Héctor Tapia / Metapolítica
Hay un falso triunfalismo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) respecto a que la alianza opositora obtendría el triunfo en el 2024, en la contienda por la Presidencia de la República.
Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente nacional del PRI, aseveró en su más reciente visita a Morelia que la alianza está firme y sólida, y con todas las posibilidades de alcanzar el triunfo electoral.
Sin embargo, en esta aseveración hay un optimismo exacerbado que tiene más de fondo una especie de defensa y encaramiento hacia los señalamientos que él enfrenta en lo individual (que lo mantiene endeble y débil en la dirigencia que ostenta), que una perspectiva real y autocrítica de lo que enfrenta el partido que preside.
De acuerdo a la última medición elaborada por El Financiero, la alianza opositora (PRI-PAN-PRD) ha registrado un desplome constante en los últimos tres meses; cayendo del 41% al 36%; en tanto que la coalición que encabeza Morena, con sus aliados el PT y el Verde, ha incrementado su posición en la intención del voto, pasando del 46% al 51%, ampliando la brecha a 15 puntos porcentuales de diferencia, y que de seguir esta tendencia, podría incrementar.
Esta caída en el nivel de intención de voto, a casi un año de que arranque el proceso electoral de 2024, coincide plenamente no sólo con los resultados electorales en seis entidades federativas que se jugaron este año, sino también con los escándalos que le ha tocado sortear al dirigente nacional.
Estas tendencias tendrían que preocupar no sólo al PRI, que desde el interior hay cada vez más voces que cuestionan la permanencia de Alejandro Moreno al frente de la dirigencia del partido y exigen su renuncia —única forma de relevar al frente del partido, y donde “Alito” se ha aferrado—, sino también al PAN y al PRD, aunque más al primero de estos, porque los está jalando o sumergiendo en una tendencia negativa de la cual podría ser irreversible la salida.
Cierto es que no pueden tomar decisiones en la vida interna de los otros partidos; sin embargo, esto no puede perderse de vista en la construcción de unas nuevas condiciones en la alianza, en función de la correlación de fuerzas, pero también del nivel de aceptación que enfrenta cada partido integrante.
En algo si tiene razón Alejandro Moreno, que refirió durante su visita: sin 23 no hay 24; pero es justamente aquí donde están a tiempo de tomar las decisiones pertinentes para tratar de detener la precipitada caída que está teniendo la alianza, en función de detener la caída que está teniendo el PRI, que está arrastrando a los otros dos partidos. Aunque también hay que decirlo, en el mapa nacional el PRD es prácticamente inexistente, y quien se ha consolidado en la alianza opositora como el partido eje y puntero es el PAN.
A Moreno Cárdenas le urge analizar su permanencia al frente del partido en aras de dar viabilidad a la coalición opositora, pensar en el proyecto superior que dicen defender, y no utilizar al PRI como una tabla que le permita nivel de exposición que le garantice la sensación de protección ante los señalamientos que enfrenta.
De manera pública, el PAN no se referirá al respecto, pero tendrá que analizar en lo privado la pertinencia de sostener una alianza con quien le está perjudicando; del PRD no se puede decir mucho, porque todo parece indicar que también enfrenta de manera interna sus batallas, donde incluso también la renovación de la dirigencia nacional podría estar como una alternativa para “redinamizar” al partido y relanzarlo, aspecto que no ha podido realizar cabalmente.
Cierto, sin 23 no hay 24, y frente al 23, que se juegan el Estado de México y Coahuila, bastiones priistas, no parecen recomponerse las cosas para el Revolucionario Institucional, menos si mandan un mensaje equivocado de “necedad” ante una tormenta que enfrenta el dirigente nacional.
