En principio, la acción legal emprendida por Relaciones Exteriores parece acertada, pues evitar que las armas estadounidenses lleguen a las organizaciones criminales mexicanas ha sido parte de la agenda de nuestro gobierno desde hace lustros. Sin embargo, los esfuerzos de cooperación bilateral con Washington en este rubro han sido muy limitados y, casi siempre, infructuosos.
La cruzada de revisionismo histórico que ha emprendido el gobierno de la Ciudad de México llama la atención, no porque el revisionismo histórico sea malo en sí mismo. De hecho, la disciplina histórica se nutre de la constante revisión y reinterpretación de los acontecimientos del pasado. Sin revisionismo, no existiría la historia profesional: así de simple.
Recientemente, diversos columnistas como Fernando Escalante y Diego Petersen Farah han resaltado la importancia de la lectura para la formación académica y personal de los niños, las niñas y los jóvenes. Ambos propusieron que, durante la pandemia, en tiempos de educación a distancia, las autoridades escolares aprovecharan la ocasión para inculcarles el gusto por la lectura y la comprensión textual a los estudiantes.
Es muy famoso el lema “Poca política, mucha administración” atribuido a Porfirio Díaz. Sin embargo, entre todas las interpretaciones maniqueas o mitificadas del porfiriato, se ha perdido un poco el sentido de esa frase.
Hace unos días, se instaló la asamblea constituyente que redactará la nueva Carta Magna de Chile. El ejercicio, en sí mismo, merece una atenta observación, pues se trata de un hito histórico para ese país y para América Latina en general.
La semana pasada ocurrieron varios hechos ilustrativos del personalismo que caracteriza al gobierno federal y el partido oficialista. Buena parte de lo que ocurre en Morena y en la administración federal pasa por Palacio Nacional y depende de las simpatías, los afectos, los humores y, sobre todo, el sentido político y la escala de valores del presidente López Obrador.
En 2020, Ricardo Anaya publicó un libro titulado El presente, pasado y futuro de México, con el que regresó a la vida pública luego de dos años de ausencia, después de su estrepitosa derrota en la elección presidencial de 2018.
La semana pasada publiqué una carta abierta a los partidos de la coalición Va por México, en la cual expresé la frustración que sentimos muchos ciudadanos al tener que votar por el PAN, el PRI y el PRD tan sólo porque eran la opción “menos peor”. Asimismo, planteé algunas exigencias y críticas a esos partidos, entre las que destaca —valga la redundancia— la ausencia de autocrítica.
Si bien el día en que los ciudadanos salimos a votar es el momento estelar del proceso electoral, éste no se puede dar por concluido hasta que queden zanjados varios asuntos adicionales en los días y semanas posteriores al domingo 6.
“¿AMLO se va a reelegir o va ampliar su período presidencial?” es la pregunta que ha dominado buena parte de las columnas de opinión durante las últimas semanas. El debate empezó luego de la reforma para ampliar el mandato del ministro Arturo Zaldívar como presidente de la Suprema Corte y se intensificó con las constantes alusiones de López Obrador al tema.