De manera habitual la personas buscan empatar con otras en ideología, cultura, nivel económico, partidos políticos, equipos de fútbol o simplemente aquellas cosas insustanciales como la comida o la bebida, así y ahí se forman las amistades y los grupos sociales.
En política ha sido una constante reunirse o hacer equipo con quién piensa de la misma manera, desde ese espacio se han construido de manera tradicional proyectos y candidaturas para el acceso al poder.
El actual proceso electoral ha roto la tradición, nos ha dado muestra que la diversidad de ideologías ya no son un obstáculo para fusionar o componer alianzas que en algún momento fueron impensables. La clase política durante décadas se dedicó a generar una distopía que culminó en hartazgo, así como en desesperación social por la alternancia (fallida por cierto) y ahora por un cambio de régimen, por ende debe mutar y esa es la justificación.
El político mexicano ya no actúa, ni piensa o mucho menos concibe rechazar a alguien que no piense como él, “no es como yo” o “con alguien como tú” son pensamientos del pasado. Pudiese señalarse de pragmatismo, pero cuando todos lo hacen deja de serlo, y se convierte en una nueva forma de pensar el acceso y el ejercicio del poder, el gobierno de coalición es el objeto final, por ello se unen fuerzas contrarias.
En esta nueva forma de hacer política no sólo quienes forman parte de esos grupos o partidos políticos deben ajustarse, sino también la sociedad debe entrar a esa metamórfosis, ya que puede ser la puerta de acceso a una nueva forma de convivencia y de inclusión social, de mayor tolerancia, respeto e igualdad, que sin duda se reflejaría en la felicidad de las personas, por consecuencia, se puede señalar que es el inicio del fin del pensamiento arcaico “no es como yo” o “con alguien como tú”.
