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Muere Cuauhtémoc Garcia Pineda, el periodista que grabó la masacre de Tlatelolco

Por Antonio Aguilera
@gaaelico
Nieto de un Gobernador michoacano de la era porfirista, periodista y torero, Cuauhtémoc Garcia Pineda fue testigo inmejorable de los sucesos que desencadenaron la matanza del 02 de octubre de 1968. García Pineda murió la tarde de este domingo aquejado de muchos malestares, y pese a su ajetreada vida, que lo llevó a conocer a muchas personas, ser amigo de presidentes de la República, Gobernadores, actores y muchos toreros, falleció casi en la miseria.
Conocido en el gremio periodístico michoacano como “El Matador” o el “Chief”, García Pineda deambuló por muchos derroteros, pero la vida quizo que muriera como periodista. Pero también la vida lo puso en el momento preciso y a la hora exacta, para que fuera testigo inmejorable de la forma en la cual el estado mexicano planeo la masacre de la Plaza de Tlatelolco. Desde el piso 19 de la Torre de la que entonces fuera la Secretaría de Relaciones Exteriores, el michoacano filmó los momentos en los cuales el Batallón Olimpia urdió el ataque a los estudiantes que se manifestaban el 02 de octubre de 1968.
García Pineda jamás dejó de señalar a Luis Echeverría como uno de los autores intelectuales de la masacre. Hoy el periodista esta muerto, y el genocida sigue vivo, pero la huesuda sabrá la hora exacta de hacer justicia. El Chief García Pineda fue quien hizo posible que se instaurara un proceso penal en contra del expresidente Luis Echeverría Álvarez. Hasta el último de sus días vivió lleno de recuerdos que no lo dejaban en paz.
De acuerdo a la crónica que en repetidas ocasiones narró a muchos absortos comunicadores y hasta algunos desinteresados periodistas, con los que convivimos en los pasillos de la casona de Anzorena, que alberga la sede del Congreso del Estado de Michoacán, el “Chief” detalló el meticuloso operativo paramilitar que se implementó ese día, para darle “un escarmiento” a los estudiantes, ya que la premura del régimen de Gustavo Díaz Ordaz era detener a “los comunistas” para que no ensombrecieran el arranque de las olimpiadas.
Cuauhtémoc Garcia Pineda se lo contó a María Scherer de la siguiente forma:
 
La noche del 1 de octubre de 1968, Ángel Bilbatúa, camarógrafo oficial de la Presidencia de la República, ordenó a su ayudante, Cuauhtémoc García Pineda:
—Váyase mañana a Gobernación, a las siete en punto. Y no haga preguntas.
Al día siguiente, en esa Secretaría, lo esperaban varios agentes federales. Cargaron cámaras de cine y le ordenaron que los acompañara, sin decirle a dónde. Una camioneta enfiló hacia el norte y se detuvo en el interior del estacionamiento de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en Tlatelolco.
García Pineda fue conducido al piso 19 y ahí se encontró con Servando González —el célebre director de la película Viento negro—, que también trabajaba para el gobierno desde el sexenio de Miguel Alemán.
González dirigía la instalación de tres cámaras ante los ventanales de la espaciosa oficina.
Esa mañana, en distintos puntos de la Plaza de las Tres Culturas, otros camarógrafos preparaban sus equipos de filmación: uno en lo alto de la iglesia de Santiago Tlatelolco; otros dos, cubrieron otros ángulos.
Por la noche, seis cámaras de cine habían capturado 120,000 pies de cinta; imágenes hasta hoy desconocidas de la matanza del 2 de octubre.
50 después, Cuauhtémoc García Pineda y Servando González relataron a Proceso lo que vivieron aquel día:
Servando González prestaba sus servicios en la Secretaría de Gobernación y durante el movimiento estudiantil filmó diversos aspectos de mítines, disturbios y manifestaciones.
Dice que la víspera de la masacre se le dio la orden —no recuerda a través de quién— de acudir a Relaciones Exteriores con seis equipos de cine, y de mantenerlos en funcionamiento.
“Ahí estuvieron García Pineda, Armando Dávila, Emilio Fernández y otros fotógrafos, cada uno con su cámara. Por supuesto, ninguno imaginábamos lo que iba a suceder”, comenta
González y García Pineda estuvieron en el piso 19 hasta las cuatro de la madrugada del día siguiente.
García Pineda —apodado El Matador—, habló con la reportera en el deplorable cuarto donde vive, en Morelia.
“Rodamos desde el mediodía hasta que la oscuridad nos lo impidió”, recuerda
“Filmamos también con reflectores”, corrige Servando González.
García Pineda asegura: “Echeverría estaba enterado de lo que iba a suceder”

Miente Echeverría

García Pineda responsabiliza a Luis Echeverría de la desaparición de la película y exige que el expresidente dé cuenta de ello. “Echeverría lo sabía, Servando era su amigo. A él le encargó la filmación”
El Matador trabajaba directamente con Angel Bilbatúa. Era asistente de camarógrafo en la Presidencia de la República
Por instrucciones de Echeverría —dice— Servando González hacía un seguimiento fílmico del movimiento estudiantil.
El martes 01 de octubre de 1968, Cuauhtémoc supo a través de Bilbatúa: “El señor presidente sale a Guadalajara”.
El asistente creyó, como solía suceder, que viajaría con Díaz Ordaz; pero su jefe le indicó que debía presentarse al día siguiente, a las siete en punto, en la Secretaría de Gobernación.
—¿Y yo qué tengo que hacer en Gobernación? —preguntó a Bilbatúa.
—No haga comentarios; usted vaya —le ordenó.
En Relaciones Exteriores, los agentes que lo habían trasladado lo auxiliaron en la instalación de las cámaras Arriflex y descargaron los rollos.
Servando González instruyó a García Pineda para que colocara las cámaras detrás de los ventanales que miran hacia la plaza.
Con timidez, el asistente propuso rodar desde lo alto de la iglesia, a fin de dominar la plaza. Ignoraba que, de hecho, había ya una cámara colocada ahí, además de otras en la explanada.
 
La película se filmó, de principio a fin, detrás de las cortinas.
García Pineda recuerda que así lo exigió el director Servando González, pero éste aclara que así se lo exigieron los agentes de Gobernación.
Las cámaras quedaron colocadas justo en el punto en que las telas se unen. Los tripiés hidráulicos les permitían cierto margen de movilidad.
La precaución tenía como propósito evitar el reflejo de las lentes.
Fue terminante, además, la prohibición de fumar porque —según les explicaron— las brasas podían ponerlos en la mira telescópica de algún francotirador.
Tampoco se permitiría salir de la oficina. Montado el equipo, cerca del mediodía, El Matador lo intentó:
—Usted no sale de aquí —se le amonestó
García Pineda llamó a Bilbatúa a Los Pinos, hambriento y enfadado.
—Mándeme unos tacos
—Matador, pórtese bien y no haga comentarios —le respondió el reputado camarógrafo
A las dos de la tarde, con los primeros manifestantes que llegaban a la Plaza, González y García Pineda hicieron correr las cámaras. Inmutables, los agentes de Gobernación observaban.
El Matador recuerda las fastidiosas horas de la filmación previas a la balacera. Miraba a los estudiantes congregarse frente al edificio Chihuahua. Desde el piso 19 se podía ver la llegada de los primeros contingentes y vehículos militares.
Afirma haber visto el momento en que una luz de bengala bajaba con suavidad, sostenida de un paracaídas.
Faltaban unos minutos para las seis de la tarde; la balacera empezaba, desatada. Observó entonces a la gente en carrera hacia el edificio Chihuahua. Reconoce que perdió el control y, desencajado, encendió la marcha automática de la cámara y se tendió sobre el piso.
Unicamente se levantaba para cambiar los rollos, uno tras otro Intermitente como la balacera, la producción se interrumpió con la caída del sol.
Para entonces, veía arder los pisos superiores del edificio Chihuahua, donde había hecho blanco el disparo de cañón de una tanqueta militar. Miraba las llamas, amenazantes.
Servando González —según el relato de El Matador— en ningún momento se dejó ganar por la cobardía Impávido, permaneció tras la lente.
“Servando es muy macho Lo filmó todo”, dice.
“El 2 de octubre me hizo mucho daño. Era cumpleaños de mi hija Alicia y mi familia me esperaba”, lamenta Servando González.
No fueron en balde las recomendaciones de los agentes. González y García Pineda coinciden en un mismo pasaje de sus respectivos relatos: En medio del tiroteo, una bala de alto calibre traspasó una de las ventanas de la oficina y uno de los agentes resultó herido.
A diferencia de El Matador, quien sostiene que sólo había cuatro agentes, Servando González dice que “había mucha gente de Gobernación y de Relaciones Exteriores”.

Las imágenes del 68

De aquella fecha siniestra quedan pocos testimonios fílmicos, todos apresurados, circunstanciales, improvisados, exhibidos en documentales del movimiento estudiantil.
Los dos más importantes han sido: El Grito, de Leobardo López, y México 68, del cineasta independiente Oscar Menéndez Los realizadores fueron representantes estudiantiles ante el Consejo Nacional de Huelga.
Menéndez capturó, en los últimos minutos de su cinta, el inicio de la balacera, con los rostros que se asomaban por las ventanas del edificio Chihuahua; la multitud que se desbandó en la explanada; los pelotones de infantería que cruzaban por la esquina del edificio de Relaciones Exteriores; la luz de bengala que cayó a un costado de la torre de la iglesia de Santiago Tlatelolco; los últimos oradores.

El terror

Fue el documental de Menéndez el que aprovechó la Secretaría de la Defensa Nacional como argumento para reafirmar que los soldados no dispararon primero, sino que fueron recibidos a balazos desde lo alto del extremo sur del Chihuahua.
El 23 de diciembre de 1993, la Sedena presentó en conferencia de prensa y en televisión una versión del trabajo de Menéndez Según el cineasta, a su documento fílmico le fueron agregados seis minutos; la Defensa se atribuyó la propiedad de todas las escenas; descontextualizó su contenido y le añadió juicios de valor En suma, desvirtuó el original
De aquella película, la Defensa exaltó tres escenas: soldados que protegen a una niña y a una pareja; las puertas cerradas del helicóptero que sobrevoló la plaza antes del tiroteo (con lo que pretendía demostrar que no arrojó las bengalas) y un civil en una cornisa que dispara hacia la Plaza de las Tres Culturas “En conclusión, el Ejército no fue el autor de la masacre de la noche de Tlatelolco”

El Matador

Cuauhtémoc García Pineda vive en el abandono Desempleado, mora en el espacio minúsculo de un departamento ínfimo.
Se sume en su propia memoria. No olvida sus días al lado de Angel Bilbatúa, cercano al presidente Díaz Ordaz y fotógrafo premiado junto con su hermano Demetrio con la Diosa de Plata en 1996 por un corto sobre el Distrito Federal. Recuerda sus recorridos por el país de un extremo a otro. Revive la época
De las paredes de su cuartucho cuelgan fotos ajadas de su carrera como asistente de cine. No obstante, las expone, orgulloso: “Cuauhtémoc y su padre, comandante de la Legión de Honor”, “Cuauhtémoc con ‘el jefe’ Bilbatúa en el helicóptero presidencial”, “Cuauhtémoc junto a Chuck Norris y Gregory Peck”
Enmarcadas, las imágenes no dejan hueco alguno: Cuauhtémoc se mira con Alex Phillips, con Genovevo Figueroa en un abrazo y la mano tendida a Mario Vargas Llosa.
En 1989 murió Angel Bilbatúa. Tras el fin de su jefe y admirado camarógrafo, siguió el abandono de su carrera en el cine.
Al iniciarse la entrevista, se disculpa por la brusquedad de su lenguaje y anticipa:
“El 68, todavía me hace llorar”.
Y durante la entrevista, efectivamente, El Matador se quiebra.
Exhibe su libro inédito. En él impresiona una fotografía que muestra a un hombre, joven como era, parado en un basurero. “La basura no me mancha”, tituló la placa

Tres de octubre

Hacia las cuatro de la madrugada del 3 de octubre, Cuauhtémoc García Pineda abandonó el edificio de Relaciones Exteriores. La sangre, en la plaza, aún no había sido lavada. Subió a la camioneta con tres agentes (sacaron sus compañeros al cuarto, que fue herido)
El Matador pretendía revelar las cintas en los Estudios Churubusco, pues ahí procesaba la Presidencia su material fílmico:
—Lo llevamos a su casa —le dijeron los agentes
Así lo hicieron, después de entregar los carretes en la Secretaría de Gobernación, García Pineda protestó airado. Fue inútil
Ignora el sitio donde se reveló la película. Perdió la pista de su propio trabajo.
Por la tarde, El Matador telefoneó a Angel Bilbatúa Reproduce el diálogo cortado:
—Son chingaderas
—Descanse, Matador. Vaya de paseo.
Cuauhtémoc García Pineda asegura que la cinta existe
—¿Qué vio? —le pregunta la reportera
—Usé un lente angular y un zoom de 500 milímetros
—¿Qué vio?
—Todo
—¿Rostros?
—Todo
El Matador no volvió a encontrarse con Angel Bilbatúa sino hasta el 12 de octubre, en la inauguración de los Juegos Olímpicos.

El revelado

Servando González cuenta que también salió de Relaciones Exteriores a las cuatro de la mañana. A esa hora, fue directamente a hablar con Luis Echeverría, quien le ordenó que entregara “hasta el último cuadro”.
Mientras González conversaba con el secretario de Gobernación, sus ayudantes revelaban los rollos en los estudios Churubusco. El mismo 3 de octubre Echeverría recibió el material ya procesado
Servando González tiene la certeza de que el propio Echeverría le mostró las cintas a Gustavo Díaz Ordaz
Dice González que el material no se duplicó. No se hicieron copias.

Las escenas

El Matador recuerda únicamente lo que captó su cámara. Servando González tuvo acceso al material completo, ya revelado.
Resalta dos escenas extraordinarias: una muestra el momento en que el general José Hernández Toledo cayó herido; la otra, a un muchacho que, parapetado en el borde de la plaza, de frente al Chihuahua, tiraba con una metralleta.
Lo describe González:
“Se paraba sobre las puntas de los pies y disparaba sin ver”.
Todas las cámaras, equipadas con zoom de 500 milímetros, tenían una asombrosa capacidad de acercamiento. Con apoyo de reflectores, se filmó aún caída la noche
—¿Su cinta despejaría las incertidumbres del 2 de octubre?
—No tengo duda.
Antes de trabajar para Gobernación, Servando González dirigió la oficina de cine de la Presidencia, con Adolfo López Mateos Su filmación del movimiento estudiantil de 1968 fue la última que realizó para esa dependencia
Siguió trabajando para Echeverría, ya presidente. Filmó la toma de posesión; viajó con él a Japón, y lo siguió en cada acto importante de su primer año de gobierno.
Otra historia empezaba. Pero aquella, la del 2 de octubre, sigue viva…
 
Descansa en Paz Matador!!
 
 




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