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El Frente o la hidra hecha de polvo ideológico | Antonio Aguilera

Roger Bartra, un estudioso del alma cultural del mexicano, llegó a decir que las fracturas en las corrientes políticas de izquierda y de derecha han auspiciado que en México se fortalezcan los representantes y herederos del antiguo régimen autoritario. La trágica falta de una convergencia entre las fuerzas democráticas de la derecha y la izquierda –entre el PAN y el PRD– propició, desde el año 2000, que creciera un pantano político, aparentemente mediador y centrista, alimentado con las aguas negras del antiguo autoritarismo.
Si bien, el sociólogo llegó a identificar el autoritarismo en el PRI, o el viejo ogro de nuestras fábulas políticas, pero en los tiempos que nos acaecen se configura en el poder fáctico: el autoritarismo del dinero, en el autoritarismo del poder, en el autoritarismo del pragmatismo político.
Muchos han querido ver o más bien han tratado de endilgar a la figura de Andrés Manuel López Obrador como el nuevo ogro político de nuestra fabula mexicana, sin embargo el autoritarismo radica en aquellos poderes (lícitos o ilícitos, o legales que cometen ilegalidades) que no permiten la alternancia pacífica en el país, que no permiten el sufragio “efectivo”, y le niegan toda posibilidad de existencia a las “efectividad” de nuestros derechos políticos.
Es decir, que estos poderes, llámense empresarios, iglesia, crimen organizado, consenso de Washington, intereses geopolíticos, y un largo etc, no permiten que los mexicanos podamos elegir libremente el modelo de gobierno que queramos, o elegir una opción diferente a la que nos ha mal gobernado por más de 40 años.
Para ello, estos poderes han creado muchos laboratorios políticos, económicos y sociales de los cuales han salido muchas creaturas cada vez más anómalas, peligrosas y violentas, que buscan imponernos un modelo de gobierno al antojo de los poderosos. En el pasado fue el clown de las botas llamado Vicente Fox, y luego nuestro pequeño déspota llamado Felipe Calderón, luego buscaron aligerar nuestro ambiente infernal y nos impusieron a ese producto artificial llamado Enrique Peña Nieto, digno para veganos políticos. Y ahora, de cara al 2018, el poder absolutista ha creado un nuevo Frankenstein, zurcido de retazos de ideologías, de intereses políticos sin escrúpulos y de mucha ambición de dinero y poder, pero para poderlo presentar como un producto vendible, le pusieron el nombre de Frente, el cual en su incipiente vida ha cambiado de membrete en menos de un mes, ya que pasó de ser opositor, a Frente Amplio y ahora fue denominado como Frente Ciudadano.
Dicho frente es lo más parecido a una hidra de muchas cabezas, de muchos pequeños monstruos políticos que prometen comerse los unos a los otros. Sin embargo, en el discurso de la política buena onda, se trata de un modelo innovador que impulsará un batidillo de intereses que han denominado “gobierno de coalición”.
Para montar este acto teatral, llamaron a escena a un PAN que hierve en sus infiernos intestinales; a un PRD grisáceo, despojado de alma y de principios; a un Movimiento Ciudadano que jamás llegó a ser un partido político, huérfano de democracia interna.
El gran novelista y politólogo estadunidense, Jonathan Rabb llegó a decir que la soberanía es un ente de muchas cabezas, “la soberanía no es nada más que la palabra de un cortesano —y miren que hay muchos pululando— para definir el poder, y es desatinado sin duda que quienes detentan ese poder afirmen que saben cómo limitarlo. La soberanía no es ni la sierva del virtuoso o del príncipe astuto ni el privilegio de un cuerpo de legisladores. Es un premio que debe ganarse y ejercerse; ejercerse por aquellos que un día pueden ejercer la autoridad propia de un príncipe y al siguiente ser modelos de virtud republicana”.
Para el autor de grandes novelas como La conspiración de los herejes (The book of Q) o El señor del caos (The Overseer), la soberanía es como la Hidra de la mitología griega.
Ya en la antigüedad Polibio la describió hace muchos años, “que de la monarquía nace la aristocracia; de la aristocracia, la oligarquía; de la oligarquía, la democracia; de la democracia, la tiranía, y de la tiranía, la monarquía de nuevo”. Sin embargo, a este círculo de Polibio debemos agregar que estamos oscilando entre la kakistocracia, la oclocracia y la plutocracia.
Otro filósofo, el proto nazi Carl Schmitt dijo que la Constitución distingue poderes, no divide poderes, porque la distinción es entre la legislación, la administración y la justicia, ya que se convierte en la garantía orgánica contra el abuso del poder del Estado.
Al distinguir las funciones de estos poderes se evita el despotismo, el absolutismo y la dictadura. O sea, el despotismo por parte de los congresos, el absolutismo por parte del Ejecutivo —fortalecido por un presidencialismo obsoleto y tan cuestionado desde hace cien años que, lamentable y perversamente, ha sido imitado en su totalidad por los gobernadores en funciones, y de ahí lo han seguido los presidentes municipales y así sucesivamente—, y la dictadura por parte de la justicia que, salvo honrosas excepciones, los criterios oscilan dependiendo del interés general del absolutismo.
Por eso no nos sorprende que este Frente Ciudadano, este nuevo ente del autoritarismo de la dictadura económica y política, haga que se junten ideologías diversas, pero previamente pulverizadas, despojadas de todo tipo de identidad, y sólo son funcionales bajo intereses específicos, todos dirigidos por el dinero.
Si alguien buscaba una alternancia o un cambio en nuestra condición de país con este frente, mejor que siga esperando sentado, porque la hidra sólo sabrá comerse a así misma.
@gaaelico

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