La necedad de Toño | Antonio Aguilera

“La ciencia política debe ser concebida en su contenido concreto y también en su formulación lógica como un organismo en desarrollo”, señalaba Antonio Gramsci en sus Cuadernos desde la cárcel.
Añadió, también, que las relaciones de fuerza entre unos y otros, y los diversos grados de relación entre la estructura económica y la superestructura política, derivan en un grupo dominante –que puede ser un partido político– y como tal hace prevalecer sus intereses sobre todos lo demás y de hecho los subordina, en “un equilibrio inestable”. Lo importante en un análisis histórico de la correlación de fuerzas es “saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional” en la lucha política. Para ello recomendamos la lectura de Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno, de  Gramsci.
La correlación de fuerzas es una de las mínimas condiciones para ejercer cualquier acto político que se presuma de democrático. No hay partido político que en su interior no contenga grupos, que permiten los equilibrios respecto a la toma de decisiones.
Estas líneas de intereses internas subyacen como un juego de poderes, que al final se subordinan al objetivo central del partido. En los institutos políticos, las decisiones se tomen en mesas políticas con la representación de las principales agrupaciones políticas, cada cual con su peso específico.
Corresponde a cada partido la decisión de qué método o métodos de elección de candidatos adoptar en cada proceso, decisión que después las dirigencias nacionales tienen que acatar ante sus cuadros, que aspiran a un cargo, ya que la aplicación caso por caso es susceptible de impugnación ante la autoridad electoral.
Por eso, en el caso del PRD, la correlación de fuerzas ha cambiado con el paso de los años. Se pasó, en los orígenes de la década del 2000, en donde el grupo de Andrés Manuel López Obrador vino a suplantar la hegemonía política de Cuauhtémoc Cárdenas; posteriormente, tomaron su relevo la Nueva Izquierda de Los Cuchos, y a fechas recientes el grupo mayoritario es Alternativa Democrática Nacional de Héctor Bautista.
En el último Consejo Nacional Electivo del PRD, en donde se eligió a la nueva dirigencia nacional del PRD, fue evidente el peso específico existente en cada grupo al interior del perredismo, con una Nueva izquierda en franco retroceso, el surgimiento intempestivo de Vanguardia, expresión ligada a Miguel Ángel Mancera y de los galileos de Acosta Naranjo. Pero también se puso en evidencia que hay grupos que prácticamente no crecen, como es el caso de Foro Nuevo Sol.
Esta expresión, a la que pertenece el Gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, necesita de otras alianzas a fin de afianzar sus propuestas de candidaturas en el ámbito federal.
El PRD nacional está conformado por dos bloques, uno dirigido por ADN y Vanguardia, y el otro por Los chuchos y galileos, en torno a estos dos grupos mayoritarios, deambulan otros grupos satélites. Aquí es donde se circunscribe FNS.
Por ello, no se explica la decisión del diputado local, Antonio García Conejo, de registrarse como precandidato al Senado de la República por Michoacán, ya que los números no le dan para poder encabezar esa fórmula.
Esa decisión, no sabemos si avalada o no por su medio hermano, el gobernador Silvano Aureoles, está generando una división al interior del partido en el poder en Michoacán, ya que de cara a la celebración del Consejo Estatal de este fin de semana, FNS, que es la corriente que tiene el 50% del Consejo, busca imponer una mayoría numérica que no tiene.
Dicho consejo se antoja complejo y ríspido, ya que el diputado local pretende hacer valer la consanguineidad a toda costa, sin importar si rompe los acuerdos o el equilibrio interno, para aventurarse a un proyecto que hasta el momento carece de certidumbre y hasta de lógica.
Como lo hemos señalado, los procesos internos del PRD se ponen más emocionantes que el Superbowl o que una serie de Netflix. Habrá que ver el desenlace de este nuestro muy doméstico juego en la Casa de las Cartas.
@gaaelico