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OPINIÓN // Un nuevo mundo es posible.

Gerardo A. Herrera Pérez.
Este mundo que es nuestra casa y que deberíamos de cuidar, se encuentra amenazado por diversos problemas globales que lo dañan y que nos dañan como humanidad, situación que podría en algunos años ya ser irreversible; distintos teóricos e investigadores lo vienen advirtiendo: Kuhn, Capra (la Ecología profunda) Arne Naess, entre otros, pero al parecer se continúa haciendo poco para ello.
Los problemas que vivimos no pueden ser analizados de manera aislada, no podemos verlos de manera reductiva, o totalitaria, sino con un pensamiento crítico; y es que son problemas sistémicos que están interconectados pero además son interdependientes, esto es dependen unos de otros, esto es, la falta de atención de uno implica problemas con el otro. De ahí la necesidad de un profundo cambio de percepción y pensamiento para garantizar la supervivencia, no solo del hombre, la importancia es la vida de todos los seres vivos.
Hoy los líderes impulsan estrategias que podrían estar comprometiendo las próximas generaciones, y es que no ven la importancia de trabajar de una manera sistémica, reconociendo las interconexiones y la manera en cómo se observa este mundo, pero entiendo que a éstos poco les interesa cuando vivimos un crudo Neoliberalismo.
De ahí que se plante la importancia de generar acciones para sostener las condiciones de vida de esta generación y las próximas generaciones, dando viabilidad a la vida de la presente humanidad y de las futuras, tal como se plantea en la Agenda 2030, los Objetivos del Desarrollo Sostenible, y del que ya existe un análisis por parte de Jeffrey Sachs.
Frente a este escenario es importante plantearnos un nuevo paradigma, es lo que nos ofrece Fritjof Capra en su texto La ecología profunda; esto es, un nuevo paradigma que mire al mundo desde una visión holística, que lo vea como un todo integrado, más allá de verlo solamente en sus partes. Pero también ver este paradigma con un enfoque o visión ecológica.
La percepción desde la ecología profunda reconoce la interdependencia fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de que, como individuos y como sociedades, estamos todos inmersos en los procesos cíclicos de la naturaleza.
Tanto el termino holístico, como el de ecología, asumen un significado específico, sí en efecto, si consideramos un ejemplo un vehículo; veríamos que desde lo holístico entenderíamos al vehículo como un todo funcional y la interdependencia de sus partes, pero si agregamos una visión ecológica incluirá lo anterior más la percepción de como un vehículo se inserta en su entorno natural y social; de dónde provienen sus materias primas, cómo se construyó, cómo su utilización afecta al entorno natural y a la comunidad en que se usa.
Pero si al holismo y la ecología le agregamos el carácter del sistema vivo, para quienes las conexiones tienen un gran valor o son vitales, estamos frente a un nuevo paradigma, que requiere además de otros elementos. El término de ecología es también estudiado por diversas escuelas del pensamiento, así como revisado por el noruego Arne Naess en los años setenta, quien se plantea que existe una ecología superficial y una ecología profunda; La primera, la ecología superficial, es una ecología antropocéntrica, aquella que privilegia al hombre como centro del mundo y donde la naturaleza es valor de uso. La segunda, la ecología profunda, no separa al hombre de su entorno natural y en todo caso ve al hombre como una hebra de la trama de la vida, él está incluido en la vida.
La ecología profunda ve el mundo, no como una colección de objetos aislados, sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e interdependientes. También es considerada la ecología como un ente espiritual La ecología profunda plantea profundas cuestiones sobre los propios fundamentos de nuestra moderna, científica, industrial, desarrollista y materialista visión del mundo y manera de vivir, que ha generado valores hedonistas, narcisistas, de hiperlibertad e hiperindividualidad, deteniendo el avance de valores sociales.
La ecología profunda ofrece la base filosófica y espiritual idónea para un estilo de vida ecológico y para un activismo medioambiental, que son fundamentales para el respeto de la vida. La ecología profunda, está acompañada de otras dos ecologías: la ecología social y el ecofeminismo.
La ecología social busca como objetivo conocer las características culturales y los patrones de organización social que han acarreado la presente crisis ecológica. Entre ello se suma el patriarcado, imperialismo, capitalismo y racismo, son solo ejemplos de dominación social que son solo explotadores y antiecológicos.
El ecofeminismo, se ve como el conocimiento vivencial femenino, así como la principal fuente para una visión ecológica de la realidad. El ecofeminismo ve la dominación patriarcal del hombre sobre la mujer como el prototipo de toda dominación y explotación en sus variadas formas de jerarquía, militarismo, capitalismo e industrialización. De esta manera, la explotación de la naturaleza en particular, ha ido de la mano con la de la mujer, que ha sido identificada con la naturaleza a través de los tiempos.
La relación entre mujer y naturaleza vinculan históricamente a la mujer con la ecología y el medio ambiente, esto es, el feminismo con la ecología. En este nuevo paradigma ecológico emergente, requiere no solo de nuevas formas de pensar, sino de contar con los valores que permitan avanzar en estas transformaciones, de tal suerte que se requiere de un cambio de pensamiento y también de valores, en este sentido se contemplan cambios desde la asertividad a la integración.
Tanto la asertividad y la integración son fundamentales en los sistemas vivos; de tal suerte que resulta evidente al mismo tiempo en nuestro pensamiento y en nuestros valores emparejar estas tendencias opuestas. El pensamiento asertivo, que se plantea como racional, analítico, reduccionista, lineal, debería ser integrativo, esto es intuitivo, sintético, holístico, y no lineal.
Por otro lado los valores asertivos que son manejados por los hombres, esto es, la expansión, competición, cantidad, dominación, para llevar a valores integrativos de conservación, cooperación, calidad y asociación. La propuesta es que en el cambio de paradigma se privilegie las redes en la organización social y se evite la jerarquización; la organización social como elementos fundamental con valores que permita evitar el poder para someter, controlar, dominar y ver a la naturaleza como objeto, y no como sujeto, esto es, como la otredad, y no como elementos de valor de uso, de disposición, de jerarquización.
La cuestión de los valores es fundamental, es en realidad su característica definitoria central de la ecología profunda. Mientras el viejo paradigma se basa en valores antropocéntricos centrado en el hombre, la ecología profunda pretende que se promueva el ecocentrismo, centrado en la tierra y en la vida que existe sobre ésta, y por tanto, no en el hombre. Todos los seres vivos, incluido el hombre, son miembros de comunidades ecológicas vinculados por una red de interdependencia.
Cuando esta profunda percepción ecológica se vuelve parte de nuestra vida cotidiana emerge un sistema ético radicalmente nuevo. Se requiere pues de una ecoética, que permitan no más aplicaciones de químicos que dañan la tierra, o de ensayos sobre animales, o bien, con especialistas y científicos sociales torturando animales y personas en nombre del progreso y el desarrollo.
Se necesita pues una visión bioética En las reflexiones de Arne Naess, y retomado por Capra, plantea que la ecología profunda los valores inherentes a toda naturaleza viviente está basado en la experiencia profundamente ecológica o espiritual de que naturaleza y uno mismo son uno. Esta expansión del uno mismo hasta su identificación con la naturaleza es el fundamente de la ecología profunda.
Es claro la importancia de trabajar en la construcción de una nuevo paradigma que permita darle viabilidad al mundo y a los seres vivos que lo habitan; considero que primero es reconocer los derechos de la naturaleza, de la biodiversidad y del medio ambiente; después comprender que existe un eje central del mundo que es el ecocentrismo, en donde se privilegia la vida de todos, y no solo del hombre. Los valores y la ética son fundamentales para ir terminando con el patriarcado, el neocolonialismo y el mercantilismo.




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