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CRÓNICA // La administración de la escasez de gasolina

Héctor Tapia
Para las 4 de la tarde sólo cinco gasolineras estaban abastecidas o en servicio; cuando menos eso reflejaba el Semáforo de Gasolina en Morelia, plataforma digital en Google Maps donde se va actualizando las que están en funcionamiento.
El desabasto de gasolina, que “no es desabasto” según las autoridades gubernamentales, se vino profundizando desde el sábado, y alcanzó al inicio de semana.
Desde el vehículo, con la aguja entrando ya en la reserva, una y otra gasolinera se vio vacía; con conos de plástico, botes de basura y cordones puestos de un extremo a otro de la entrada, para dejar claro que evidentemente no había combustible.
Desde que se inició esta lucha contra el huachicoleo (robo de hidrocarburos) en la última semana de diciembre, la escasez o el funcionamiento irregular de las estaciones tuvo su parte más crítica a mediados de enero; y durante las últimas tres semanas ya había cierto abasto en las gasolineras que permitían una atención constante y casi inmediata a los automovilistas.
Sin embargo, este fin de semana no se esperó, “no se vio venir”, y tomó a muchos por sorpresa y casi sin gasolina.
Una de las cinco que estaban abiertas en la capital del estado es una localizada en la calle Guillermo Prieto, que pertenece al G500; según algunas páginas de Facebook, dedicadas a compartir información para quienes buscan gasolineras en funcionamiento, esa apenas tenía escasos 20 minutos en servicio.
Para el momento de su publicación, decía que era fluida la atención; ya en la estación, la fila de automóviles se extendía hasta por 7 cuadras.
Los vecinos de las calles de la colonia Granjas del Maestro, que atendían sus locales comerciales o que salían de sus casas, en la calle Juan Delgado, sólo escuchaban el sonido de los motores cuando se ponían en marcha y cuando también los apagaban, para no gastar gasolina. Ese ritual se repitió innumerables veces, hasta la entrada a la gasolinera.
“Por qué vienen a esta gasolinera”, conversó natural un vecino de la calle Juan Delgado, quien iba acompañado de un joven no mayor de los 30 años; si hijo, quizá. “Uy, en esta te echan menos. Fíjese que el tanque de mi camioneta se llena con 800 pesos, y cuando fui ahí hace unos días me cobraron hasta mil 200”, dijo con una risa más de resignación que de coraje.
Desde afuera, en la metálica malla protectora, un letrero advertía que no se vendería gasolina en galones ni bidones; mientras tanto, de fondo, una pequeña fila de tres consumidores, iban poniendo sus recipientes para llenarlos.
Cuando menos no se observa el pánico de los días más críticos, cuando menos se ve más orden; suficiente para que durante una hora no llegara el pánico a los automovilistas.

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