El actuar del gobierno de nuestro país en el concierto de las naciones no es un actuar fuera de los principios y valores de política exterior que están consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y que fueron replicados en nuestra Constitución con el argumento de mantener un prestigio y un reconocimiento.
Se observa tanta mezquindad en los actores políticos en nuestro país que ante una guerra como la que hoy se vive en la Europa del Este no sean capaces de respaldar la posición del Gobierno mexicano y de más de 190 países y hacer un llamado conjunto al fin de la guerra y un llamado a la paz y a la solución negociada del conflicto.
A lo largo de la historia, y aún en nuestros tiempos, el populismo como categoría de análisis de la ciencia política ha observado y analizado la narrativa y el discurso propio de los dirigentes, organizaciones y gobiernos que lo caracterizan.
Es importante dejar muy claro que para caracterizar un gobierno populista se requiere de un análisis serio y responsable de la personalidad del liderazgo y de su forma de gobierno, la trascendencia de sus actitudes y el impacto de sus políticas.
El pasado 5 de febrero, en la fundación que dirijo comenzamos un curso de formación política-ideológica, y nuestro objeto de estudio fue y es el populismo. El curso es, sin duda, un buen ejercicio de reflexión y memoria histórica, conocimiento actual y previsión hacia el futuro.
En las últimas dos semanas se han llevado a cabo actividades en las que se debate la conveniencia de la reforma eléctrica. Dentro de estas actividades hemos podido encontrar reuniones académicas, reuniones de especialistas jurídicos, el parlamento abierto llevado a cabo por la cámara de diputados, incluso se ha hecho mención de esta reforma eléctrica en la mañanera y han fijado sus posicionamientos los partidos políticos, el sector empresarial, la secretaria de Energía de los Estados Unidos y el Embajador de Estados Unidos en México.
El gran desafío es que todos estos gobiernos y candidatos, si llegasen a ganar, no se conviertan en dirigentes populistas que solamente hablan, pero no hacen transformaciones profundas en sus sociedades.
Dialogar es hoy el instrumento de cambio que requerimos socialmente para no seguir polarizando y enfrentando a las y los mexicanos, a los actores políticos, y no haya decepción en la política y en los políticos que termine alejando a la población de su participación en las decisiones colectivas y aumente el malestar social en las instituciones de la República.
El presidente y los gobernadores tienen su visión de cómo resolver las cosas, y los congresos de mayoría gubernamental repiten sin cuestionar y sin analizar los argumentos y las políticas de los gobiernos del partido al que representan. Es así que todos los días, las notas de los medios de comunicación que llegan a nuestros ojos y a nuestros oídos simplemente descalifican al contrario y a la administración, ya sea esta a nivel nacional o a nivel estatal.
México requiere un gran acuerdo donde todos los actores políticos, económicos y sociales asuman la democracia como el espacio para diseñar políticas de larga duración, acceder al gobierno, disentir, coincidir y diseñar políticas de Estado.