Por Juan Manuel Álvarez Tur.
Universidad de Ciencias Informáticas.
Email: jmalvarez@uci.cu
En retrospectiva
A juicio del autor, la propuesta guevariana contenida en “El socialismo y el hombre en Cuba” revela, junto al pensamiento sociopolítico de Fidel Castro, la esencia vital para construir el socialismo cubano. Este comprendería el desarrollo de individuos con una conciencia de cuyo venero surgen actitudes y dinámicas sociales que marcan una distancia real respecto a las que se despliegan en el capitalismo, y al mismo tiempo son superiores, irrecusablemente nuevas. Según Martínez Heredia, interpretando el ideario del Che, no se trata solo de plantearse la oposición a ese régimen social que no ceja en su capacidad de perpetuarse en el tiempo, que es el capitalismo, sino que el socialismo tiene que ser diferente en sus métodos y motivaciones. (Martínez Heredia, 2010)
El autor coincide con el criterio sostenido por el destacado intelectual cubano (Ibídem) cuando afirma que el Che potencia la dimensión subjetiva en la transición socialista frente a la corriente que defiende la supeditación de la acción de los participantes en ese proceso (el parto doloroso del que habla Guevara) a las “condiciones objetivas”.
Una de las primeras observaciones que hace el Che en el texto, es que la construcción del socialismo se nutre de un proceso de concientización sobre una masa que no está preparada inicialmente para dar un salto cualitativo en su actividad social. Requiere, por tanto, de un influjo. Durante la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, plantea el Che que la guerrilla funcionó como “motor impulsor del movimiento, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo revolucionario”, creando “las condiciones subjetivas necesarias para la victoria”. (Guevara, 2013)
La concienciación política, en la concepción del Che, es un proceso sumamente complejo, porque la “…nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado”. Para el Che no solo aplican como elementos que lastran el proceso “los residuos de una educación orientada al aislamiento del individuo”, sino también, dado el carácter mismo de la transición, la persistencia de las relaciones mercantiles. Afirma: “La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia”. (Ibídem) El Che es muy claro. Hay una competencia, una lucha. Una convivencia entre aspectos del nuevo régimen a crear y el que le antecede que se debe transparentar a toda la sociedad.
En el orden de la orientación ideológica socialista, si bien hasta el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, considera el autor que, con fluctuaciones y dinámicas no siempre positivas, existió en Cuba una actividad organizada para desarrollarla, entiende también que, en alguna medida presionada por el período especial y el recrudecimiento de la política de cerco económico estadounidense, la ineludible tarea de concientizar al pueblo en lo que respecta al socialismo, sus metas y demandas, no ha logrado recuperar el ritmo ni el volumen que alcanzó. Y la transición socialista precisa de intencionalidad, de un fuerte componente de consenso ideológico. En caso contrario, ese espacio es ocupado por la ideología capitalista, que se expande sin oposición. El Che alerta: “Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate”. (Ibídem)
A irradiar en las masas la idea del socialismo debe contribuir la actividad de concientización política apoyada en el marxismo, pero el marxismo del Che es un marxismo inquieto, que interroga y reflexiona: copia, modifica y tacha. Resalta la profesora y ensayista Isabel Monal, que el marxismo actualmente en Cuba “está muy desocializado, en estado desastroso”. Si bien en la década de 1960 existió un amplio debate alrededor de modos diferentes de valorar el marxismo, señala Monal que hoy no se cuenta con ninguna de las dos corrientes predominantes de manera consistente. Asevera Concepción Nieves que es urgente percatarse a tiempo de que la reflexión sobre los senderos socioeconómicos que recorre actualmente Cuba y el hacer no pueden estar divorciados del pensamiento marxista. (Temas, 2010)
El desarrollo de una base económica que sustente cada vez más creciente la satisfacción de las necesidades de las personas, no es para el Che aquella clave que define el socialismo: para él, la clave es la conciencia que la sociedad ha logrado inculcarse. Por eso dice que “para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo”. (Guevara, 2013)
El hombre nuevo del Che es inevitable para el socialismo cubano porque solo él podrá, preñado de la conciencia comunista, arrostrar los sacrificios que entraña la construcción de la nueva sociedad en un país que no tiene altos niveles de desarrollo de la vida material. Por eso en una carta que data del 14 de marzo de 1960, afirma Guevara que el futuro socialista solo es posible conquistarlo con “sudor, trabajo y sacrificio”. (Ibídem)
El Che promueve que un agente catalizador en el desarrollo de la conciencia sea el ejemplo de la vanguardia. A través de su revolucionario despliegue, el ejemplo se yergue como una manera efectiva de educar a la masa, acompañado del discurso, o sea, de la orientación ideológica necesaria para señalarle con claridad dónde encontrar los basamentos de la nueva sociedad. Refiere el Che: “tendremos que nutrirnos de la masa”, anotando inmediatamente que “esta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo”. (Ibídem)
Sin estos catalizadores —el ejemplo de la vanguardia y la orientación ideológica— o cuando sus rendimientos son bajos, la construcción socialista entra en modo de hibernación, o bien puede haber una completa regresión política.
Sobre la vanguardia, alerta el Che que sus miembros no pueden esperar “ninguna retribución material”, y que se trata de una tarea magnífica pero también angustiosa. Cuando se revisa el ideario guevariano en lo que respecta a su conceptualización de la actitud que debe guiar la vida social del dirigente, se levanta una propuesta notablemente difícil de aceptar y ejecutar, con un vivo llamado a la austeridad. Observa el Che que si “un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la Revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción”. También puntualiza que los hijos de aquellas personas que ocupan puestos de dirección “deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común”. (Ibídem)
Para Guevara, el cuadro es “un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa”. En el Che es muy importante, que si bien ese cuadro debe unir su desarrollo político a un apropiado nivel técnico, su capacidad de sacrificio debe ser grande. En su texto “Contra el burocratismo”, expresa la necesidad de encontrar personalidades “probadas en el sacrificio”.
Toda esta lógica del Che, a juicio del autor, debe estar siempre presente en la práctica social del dirigente en un país en transición socialista. Y tal aserto va en dos direcciones. No debe bajo ninguna circunstancia fijarse como tendencia que el acceso a determinadas prebendas socioeconómicas sirva como palanca motivacional para ocupar cargos de dirección. Tampoco deben establecerse diferencias en cuanto al nivel de satisfacción de la vida material de los cuadros y sus familias, en oposición a la situación de aquellos obreros que no ocupan cargos. Prácticas de privilegio en el otorgamiento de viviendas, el establecimiento de comedores especiales o la distribución con prioridad para ellos de planes vacacionales (por citar algunos ejemplos) erosionan la percepción que sobre ese grupo de avanzada se extiende en la población. Esto es más crítico todavía cuando los dirigentes no tienen suficiente capital político.
El Che comunica una y otra vez que toda la práctica social debe ser diferente a como ha sido para implicarse en una construcción efectiva del socialismo. En la asunción del trabajo, la esencia que ofrece el Che es, para el autor, muy certera. En abril de 1965, antes de su partida al Congo, el Che (Guevara, 2012) le escribe a Fidel: “Nosotros tenemos una gran laguna en nuestro sistema: cómo integrar al hombre a su trabajo de tal manera que no sea necesario utilizar eso que nosotros llamamos el desestímulo material, cómo hacer que cada obrero sienta la necesidad vital de apoyar a su revolución y al mismo tiempo que el trabajo es un placer”. Más adelante señala: “Si la solución estuviera en la posibilidad de desarrollo de ese mismo obrero en el sentido material, estaríamos muy mal”.
En el tiempo que vivió el Che, todavía faltaba (como falta hoy) que el trabajador lograra “la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos”. Y era tajante en la sentencia posterior: “Esto será el comunismo”. (Guevara, 2013) O sea, asumir el trabajo desde una posición esencialmente lúdica, de entusiasmo, es una señal inequívoca para el Che del comunismo que vendrá.
Por tanto, no defiende la tesis de motivar al individuo para el trabajo desde la inyección previa de mejoras económicas, o la esperanza de obtenerlas. El Che habla de crear en él la conciencia de la importancia de su aporte para la creación de la nueva sociedad. Dinámicas como trabajar más y mejor cuando se recibe más en términos monetarios, que se aprecian en las nuevas formas de gestión económica en Cuba, donde sus integrantes expresan felicidad por los resultados económicos que obtienen y un mayor sentido de pertenencia con lo que hacen, son antitéticas con el pensamiento del Che, que es estar contra la moral comunista que él defendió; demuestran también una incapacidad para influir desde la educación política en las personas que así se manifiestan. Es importante también notar la convergencia del Che y Fidel en esta idea sobre lo que constituye una moral comunista en el ejercicio del trabajo social:
“Si el hombre trabaja más porque gana más, es una actitud positiva…, ayuda, produce más, pero no es una actitud comunista. Si hace más porque va a recibir un estímulo material, puede ser útil y puede aumentar la distribución, la riqueza y ayudar al desarrollo, pero no forma una conciencia comunista”. (Castro, 1982)
Para el Che, durante la transición socialista el “hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida, que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja: el cumplimiento de su deber social”. Se aprecia convicción cuando redacta estas líneas, además de su capacidad para fijar postulados filosóficos con los que el autor coincide. (Guevara, 2013)
El Che también plantea: “Resta un gran tramo a recorrer en la construcción de la base económica, y la tentación de seguir los caminos trillados del interés material como palanca impulsora de un desarrollo acelerado es muy grande”. Es un arma mellada del capitalismo, y conduce a “un callejón sin salida”. Tenía muy definido por qué, en ocasiones, se abusaba de la palanca del interés material, o de la privatización: “No (…) escondo mi preocupacion porque el Estado haya sido muchas veces menos eficaz que el productor privado”. El Che admite esto pero está convencido de que esa lógica es reversible, por eso aquel llamado a “no desconfiar demasiado de nuestras fuerzas”. (Ibídem)
Cuando el Che defiende no utilizar las armas melladas del capitalismo, lo que pretende es destacar que bajo dinámicas capitalistas no se aprehende una moral comunista. El autor suscribe este juicio guevariano. En ambos (en el Che y en Fidel) es palpable la idea de que la fórmula no es “desarrollo para ser socialistas”, sino “ser socialistas para traer el desarrollo”. Las personas deben comprender la necesidad de un cambio para ser más libres y solidarias, construir un orden mundial más justo, y, en virtud de tal fin, modelar su práctica social, que debe conducir al establecimiento de una sociedad con mayores oportunidades de acceso a bienes y servicios.
En su “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, el Che no vacila en anunciar que puede estar equivocado en defender que el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción que el estímulo material: “si en el curso (de la experiencia) se demostrara que es un freno peligroso para el desarrollo de las fuerzas productivas, habrá que tomar la determinación de cortar por lo sano y volver a caminos transitados”. Hay expresada en esa sentencia una dialéctica importante. Pero también es preciso atender al bajo desarrollo que ha tenido la actividad de concientización social, como han expresado analistas citadas aquí.
Aunque el estado de la concienciación política en clave guevariana pudiera catalogarse como crítico, reflejándose cierto agotamiento de la creatividad para educar a las masas en la radicalidad de su propuesta, debe señalarse ineludiblemente la difícil situación de hostigamiento económico y político al que ha sido sometida la Revolución Cubana desde su nacimiento como un importante e influyente factor.
Sobre estos asuntos, es necesario discutir mucho más, sin pretender utilizar las ciencias sociales para validar un cambio que impulse la economía, sino concretar una ciencia social para la liberación, para la construcción del socialismo, y sobre esa base erigir el “puesto de mando” sobre la economía. No se puede dirigir a sí misma (oferta y demanda) porque, como plantea Martínez Heredia (2015), tal idea “es una piedra miliar de la ideología del capitalismo”.
Breve incursión en el pensamiento guevariano y la democracia.
El Che busca una democracia nueva y, aunque no llega a definir cómo debe funcionar, sí la dibuja fijando sus fronteras bien alejadas de la democracia burguesa con sus “cámaras legislativas”. Un ordenamiento ajustado a las condiciones y peculiaridades de la construcción del socialismo cubano. Para él, la institucionalización a crear debe ser “un conjunto armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados que permiten esa marcha (hacia el comunismo), que permitan la selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia”. Finalmente, debe llegarse a “algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el gobierno y la comunidad en su conjunto”. (Guevara, 2013)
Al mismo tiempo, escribía el Che que se requería cuidado para que ningún aspecto formal separara a la clase dirigente de la masa, lo que podría hacer “perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación”. Ello le sugiere al autor, que mover la Asamblea Nacional del Poder Popular de lugar, no determina el grado de profundidad de la democracia que como institución puede alcanzar. Al movimiento hay que dotarlo de sentido y llenarlo cada vez más de participación popular.
Conclusiones
Si se excluye el legado más radical del Che y Fidel, y tampoco se cruza con el marxismo la realidad cubana de hoy, entonces, para el autor, no se puede hablar fielmente de construcción del socialismo en Cuba. Lo “normal”, o conquistar solo “lo que es posible”, vendría siendo la historia de siempre del capitalismo: éxito o fracaso, una sociedad marcada por el culto hacia lo material, la permanencia de la discriminación en el acceso a bienes y servicios y la explotación entre las personas. Como se ha podido apreciar, para el Che lo que marca o no la presencia de una moral socialista es la conducta con la que se asume la vida social, los valores en los que ella se sustenta, la solidaridad, la participación en tareas de culturización socialista y desarrollo colectivo. El Che no solo es perfectamente extrapolable a nuestra actualidad, más que eso, es necesario, ineludible, y cualquier orden social que pretenda lo contrario no será socialista, aunque se presente con ese ropaje.
Fuentes:
Martínez Heredia, Fernando. A viva voz. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010.
Guevara de la Serna, Ernesto. Che en la Revolución Cubana. Tomo 1. Editorial José Martí, La Habana, 2013.
Revista Temas. El legado de Marx (Panel efectuado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 27 de mayo de 2010.). Disponible en: http://www.temas.cult.cu/revistas/71/093-106_Marx.pdf
Guevara de la Serna, Ernesto. Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965). Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2012.
Castro Ruz, Fidel. Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, en el Acto Clausura Del IV Congreso de la UJC, el 4 de Abril de 1982. Disponible en: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1982/esp/f040482e.html.