Por Hugo Gama Coria
Posterior al Holocausto, la Asamblea General de las Naciones Unidas da paso a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuyo preámbulo se pueden observar sus argumentos más sólidos en torno a la dignidad, el valor de la persona humana y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres; así como el promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad.
Con el tiempo, los Estados integrantes de la ONU han venido tomando acciones para adoptar en su derecho nacional el catálogo de derechos, en algunos lugares más pronto que en otros. Asimismo, el cúmulo de derechos ha aumentado debido a su estudio e interpretación, que ha permitido el robustecimiento de las Constituciones nacionales.
Dicho organismo internacional establece sobre “la buena gobernanza, [que] su sentido podría abarcar las características siguientes: respeto pleno de los derechos humanos, Estado de Derecho, participación efectiva, asociaciones de múltiples interesados, pluralismo político, procesos e instituciones transparentes que rindan cuentas, un sector público eficiente y eficaz, legitimidad, acceso al conocimiento, información, educación, empoderamiento político de la población, equidad, sostenibilidad, y actitudes y valores que fomenten la responsabilidad, la solidaridad y la tolerancia”.
En dicho sentido, no basta con el reconocimiento, en texto, de los derechos humanos; se requiere medir la eficiencia en su respeto y los mecanismos para garantizarlos; la propia ONU ha establecido que la gobernanza “hace referencia a todos los procesos de gobierno, instituciones, procedimientos y practicas mediante los que se decide y regulan los asuntos públicos”, es decir, existe la necesidad de realizar estudios, encuestas o sondeos que permitan conocer si se está cumpliendo o no con esa obligación del Estado sobre “la buena gobernanza”.
En consecuencia, se puede afirmar que el país, estado o municipio que consigue “la buena gobernanza”, está alcanzado desarrollo para la población en su conjunto. Logrando justicia social, se lograría el respeto pleno a la dignidad, al valor de las personas y la igualdad, el progreso social y la mejora en el nivel de vida. Y, precisamente, a eso huele la gobernanza: huele a desarrollo y justicia social. Fuente: https://www.ohchr.org/es/good-governance/about-good-governance