte realizado tendría las políticas a desarrollar, el perfil de los futuros funcionarios, los diagnósticos y los planes a impulsar.
El Gobierno de Coalición debe llevar pactado desde la alianza electoral, los espacios de gobierno en función de los aportes de los aliancistas y el Presidente Electo debe acatar ese acuerdo y ejecutarlo en el momento de la definición de su gabinete.
Si a lo anterior le sumamos que ese Frente Amplio Opositor, o BOA como también en algún momento lo bautizaron, llegara a ganar la mayoría en el Congreso y tiene los parlamentarios necesarios para impulsar reformas constitucionales, tampoco se requeriría la Ley secundaria porque las y los congresistas apoyarían al gobierno en sus reformas, porque están representados en el gabinete y porque ese programa pactado en la etapa electoral ya tenía en los adendum las reformas a impulsar igual que las políticas a desarrollar.
Si está es la idea que están impulsando, me atrevo a decirles que se están equivocando una vez más. Este ejercicio no ha funcionado en México y prueba de ello son los Gobiernos de Coalición que se prometieron en las alianzas electorales que primero impulso el PRD en Ciudad de México, Zacatecas en 1997, en Guerrero y Baja California 2005, y más recientemente Michoacán, Tlaxcala, Puebla, Durango y Quintana Roo; dónde las alianzas electorales primero entre las izquierdas (MC y PT) y las más recientes con el PAN nunca se cumplió el otorgar espacios a los partidos de la alianza electoral, espacios en el gabinete en función de sus aportes a su programa y también es importante recordar que todos esos gobiernos ganaron la mayoría en sus Congresos Locales y en caso de la CDMX se ganó la mayoría en la entonces Asamblea Legislativa.
Por lo visto, los impulsores de un Gobierno de Coalición no se han dado cuenta que este ejercicio en México ha fracasado porque los candidatos demócratas que han impulsado se han convertido en pequeños virreyes con el permiso, la anuencia y la complicidad de los partidos que los impulsaron y los dirigentes que los promovieron.
Finalmente, este modelo de gobierno no contribuye a la democracia, al equilibrio de poderes, transparencia, rendición de cuentas y mucho menos a un cambio en las políticas sociales que beneficien a la mayoría; solo da analgésicos como políticas y mantiene el modelo de Estado neoliberal contra un Estado Social Democrático y de Derecho que requiere México.
Para alimentar nuestro optimismo, podría decir, con toda responsabilidad, que el gobierno del Presidente López Obrador es un Gobierno de
Coalición, tal como lo proponen los opositores y no se han dado cuenta porque no están pensando en el futuro del país, sino en sus futuros políticos y ellos mismos son los diseñadores de este modelo de gobierno que toleraron, avalaron, apoyaron y fueron cómplices en esos gobiernos donde solos o en coaliciones electorales derrotaron al PRI gobierno, al partido de Estado.
El Gobierno de Coalición es repetir la política negativa de los últimos 30 años que tiene hundido al país; no es un cambio en positivo y tampoco sería un gobierno con valores y principios democráticos y, lo más lamentable, sería un gobierno sin programa y proyecto de nación. Es repetir el momento actual que vive el país.
Los gobiernos de coalición que hoy proponen diversos actores políticos nada tiene que ver con las experiencias de Alemania y la Gran Coalición entre los socialdemócratas y los demócratas cristianos o entre los socialistas españoles y el partido popular de Felipe González y Zapatero o los gobiernos de Jospin, Mitterrand y Hollande en Francia. Se parece más a las experiencias populistas de derecha de Antonio Macri en Argentina, Cardoso y Bolsonaro en Brasil, Eduardo Frei en Chile, Macron en Francia, Rajoy en España, Correa en Ecuador y Fernando Lugo en el Paraguay o Pedro Castillo en Perú. Vean y revisen los que se esta proponiendo antes de arrancar un auto que nos llevará al precipicio.
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