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La violencia como mecanismo de control | Héctor Tenorio

La sociedad mexicana ha sido sometida a una experiencia traumática en esta guerra no convencional entre el Estado y los distintos carteles del narcotráfico. La situación los ha conducido a sufrir perdidas de manera constante. En el libro La teoría de shock de Noemi Klein, la investigadora norteamericana explica que las autoridades imponen el miedo como una sensación colectiva para que sirva de barrera a la organización social integral: Participación política, democracia económica (salarios altos y precios bajos para poder comprar lo que necesitamos, lo cual es técnicamente viable), relaciones solidarias y una forma ecológica de vida.
En este contexto, campesinos, estudiantes, amas de casa, carpinteros, plomeros, desempleados no pudieron salvarse de la ineficacia de las autoridades para protegerlos. Si queremos dimensionar la magnitud del problema debemos citar el caso de los 23 presidentes municipales que fueron asesinados en el actual sexenio; de acuerdo a la Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC) en los últimos 11 años, la cifra de alcaldes en funciones, electos y exalcaldes ejecutados de manera violenta es de 109.
El verdadero nudo gordiano de la cuestión radica en que no existe frontera entre la clase política y el crimen organizado, se han fusionado. México no es un Estado fallido solo se transformó; los delincuentes cobran el uso de piso, brindan seguridad, deciden quien vive o quien no. Los criminales-políticos se alimentan de la corrupción que es la columna vertebral de la economía nacional. Como consecuencia las instituciones sufrieron un desgaste mayúsculo, perdiendo así el respaldo de la población. El gobierno federal hizo un llamado para que la violencia no afecte el proceso electoral que se avecina. Según ellos La Ley de Seguridad Interna será la panacea a la falta de seguridad. Cuando en realidad solo legitima la presencia de soldados y marinos en las calles. Desde el invierno del 2006 han abusado del poder que les dan las armas, denigrando el uniforme. Del otro lado, los detractores de la LSI aseguran que se militarizará la nación, ¿de qué hablan? Esto es una realidad en innumerables municipios.
El mayor triunfo de los delincuentes radica en que la población no ve la luz al final del camino. Los intelectuales reconocen que la violencia los agarró de sorpresa, nunca la vieron venir. Nadie estaba preparado, pero lo peor es que todavía no lo están. Las personas se niegan a renunciar a su forma de vivir, esperan volver a contar con falsa tranquilidad.
Entre los que más han sufrido para adaptarse a estos tiempos violentos son los periodistas, este año han muerto 12 por diferentes motivos. Ejercer tal oficio en el interior del país es una tarea compleja. Los malos sueldos provocan su vulnerabilidad y se ven obligados a pedir “chayotes” a los políticos creando un círculo vicioso entre ambos o en el peor de los casos a relacionarse con el crimen organizado. Muchos comunicólogos antes de perder la vida fueron amenazados por los poderes fáticos y no pudieron escapar de su ineludible destino debido a la falta de recursos económicos. Otros, fueron asesinados porque estorbaban en los negocios de los politicos y del narcotráfico. No perdamos de vista que el traslado de droga a los Estados Unidos, los secuestros, las extorsiones etc, son un negocio. Entonces bajo estas circunstancias queda claro lo siguiente; la libertad de expresión no existe, porque no hay estado de derecho, por tanto, no hay democracia.
Es una sociedad muda, ciega e insensible donde la información se vuelve peligrosa para quien la conoce y la comparte.




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