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OPINIÓN / Una escultura a la vez

Por: Ulises Andrés Rodríguez López

Posterior al terrible asesinato de George Floyd, inició un movimiento nacional para derrocar los símbolos percibidos con interpretaciones de racismo y opresión en Estados Unidos. Las estatuas de Thomas Jefferson y el colonizador italiano Cristóbal Colón fueron dos de las más juzgadas.
En todo el país, los monumentos criticados como símbolos de opresión histórica han sido desfigurados y derribados a gran velocidad en los últimos días. Trayendo tensiones entre generaciones de residentes, indígenas, hispanos y anglos.
En México, específicamente en la capital michoacana; hace unos días, mi opinión y la de muchos otros ciudadanos coincidió en que nuestra bella Morelia cuenta con una escultura ubicada al inicio del acueducto, dedicada a Fray Antonio de San Miguel, dónde en vez de parecer una escultura en su honor, posee otras interpretaciones o lecturas que denotan a la de un señor feudal con esclavos. En consecuencia, se ha buscado retirar dicha escultura por considerarla racista y discriminatoria.
Recordemos quién fue Fray Antonio de San Miguel:
Según el escritor Juan B. Buitrón, Fray Antonio de San Miguel nació Revilla, Valle de Camargo, en el Obispado de Santander. Fue un religioso que estudió en la Universidad de Salamanca. El Rey Carlos III lo presentó al Papa para que fuera Obispo de Honduras. Años después -ya de regreso a España- recibió una bula del Papa Pio VI donde fue trasladado a Valladolid de Michoacán para 1785.
“Como un río caudalozo y tranquilo derramó a manos llenas el oro que la caridad de los fieles había ido acomulado en las arcas de la iglesia y hubo días que en su casa de Valladolid, se diera de comer a más de 4 mil personas necesitadas”
Michoacán le debe a Fray Antonio de San Miguel el establecimiento de las primeras fábricas de hilado y tejidos de lana y algodón, que estableció con el fin de dar trabajo a los pobres. La unión de la ciudad con el Convento de San Diego, por medio de una calzada (misma que lleva su nombre). Pero su mayor obra fue el acueducto de Morelia y sus 253 arcos ya que históricamente nuestra capital ha tenido muchas deficiencias en el abastecimiento del agua y ésta fue la solución en su momento.
El obispo murió en Valladolid el 18 de Junio de 1804. En su sepulcro se puede leer:
“Hic semel o civis! lacrymarum salve tributum Illi qui aeternas currere fecit aquas”
(¡oh si! las dobles aguas: las que derramó sobre su Valladolid y las inextinguibles de su caridad, que brotaron de su corazón para la vida eterna).
Hasta cierto punto, no podemos entender al Obispo como una figura esclavista en nuestra historia. No podemos ver el pasado con ojos del presente. Ya que su legado material es un emblema de la belleza de nuestra ciudad.
Ahora bien, concretamente en contexto a la situación de la escultura que lleva por nombre “A los Constructores de la Ciudad” colocada en honor al Obispo Antonio de San Miguel:
El autor de la obra, hizo un estudio socio-histórico para la creación de la misma. Sin embargo, partiendo de este punto es de dónde procede el error. La figura de un Obispo en señal de oligarquía y feudalista, un español vestido como la nobleza, tomando nota y dos indígenas (uno, cargando una piedra, y otro, dando figura a una cantera con su cincel).
La historia nos indica que la figura de Fray Antonio de San Miguel es una figura emblemática a la que le debemos respeto por su apoyo a los pobres y a la modernización de la ciudad. Sin embargo, la figura artística no refleja tal significado.
Compete al Instituto Nacional de Antropología e Historia y al ayuntamiento de Morelia, tomar decisiones, pero antes de esto, sería importante escuchar las opiniones de expertos en la materia (historiadores, sociólogos, artistas plásticos, abogados, etc.).
No podemos entender una Roma sin un Coliseo, no podemos entender nuestra historia sin sus monumentos. Sí, la historia es parte fundamental de la sociedad. Morelia fue construida por esclavos y peones, pero tenemos que entender que una circunstancia es tener una ciudad de origen posiblemente esclavista y otra es hacerle un monumento a los esclavos no en su honor sino mostrando la idea desde una visión feudal.
Sería importante considerar la posibilidad de retirar esa escultura de su ubicación actual y construir una en honor al Obispo Antonio de San Miguel por su herencia cultural a Morelia, o en su caso, a las manos que labraron esta bella ciudad. Los Derechos Humanos se deben reconocer hasta en nuestros monumentos y es nuestra obligación hacer que los monumentos no discriminen minorías.
Condeno cualquier acto, en contra de la figura del Obispo Antonio de San Miguel y me deslindo de algún agravio en contra de la escultura ya que compete a los órganos del Estado su posible retiro una vez analizado su estudio adecuado. No se debe exaltar el genocidio ni la esclavitud de la barbarie contenida en la conquista y nuestro único deber que tenemos con la historia es reescribirla.

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