Tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial, miles de criminales nazis escaparon de la justicia. Solo se atrapó a unos pocos de los fugitivos más buscados. Al resto se les persiguió hasta sus últimos días, y a algunos incluso después de muertos.
La evasión de nazis fue posible en gran medida por la colaboración consciente de algunos miembros de la Iglesia católica y la inconsciente de la Cruz Roja. También algunos gobiernos occidentales actuaron de forma deshonesta, sobre todo los de Estados Unidos y la República Federal de Alemania (RFA). En el marco de la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo, permitieron que muchos de los fugitivos eludieran la justicia al aparcar su búsqueda e incluso darles empleo, corriendo un tupido velo hasta fechas recientes.
Ante la pasividad internacional, los cazanazis emprendieron por su cuenta la localización de los criminales que ellos mismos señalaron como los más buscados.
Los principales líderes nazis, junto con otros criminales, fueron arrestados por los aliados, pero ni de lejos consiguieron atraparlos a todos. Una parte aprovechó la estampida general para destruir pruebas, encubrir su historial y adoptar identidades falsas. Algunos se escondieron, otros salieron libres, sin ser reconocidos, de los campos de prisioneros. Su objetivo: huir de Europa.
Miles se dirigieron a Oriente Medio y Norteamérica, aunque la mayoría se refugiaron en Sudamérica con el beneplácito de gobiernos de derechas o de corte fascista, como los del general Juan Domingo Perón en Argentina y Getúlio Vargas en Brasil, o la dictadura militar de Alfredo Stroessner en Paraguay.
Pero, en contra de lo que se cree, la mayoría de los nazis no se escondieron. Ni siquiera cambiaron de nombre. Colgaron sus uniformes, se fueron a casa y siguieron con sus vidas. La confusión de la posguerra no fue el único factor a su favor. Voluntaria e involuntariamente, los aliados les facilitaron las cosas. Había que acometer cuanto antes la reconstrucción de Europa y, más que nada, la consolidación de la influencia occidental a un lado del Telón de Acero y la soviética al otro.
Durante el ambiente anárquico de la posguerra, un tercer actor se sumó a la búsqueda de los criminales nazis. Eran los judíos, tanto los que habían luchado contra Alemania como los supervivientes del Holocausto. A unos les movía la sed de venganza; a los otros, fundamentalmente Wiesenthal y los judíos de Palestina, la de hacer justicia.
La “caza” de nazis está llegando a su fin por una cuestión temporal. Algunos pesos pesados fueron juzgados, como Klaus Barbie o Franz Stangl, pero muchos otros se libraron, como Josef Mengele, Walter Rauff y Alois Brunner. La tasa de éxito relativamente baja refleja los avatares de una búsqueda descuidada durante demasiado tiempo por quienes realmente podían hacer algo: los gobiernos.
Estos son algunos de los nazis que fueron perseguidos más allá de la II Guerra Mundial.
Vía Historia y Vida