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De tinta y rebeldía | por Ar Mendoza

Las revoluciones no las hacen los individuos, los intelectuales, los agudos, los monumentales, las revoluciones sociales las hacen las masas colectivas, pues por ahí dicen que la unión hace la fuerza, aquella unión entre los explotados, entre los oprimidos, entre los aquejados y entre aquellos rebeldes que buscan una revolución social con base en un mejor vivir, en un progreso, en un bienestar social.
Pero para transformar esa sociedad aquejada tenemos como obligación informarnos, leer, observar, cuestionar y dudar, tenemos que hacer un análisis de esa realidad en la que vivimos, pues debemos soñar con los frutos que puede darnos una sociedad equitativa, justa y progresista, que permita dar la cara ante el mundo y que jamás se cuestione la honorabilidad de sus ciudadanos y mucho menos de sus gobernantes.
Veo a diario abusos, injusticias, reclamos e inequidades producto de un capitalismo voraz que  ha creado en México más de 60 millones de pobres y que ha favorecido simplemente a unos cuantos empresarios hijos de la pandilla que hoy ejerce el poder, observo a diario niños en extrema pobreza, madres solteras sin un sustento económico para sacar adelante a sus hijos, personas de la tercera edad que reclaman una pensión digna y justa, jóvenes que son el futuro y el presente de México, pero que están hundidos en una apatía que los hace padecer una enfermedad terminal llamada indiferencia.
Observo y escucho en diversos medios de comunicación un golpeteo total hacía los movimientos sociales, percibo un “linchamiento mediático” hacía los sindicatos de trabajadores, hacía los maestros y hacía los estudiantes universitarios que simplemente reclaman por clases en su universidad o por el ingreso a la misma.
Sin embargo, dentro de la misma sociedad michoacana y moreliana no cambia mucho la cosa, pues el egoísmo llega a niveles muy altos cuando de marchas y manifestaciones se trata, las mentadas de madre y los comentarios de “mala leche” en las redes sociales no se hacen esperar, pero en la opinión de un servidor creo que la lucha que afrontan y encaran los distintos sindicatos del estado nos concierne a todos, pues ¿quién no ha sufrido de abusos laborales en su trabajo? o ¿cuántos de nosotros no hemos tenido ganas de encarar y pedir salarios más justos? la diferencia aquí es que algunos no callan y otros guardan silencio ante el abuso.
Parece muy latente una frase que algún día escuché por ahí “el pueblo merece el gobierno que tiene”, lo cual me parece algo sumamente acertado y sumamente objetivo, pues como sociedad hemos doblado las manos y cruzado los brazos ante diversas injusticias, injusticias que cada vez parecen ser más silenciadas por el mismo pueblo.
Pues para rezongar por las marchas y bloqueos somos muy buenos, pero para protestar contra los gasolinazos, la falta de empleo, la inseguridad y las calles llenas de baches somos muy agachones, muy tímidos o quizá muy tibios; y que quede bien claro para nada soy creyente de que “el cambio está en uno mismo”, pero si soy consciente de que como colectividad debemos exigir al gobierno mejores condiciones para desarrollar un país lleno de plenitud y de garantías en pro de la humanidad.
No olvidemos a aquellos individuos que nos forjaron en la vida, que dieron su tiempo, su paciencia y su conocimiento para hacernos unas personas de bien, pues un día nos enseñaron a leer, a escribir y a analizar, pero hoy nos están enseñando a luchar por nuestros derechos, por un mejor vivir y un mejor porvenir.
Así pues, tenemos que caer en cuenta de que solo la unión puede salvar al pueblo, con organización, con disciplina, con una actitud de servicio, con paciencia y con cordialidad, pues “un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio, enseña a los oprimidos a usar la fuerza para defenderse” Nelson Mandela.
 

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