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Y Peña quemó el Reichstag | Por Antonio Aguilera

El filósofo francés, Louis Althusser, identificó que todo Gobierno, por más democrático que se diga, funciona como un aparato  de  Estado, y que este aparato opera siempre de forma represiva, violenta o coercitiva, para defender los intereses del régimen que lo ostente.
Al interior de dichos aparatos de estado funcionan los llamados aparatos ideológicos, los cuales intervienen  indirectamente  como  fuerza  represiva  de  apoyo  cuando los entes coercitivos del estado (las instituciones de Seguridad, Defensa y Procuración de Justicia) son “desbordados por los acontecimientos”, y, por encima de este conjunto, al Jefe de Estado, al Gobierno y la administración en turno.
El francés señaló que mientras que  el  aparato  (represivo) de Estado (unificado) pertenece enteramente al dominio público,  la mayor parte de los aparatos ideológicos de Estado (en su aparente dispersión) provienen en cambio del dominio privado.
Son privadas las Iglesias, los partidos, los sindicatos, las familias,  algunas  escuelas,  la  mayoría  de  los  medios de comunicación,  las  familias,  las  instituciones  culturales, etc., etc. Estos aparatos ideológicos se activa a la par del ejercicio represivo del estado, tanto para justificar, avalar y tropicalizar las decisiones del aparato de estado.
Traemos todo este corolario teórico para explicar la decisión del régimen de Enrique Peña Nieto de meterse y alterar el proceso electoral que se desarrolla en nuestro país. El presidente, conocido como el primer priísta del país, exhibe un alto nivel de crisis y desesperación que ahoga a su partido, ya que el resultado de la precampaña fue desastroso para su candidato presidencial, José A. Meade, un tecnócrata que carece de alma social, de vínculos con la sociedad y que jamás logró hilvanar una propuesta tangible.
Por ello, decidió quemar el Reichstag, es decir, incendiar el orden institucional del país y poner a la PGR al frente del cuartel de campaña de Meade, a fin de reventar al contendiente que más tienen a la mano, que es Ricardo Anaya, a fin de forzar la elección a un escenario de tercios.
Las encuestas de febrero arrojaron un escenario incontestable: la elección es de dos, AMLO vs Anaya, ya que Meade sufrió un colapso indetenible. Por ello, las alertas se desataron en Los Pinos, obligando al Presidente a recurrir a su último recurso, la intervención directa en la contienda. Al estilo de Hitler, quebrantó el orden institucional y puso en marcha el aparato de estado y los aparatos ideológicos para no sólo enjuiciar a Anaya, sino para perseguirlo.
El régimen ordenó a la PGR no sólo investigar a Anaya, sino casi casi acosarlo, sacarlo de su eje de rotación y hasta exhibirlo, como sucedió con la filtración del video en donde acude a las instalaciones de la Seido el pasado miércoles.
Estamos presenciando algo muy delicado, porque estas acusaciones, entre los distintos candidatos a la presidencia de la República,  que en los hechos es la disputa por el segundo lugar, tiene como fin inmediato que para el equipo de Meade,  llegar al inicio de la campaña en una posición un poco más cercana a Andrés Manuel López Obrador.
Lo peor que le puede pasar a Meade, es que siga en tercer lugar y pelear durante mes y medio para alcanzar el segundo lugar. Lo novedoso de esta persecución contra Anaya, es que el aparato d estado y sus entes ideológicos adelantaron la guerra sucia, desataron las campañas negativas, las cuales si bien son algo normal en la democracia y no hay que escandalizarse, pero de lo que sí hay que escandalizarse es cuando se va más allá de la simple denuncia y sobre todo cuando están de por medio las instituciones.
Aquí un tema delicado es la Procuraduría General de la República, una institución que viene de una crisis de dos sexenios, porque en los hechos durante la presente administración quedó exhibida como una institución ineficaz, corrupta, carente de autonomía y hasta poco creíble para investigar los delitos desde hace tres sexenios.
La PGR arrastra los grandes casos de Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, Tanhuato, y muchos más en los cuales sólo ha buscado dar carpetazo a dichos asuntos. Tres procuradores han desfilado en este sexenio, y el actual se trata de un encargado de despacho, que dicho sea de paso, es bastante cercano a Meade.
Durante este sexenio se insistió desde el principio, en la necesidad de encontrar la fiscalía autónoma, pero hemos tenido la Procuraduría bajo fuego, prácticamente todo el sexenio.
Tenemos proyectos de reforma en un sentido u otro para la autonomía, tenemos proyectos en donde el fiscal estaba iba a tener continuidad, tenemos una facha en términos de transición, lo que sirva o no sirva en la historia de las instituciones, cuatro procuradores en este sexenio, Murillo Karam, Arely Gómez, Raúl Cervantes, Elías Beltrán el encargado del despacho, no tienes procurador, tienes un encargado del despacho.
Los indicadores de impunidad en México, hablan de que los hay Delitos que quedan impunes en México, son del orden de 97 al 98 por ciento, varía mucho en algunos delitos, varía mucho en algunos casos, pero con 98 por ciento de impunidad, hay una patente para delinquir, hay una patente para cometer delitos y estamos en una condición muy complicada.
Ver ahora a la Procuraduría que tiene tantos déficits, tantos casos, tantos asuntos delicados para el país, tantas acusaciones de corrupción, tantos temas, los 43 no encontrados, tantos agravios en temas delicadísimos, y ver a la Procuraduría emitiendo un boletín de prensa, como si el tema más relevante del país, fuera un candidato que va a declarar y dice una mala palabra o no, es meter a la Procuraduría en un debate político que no se merecen las instituciones. Peña sigue quemando el Reichstag.
Y la reflexión que tiene que hacer el presidente Peña, la élite política, los intelectuales de este país, y sobre todo la clase gobernante, la reflexión es ¿con qué Procuraduría me gustaría a mí ser juzgado?
Imaginemos que Meade es Presidente de México –soló imaginémoslo, y que dentro de seis años alguien te acusa ¿qué Procuraduría te gustaría ver del otro lado de tu acusación? ¿Te gustaría ver una Procuraduría seria, profesional, con investigadores serios, independientes, con solidez, que respeten los tiempos legales, que respeten los derechos humanos?
Esa es la Procuraduría que si tú fueras ex presidente de México o un gran empresario, o un expresidente de un partido político, o ex candidato y estuvieras acusado por alguien, por cualquier cosa, te gustaría ver esa institución ahí.
Este curso, todos sabemos que los tiempos de la justicia en México son formalistas, finalmente para unos sí, para otros no. Cuando detienen a Esther Gordillo, la galería aplaude, y dice ‘bueno, detuvieron a Elba Esther Gordillo, que bueno, era algo que la gente pedía y era, y es juzgada, y todo el sexenio pasado en la cárcel.
Pregunta ¿era la única, no había otro en su misma condición, no había otros líderes sindicales, no había otro caso que mereciera de parte de la misma institución o de las mismas instituciones el mismo tratamiento? en un ejercicio equitativo de la justicia.
Por eso, en este momento el problema de las acusaciones entre partidos políticos, es que no tenemos una arena confiable, creíble para dirimirlos. El tema es que las acusaciones que se hagan en contra de Anaya, y no importa que diga PGR y no importa lo que diga los jueces, no lo vamos a creer ¿porque no lo vamos a creer? porque no tenemos esa institucionalidad confiable.
Puede ser culpable, puede haber hecho o haber cometido un delito de lavado de dinero, pero como se está haciendo en un momento político, de manera política, no lo vamos a creer, y si hace una acusación Anaya en contra de Meade, no lo vamos a creer.
Peña ha decidido ponerle fuego al edificio institucional del país, todo por tratar de rescatar a su alicaído candidato presidencial.
Lo que no está calculando bien Peña es que están construyendo un mártir y están construyendo una víctima, ya que no existen condiciones de bajar un candidato a solo un mes del arranque de la campaña.
Veremos a Anaya en la boleta, aunque mañana aparezcan otras cinco acusaciones en su contra; ya decía Trump, “yo podría disparar en Nueva York, en cualquier calle y de todas maneras la gente votaría por mí”.
El PRI se está colocando en uno de sus puntos débiles más grandes, que es la parte de la impunidad que generó, se está colocando el frente de los otros candidatos.
La elección ya está enrarecida y ensuciada, y quien la incendió fue el mismo líder de las instituciones.




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