Por Martín Equihua
Lorenzo Córdova se cree el nuevo Aquiles, destinado a llenar la memoria de los tiempos por venir. Ha lanzado un épico grito de guerra para “defender” al Instituto Nacional Electoral (INE) del que es presidente, con la advertencia de que este podría caer en manos facciosas, si no llegan a tiempo sus guerreros defensores. Su cada vez más clara parcialidad, es una vergüenza.
Reformar o no al INE es facultad legislativa. Lo que la iniciativa presidencial de reforma busca, en el fondo, es erradicar el dispendio multimillonario del sistema electoral y de representación política, lo que permitiría ahorrar más de 25 mil millones de pesos anuales.
Entonces, el INE no está amenazado de muerte sino de reforma. De aprobarse la iniciativa, el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) desplazaría al INE. Los diputados federales se reducirían de 500 a 300 y los senadores de 128 a 96. Los consejeros del INEC y los magistrados del Tribunal Electoral, serían elegidos por votación, a propuesta de los tres poderes de la Unión. Los consejeros del instituto se reducirían de 11 a siete. El financiamiento a partidos políticos sería sólo para campañas electorales. Los órganos electorales locales se eliminarían, y se reduciría el número de diputados estatales y regidores de ayuntamientos.
El debate legislativo empezará en 15 días, justo al inicio del Mundial de Futbol y, para entonces, las posiciones y votos estarán ya decantados. Es tiempo de política; de acuerdos y desacuerdos, entre quienes están facultados para decidir. Los demás podemos decir lo que nos venga en gana; y los árbitros, si lo son, deben permanecer neutrales.
El presidente del INE, sin embargo, y algunos consejeros más, ahora y a diario se la viven violando el principio constitucional de imparcialidad, pues claramente los vemos, desde el inicio del presente gobierno, alineados a las filas opositoras. Su objetividad e independencia tampoco son confiables. Para prueba, el reciente intento de esconder la encuesta del propio INE que favorece la iniciativa de reforma electoral del Ejecutivo Federal.
Se ha perdido confianza y la garantía de imparcialidad e integridad del instituto. Su presidente acredita a diario su carácter opositor, de la mano sus brothers a quienes hace favores bajo la mesa. En su épico llamado a “la defensa del INE”, Lorenzo Córdova hace creer que el instituto es la democracia misma y que él, sin más, es el nuevo Aquiles que vencerá a los troyanos antidemocráticos. Ridícula manera de exhibir el cobre.
Ríos de tinta seguirán fluyendo para distanciarse o respaldar la iniciativa de reforma. Es deseable que en este debate importante a la vida pública, los moderados despejen la presunta intención de algunos de apropiarse del organismo, o peor aún, de destruirlo; y que despejen también, la ciega oposición a todo intento por hacer más confiable y austero a este organismo. El acuerdo que resulte debe contribuir a mejorar las condiciones democráticas del país, con un órgano confiable, objetivo, neutral, transparente y austero.
A río revuelto
Además del grotesco espectáculo de distinguidos miembros de la comentocracia, al opinar de la iniciativa sin leerla; hay otros que, siempre agazapados, esperan el mejor momento para lucirse.
El camaleónico Ricardo Monreal, mientras asegura que la reforma electoral no pasará el filtro a su cargo, se deja querer por una oposición ávida de presidenciables, mientras desliza la acusación de que su desgracia en las simpatías populares se debe a una jefa de Gobierno de la Ciudad de México que, para su desgracia, no se engancha con él.
En tanto, el canciller se empieza a poner fino, y ante su poco arrastre, inventa reglas que quiere imponer para eventualmente verse favorecido con la candidatura presidencial. Piso parejo, vuelve a decir en tono más sutil, con la recomendación de que la encuesta seleccionadora no mida las simpatías, en las que se está rezagando, sino supuesto “potencial electoral” que sólo él sabe de qué se trata. Y es que, en realidad, jamás habrá piso parejo entre quien se la ha pasado vacacionando o en el confort de París, y quien se ha mantenido en las batallas democráticas.
Así que, mientras se exige que el organismo electoral se comporte en el ring como réferi y no como técnico o rudo, cada vez es más claro que, en México: ¡Es tiempo de mujeres!