Por Erydani Próspero /Valencia, España
A las 20:00 horas, cerveza en mano, nos reunimos con alegría y entusiasmo en la terraza. Dimos un aplauso sanitario con ánimo renovado y sonrisas en los rostros.
Iniciamos la Fase 0, la verdadera desescalada del confinamiento.
Inés y yo nos pusimos ropa cómoda y los tenis que llevaban casi dos meses arrumbados. Por primera vez, tras 52 días, salimos del edificio y fuimos más lejos que las dos cuadras hasta el supermercado. Había más gente de lo que se veía comúnmente antes de la cuarentena. Supuestamente los paseos debían ser individuales o de dos personas y el deporte individual. Muy pocos respetaron esto. En cada cuadra encontramos familias enteras y grupos de amigos caminando juntos.
Llegamos a la playa. Miré alrededor: bicicletas por todos lados, gente corriendo, una chica haciendo fotos del atardecer, jóvenes metiendo los pies en la orilla del mar, una anciana en traje de baño, un joven hincado en la arena como haciendo reverencia y agradeciendo a la Tierra, un hombre rompiendo las reglas metiéndose al mar para nadar, hombres y mujeres contemplando el paisaje, unos riendo, otros preocupados. Dos policías en cuatrimoto no decían nada a quienes rompieron las reglas.
Ir la playa y no meter los pies al agua es como no haber ido. Me quité los zapatos y continúe mi paseo por la orilla del mar. Al sentir el agua, la espuma, y los pies hundiéndose en la arena, me olvidé de la gente.
Desde el 4 de mayo en España se abrieron franjas horarias para salir a hacer deporte o dar un paseo: de 6:00 a 10:00 horas para el deporte individual y paseos para gente entre 14 y 70 años; 10:00 a 12:00 para personas dependientes y mayores de 70 años; 12 a 19 para los niños en compañía de sus padres; 19:00 a 20:00 dependientes y mayores de 70 años; y 20:00 a 23:00 para deporte individual y paseos de personas de 14 a 70 años.
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Los siguientes días salí más. A veces acompañada, a veces sola. Un montón de gente: unos con cubrebocas quirúrgicos, otros con mascarillas de plástico que les cubre completamente el rostro, otros sin protección alguna. Por ahora en España el uso del cubrebocas y guantes es obligatorio solo para quienes hagan uso del transporte público.
En la calle se siente un ambiente difícil de explicar… Por un lado, la libertad de desplazarte más de dos calles. Por el otro, esa sensación extraña de que a pesar de que estamos mejorando, las cosas aún no están del todo bien.
En cada cuadra sientes mil miradas encima. Muchos se observan como si tuviesen miedo del otro; algunos casi saltan cuando pasas a su lado. Otros parecen danzantes victoriosos, pavoneándose como si fuésemos los sobrevivientes de una guerra.
¿Así será la “nueva normalidad”?
El 11 de mayo varias ciudades de España pasaron a la Fase 1. Otras no, entre ellas Madrid, Barcelona y Valencia, las más grandes del país. El gobierno español afirmó que el aún no estamos preparados para un rebrote porque muchos hospitales siguen saturados. Por otro lado, el número de recuperados también crece y el de fallecidos baja.
También se anunció que a partir del lunes 18 de mayo Valencia pasa a Fase 1, que significa la apertura de comercios locales, hoteles, terrazas en un 50%, museos con aforo de 30%, mercados al aire libre con distancia entre puestos, y lugares de culto con aforo de 30%. También serán permitidas las reuniones sociales con un máximo de 10 personas, respetando la distancia física.
Las noticias son buenas, pero no terminan de dar gusto. Es irónico. Más grande la predisposición a pensar: “y ahora, ¿qué pasará?”. España, y el 90% del globo terráqueo, aún viven tiempos de incertidumbre. Nos acercamos a la luz, pero nos acercamos temerosos.
Estamos avanzando, y tarde o temprano tendremos la nueva normalidad. Pero, ¿cómo serán nuestras vidas de aquí en adelante?