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#OPINIÓN // López Obrador y los intelectuales

Por Jacques Coste

Hace unos días, sostuve una charla interesante con un buen amigo respecto a la relación de López Obrador con los intelectuales. Salvo algunas excepciones, AMLO no cuenta con el apoyo de la intelectualidad mexicana.

Esto se explica por diversos motivos. Para empezar, buena parte de los líderes de opinión actuales fueron partícipes o se beneficiaron del giro neoliberal que México vivió en las últimas décadas del siglo XX. Del mismo modo, estas élites fueron artífices importantes de la transición a la democracia.

En ese sentido, estos grupos están genuinamente en contra de un presidente que arremete retóricamente contra el modelo económico y el cambio político que ellos ayudaron a construir. Esto es natural y válido: si impulsaste ciertas causas por años (incluso décadas), ¿cómo no te va a preocupar que se arremete contra ellas desde el poder?

Hay otro grupo de intelectuales que, más bien, tiene diferencias ideológicas y programáticas con AMLO. En la izquierda, muchos consideran al presidente demasiado conservador en temas sociales y ven con desagrado cómo este gobierno ha debilitado al Estado y sus instituciones. Asimismo, a los liberales los preocupa que el presidente es propenso a concentrar el poder, se resiste a los contrapesos y no respeta la división de poderes.

Otros sectores de la intelectualidad están decepcionados de López Obrador, pues lo apoyaron en 2018 y esperaban ver un gran cambio de régimen y la instalación de un gobierno más progresista, articulado y estratégico para combatir la pobreza y la desigualdad.

Todos estos factores son fundamentales para comprender por qué los intelectuales, en general, están en desacuerdo con el gobierno de López Obrador. Sin embargo, hay otro motivo que explica el divorcio de las élites intelectuales y AMLO: la negativa del presidente a dialogar con los líderes de opinión y su tendencia a denostarlos.

La política de cerrazón y rencor contra los intelectuales orilla a muchos de ellos a responder de manera reactiva, con una actitud a la defensiva, con comentarios viscerales y con interpretaciones poco mesuradas de sus políticas.

Esta relación tensa entre el presidente y los intelectuales representa un cambio significativo respecto a lo que ocurría antes en México. Contrario a lo que pasó en muchas dictaduras, el régimen priista siempre buscó mantener cerca a la intelectualidad. El poder tenía a sus intelectuales consentidos y pretendía fortalecerlos en la discusión pública para que ellos contribuyeron a legitimar al gobierno.

Luego, durante el giro neoliberal de fin de siglo, el gobierno encontró a varios líderes de opinión que suscribían los principios de ese modelo económico. Lo mismo ocurrió con la transición democrática. Incluso, la participación de muchos intelectuales fue toral para este cambio político.

Con López Obrador, esto ha cambiado. El presidente desacredita a la mayoría de la intelectualidad cada mañana y la debilita con sus políticas públicas, como los recortes de presupuesto a los centros públicos de investigación o la politización del Fondo de Cultura Económica.

Además, AMLO jamás tiende lazos a los intelectuales para limar asperezas luego de sus declaraciones incendiarias en las conferencias mañaneras, como sí lo hace con los empresarios o el gobierno estadounidense. Por tanto, los intelectuales responden con desmesura y desconfianza.

Esta dinámica no deja nada bueno para México. De un lado, tenemos a un presidente sordo ante cualquier cuestionamiento, que muestra un profundo desprecio por el trabajo intelectual y el pensamiento crítico. Del otro lado, hay un grupo de intelectuales cegado por las pasiones, la nostalgia y el instinto defensivo, todo lo cual reduce su capacidad de análisis y el espacio para el debate plural y civilizado.

Las opiniones emitidas por los colaboradores de Metapolítica son responsabilidad de quien las escribe y no representan una posición editorial de este medio.

Jacques Coste. Consultor político, ensayista e historiador. Twitter: @jacquescoste94

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