Por Carlos F. Márquez
El presidente municipal de Morelia con licencia, Alfonso Martínez Alcázar, llega mal y de malas al arranque de su campaña por la reelección bajo las siglas del PRD y el PAN: inicia con denuncias penales en su contra por supuestos actos de corrupción en contratos de obra pública, se ha visto obligado a separarse del cargo que le representaba un estado de confort político, tuvo que hacer cambios en su planilla de regidores, y las encuestas de tendencia del voto parecen no favorecerle. Ante la suma de yerros ha tomado una serie de decisiones que dejan al descubierto su vulnerabilidad como candidato.
El pasado 10 de abril se dió a conocer que Carlos Torres Piña -candidato de Morena, PT y PVEM a la alcaldía de Morelia- denunció a Alfonso Martínez ante las Fiscalías General del Estado, y de la República, por presunta delincuencia organizada, cohecho y lavado de dinero. ¿La razón?, detectaron un gasto de 657 millones de pesos en empresas constructoras que fueron contratadas sin licitación pública o mediante invitación directa, lo que conllevaría violación a distintas normas y acuerdos del propio Cabildo, además de evidenciar una posible red de trafico de influencias al interior del Ayuntamiento.
“No pediré licencia, eso sólo en sueños de Morena”, había dicho antes un envalentonado Alfonso Martínez; sin embargo, dos días después de las denuncias presentadas por Torres Piña, el alcalde de Morelia solicitó licencia para dejar la alcaldía. Argumentó ante el Cabildo que, aunque había pensado ser candidato y alcalde a un mismo tiempo, se separaba del cargo para protegerse de eventuales denuncias ante órganos electorales. Aunque el aparato de gobierno siga trabajando para su reelección, ya no tendrá la plataforma de presidente municipal para posicionarse entre el electorado. Primer round para el morenista.
Por más que intenta erigirse con la bandera de independiente, Alfonso Martínez tiene compromisos que lo devuelven a su realidad de político tradicional, y uno de ellos es con Silvano Aureoles, quien lo apadrinó para llegar a la presidencia municipal y después le cobró la factura con espacios en el Ayuntamiento y en la planilla de regidores que ahora lo acompaña en su aventura por la reelección. El ex gobernador le dejó al ex independiente, ahora panista redimido, una manzana envenenada con el nombre de Juan Bernardo Corona.
El 05 de abril, habitantes de Arantepacua dejaron su rastro de furia en Morelia: vehículos quemados, vidrios rotos, pintas en las paredes y quema de “Judas”; se cumplían siete años de la incursión de la Policía Michoacán en la comunidad indígena bajo el mando de Juan Bernardo Corona, entonces secretario de Seguridad Pública. Pero este año había una razón más para la indignación: mientras los comuneros exigían justicia para sus muertos en ese fatídico operativo, al que ellos consideran su verdugo aparecía como candidato a regidor en la planilla de Alfonso Martínez.
El viernes 12 de abril, el Concejo Comunal de Arantepacua llevó su protesta al Instituto Electoral de Michoacán (IEM) para exigir que cancelaran las candidaturas de Juan Bernardo Corona y Silvano Aureoles -candidato a diputado federal- . Dos días después, quien fuera también dirigente estatal del PRD, se dijo víctima de una “burda campaña mediática” y anunció su renuncia a la planilla “por congruencia política”, aunque también confesó que lo hacía para cuidar la imagen de Alfonso Martínez y para que nada interfiera “en su triunfo que será contundente”.
A los argumentos de Bernardo Corona les faltó convicción, sonaban más como el eco de las razones que seguramente esgrimió Alfonso Martínez para exigirle su renuncia, y cubrir así otro flanco débil en su candidatura. El mayor beneficiado de este lance fue Silvano Aureoles, que ni tardo ni perezoso sustituyó a su amigo por Edna Díaz, su muy cercana colaboradora a la que no había podido colocar en otra candidatura. Al final del entuerto, la planilla del candidato del PRD y el PAN sigue teniendo marca silvanista.
La percepción de solidez que a fuerza de golpes mediáticos había construido Alfonso Martínez se agrieta, se erosiona cuando la dura realidad de Morelia y de sus propias circunstancias pincha la burbuja de su espejismo. Él y sus huestes niegan los hechos, todo lo atribuyen al golpeteo electoral, y así minimizan las demandas, los reclamos y lo que hay de indefendible en su gobierno, pero la realidad que los condena está ahí y el candidato a la reelección inicia campaña enfundado en “el traje nuevo del emperador”.