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#ESPEJO ROTO // Corrupción, distinta entre hombres y mujeres

 “Es evidente que, si se altera el papel social femenino,

es porque también muda el papel de los hombres”.

—Rosa Montero

Por Rosmi Bonilla

En el marco de los 16 días de activismo y de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, no podemos obviar que la corrupción la vivimos de manera diferente los hombres y las mujeres. Es más, participamos de maneras distintas en los actos de corrupción.

La alta corrupción —esa que se atribuye a las grandes empresas y a los políticos— casi siempre está protagonizada por hombres porque, aunque hay cada vez más espacios de toma de decisiones para las mujeres, ese mundo aún pertenece a los varones. Se trata de una corrupción de, por lo menos, seis cifras y que arrastra una red o cadena de actores y mecanismos cada vez más sofisticados.

Sin embargo, la corrupción a la que se encuentran más expuestas las mujeres —por su rol de cuidadoras— es a la baja corrupción; es decir, la corrupción de ventanilla.

Las personas que hacen trámites o gestionan servicios públicos o privados son más propensas a que se les solicite un soborno por iniciar, agilizar o concluir los trámites y por un acceso más pronto a los servicios y somos las mujeres las que solicitamos citas en los centros de salud para nosotras o nuestros familiares, somos las mujeres las encargadas de inscribir a los niños a las escuelas y de pagar los servicios básicos de nuestros hogares, entre otras labores de cuidado.

Además, vergonzosamente, en muchos casos se solicitan favores sexuales como parte del intercambio de beneficios que supone la corrupción. Sobre esto, da cuenta la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Undoc) en un análisis que presentó en 2019 sobre el impacto de la corrupción diferenciado entre hombres y mujeres.

Pero existe otro factor: el acceso a los puestos de trabajo públicos y privados también están sujetos a las mismas condicionantes. A hombres y a mujeres se les solicitan sobornos o pagos por la compra de plazas y, en algunos casos, a las mujeres se les piden favores sexuales para el mismo fin.

Un ejemplo reciente y cercano se desveló en medios nacionales e internacionales: una trabajadora de la Comisión Federal de Electricidad, en la sede de El Cóbano, en Uruapan (sí, en Michoacán), denunció que ha sido víctima de agresiones sexuales por parte de un compañero que, a través de una red de complicidad entre sus compañeros, amenazó con iniciar una huelga si era despedido por las agresiones.

Los expertos definen a la corrupción como la captura de los recursos (humanos, técnicos y financieros), las decisiones y los puestos públicos y es, a través de esa captura que, para tener acceso a trámites, servicios y empleo, se hace uso de presiones desde uno y otro lado de la ventanilla. Y sobra decir que la corrupción también existe en el sector privado con las mismas características.

Undoc no puede establecer si hombres o mujeres somos más corruptos, pero sí hace referencia a que la exposición a las redes de corrupción (alta o baja) es el factor que determina la incidencia; es decir, la corrupción no tiene género, pero tiene oportunidades, niveles y expresiones distintas entre hombres y mujeres.

Las opiniones emitidas por los colaboradores de Metapolítica son responsabilidad de quien las escribe y no representan una posición editorial de este medio.

Rosmi B. Bonilla Ureña. Maestra en Gobierno y Asuntos Públicos Especialista en Comunicación Pública

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