Humberto González Mandujano
El presentador, comediante, analista político y youtuber mexicano Chumel Torres, sin duda ha tenido días de profunda reflexión, tras una semana de controversia por sus comentarios racistas y clasistas señala: “Me deja 120% más de vistas en Youtube, 8.300 seguidores más y me deja que el presidente sabe quién soy y que no le importa la Conapred”, además del Trending Topic #TodosSomosElPulso, y el genuino apoyo de personajes del medio artístico, youtubers y figuras públicas diversas; sin duda un balance soñado para el ingeniero chihuahuense, aun pese a la suspensión hasta nuevo aviso de su programa Chumel por Chumel Torres en HBO Latin America.
Para los no pertenecientes a la generación Millennial o los no familiarizados con los medios de comunicación actuales, resulta difícil de entender su balance, ya que perdió el trabajo, la familia presidencial lo señala de racista y clasista, queda en entredicho la labor de una institución, y un gran sector de la población lo ve como una persona no grata.
Lo que para algunos representa un acto de justicia o de Karma, para otros él es la voz de la picardía mexicana y el héroe caído de la libre expresión. Para Chumel, sin duda el asunto representa más que eso, como conocedor del funcionamiento de las redes sociales y sus tendencias, hoy se sabe poderoso, porque según sus twits, nadie ha logrado estar tan cerca en redes de la figura presidencial como él, ni siquiera los ex presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, gobernadores, partido políticos, Frente Nacional AntiAmlo o alguna otra figura o movimiento, y sabedor de “su verdad” orgulloso twitea: “al Poder nunca le voy a pedir perdón”.
Con el ego engrandecido el comunicador Millennial se vislumbra en un futuro inmediato apostando por un estilo simple y burdo desde la “resistencia de las redes sociales”, en el que es suficiente ampliar su universo de likes, followers y retwits, y aprovechar los beneficios de ser un top influencer, sin duda el camino para convertirse hoy en el más reacio crítico del presidente.
Desde su envalentonada visión salta el sueño sublime de tantos detractores “representar a la oposición de este país”, porque él sabe que los políticos no han entendido que México vive otra realidad, la de la comunicación. Político que no comunica no es político, y él sabe cómo hacerlo, lo sucedido, el incremento de su popularidad y su análisis de tendencias le han dicho que él tiene lo que se necesita y si no, basta con ver al presidente Trump.
Así de difusa y carente de identidad es la oposición en México, a la que ya no le importa el programa, el discurso, y la estructura si es que algún día les importó; ahora los likes, followers y retwits son la vara con la que se miden en la rebelión de los enanos.