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Desde Ecuador / Diario del Confinamiento / Mi padre murió

Por Karina Karam / Quito, Ecuador

Ya no sé qué esperar de este año.

Aún mantengo la esperanza de un mañana normal, libre de contagios, de una vida de tranquilidad.

Pero, de pronto, comprendes que estás viviendo un año de no creer.

Mi padre murió.

Fue por un paro respiratorio a causa de una enfermedad pulmonar crónica que padecía hacía ya tiempo.

No pude decirle adiós.

*          *          *

Cada día escuchaba malas noticias de personas conocidas a las que les llegaba la hora de alzar el vuelo. Nunca imaginé que me tocaría vivir la misma situación.

La pandemia trajo preocupación, angustia, nerviosismo, estrés, inseguridad, inestabilidad, tristezas, miedo, depresión, soledad. De un momento a otro todo cambió: rutinas, la libertad de caminar y respirar con tranquilidad, las visitas a nuestros seres queridos, las reuniones sociales. Ya no vivimos como estábamos acostumbrados, a un ritmo de vida normal y sin incertidumbre.

La vida cambió este 2020. Extrañamos cada recuerdo que nos muestra Facebook, o las fotos de hace algunos meses o años. Quisiera vivir otra vez esos momentos… como seguramente ocurre a todos quienes compartimos publicaciones de recuerdos en redes sociales. Yo también cambié. Cambió mi forma de ver la vida, de percibir cada acción y reacción de quienes me rodean.

Seguramente esta experiencia traerá muchas lecciones, que aprenderemos a sobrellevar para mantener una mejor estabilidad emocional.

Hoy solo trato de vivir cada momento con serenidad. Pero es inútil. Me debilita advertir que los días pasan sin estabilidad, que permanecemos en medio de un virus que nos tiene atemorizados.

*          *          *

Mi padre siempre fue un hombre fuerte. De esos que nunca se quejan. Al contrario. Tenía toda la vitalidad para continuar. Estaba planificando nuevos proyectos.

En diciembre fue nuestro último encuentro. La vida nos distanció un poco hace cuatro años debido a mi estadía en Chile. A pesar de la lejanía, nos comunicábamos siempre para sentirnos cerca el uno del otro.

Hace un año regresé a Ecuador, donde resido hace muchos años. Quería sentirme cerca de Colombia, mi país. Nos separan solo 16 horas por tierra. Pero la crisis sanitaria puso toda una barrera para viajar y acompañar a mis seres queridos.

Quedamos maniatados, ausentes en los momentos inevitables.

Me tocó vivir este momento en medio de la pandemia, paralizada, con lágrimas en mis ojos, impedida de salir del país. Fronteras cerradas, inmovilidad. Con la angustia profunda de saber que todo ocurrió de un momento al otro.

Parece mentira. Hace poco disfrutábamos cantándole el cumpleaños con su nieto amado. Escuchamos su risa, su felicidad por nuestra llamada.

Ocho días después recibo la dolorosa noticia de su partida.

Aún tengo fe en un mañana mejor, en disfrutar de la presencia de mi amada madre y de mi familia.

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