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ESPECIAL // Home Office: 8 historias del trabajo en casa en tiempos de pandemia

SUMARIO

¿El home office (teletrabajo) llegó para quedarse? Es la previsión que hacen hoy muchos especialistas para cuando llegue la “nueva normalidad”. Pero la realidad dice otra cosa. Entre los ocho testimonios recabados para esta nota hay historias para todos los gustos, pero también dos características comunes: primero, que no es lo mismo trabajar desde casa que hacerlo en una oficina. Segundo, que ni empresas ni empleados parecen capacitados para el teletrabajo permanente. Aquí, las historias.  

Por Eduardo Pérez Arroyo

Morelia, Michoacán.— No hubo tiempo de planificar. Ni de preparar un espacio adecuado en casa, ni abordar flujos de comunicación —una cosa es tener whatsapp para chatear con amigos y otra resolver casi todos los asuntos laborales por esa vía—, ni acordar los límites de lo que debía hacerse y lo que no.

Hoy, a dos meses del establecimiento quizá definitivo del teletrabajo en el mundo, surgen algunas de las primeras conclusiones.

“El teletrabajo ha sido uno de los temas más destacados en el contexto del coronavirus” dice Laura Ripani, especialista principal en la División de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “En este debate hay tres aspectos fundamentales que recogen algunas de las ventajas y desventajas de teletrabajar: los horarios de trabajo, el equilibrio personal-profesional, y la productividad.

En primer lugar, asegura, “a pesar de que da mayor flexibilidad de horarios, el teletrabajo hace más difícil definir de qué hora a qué hora trabajamos, pudiendo tener efectos negativos en nuestra salud mental y física”.

En segundo lugar, “a pesar de puede tener efectos positivos en el balance entre la vida personal y la profesional, también puede terminar teniendo justamente el efecto opuesto si se borran las fronteras entre ambas”.

Y en tercer lugar, “los efectos del teletrabajo dependerán de factores como la agilidad de los sistemas de información y comunicación de la empresa, la cultura corporativa, y la capacidad de los supervisores de apoyar al trabajador”.

 “La verdadera complicación es que algunas fuentes de trabajo que no han entendido lo que significa trabajar en casa” dice Alejandro Báez, periodista, editor, escritor y profesor que ha educado a generaciones de morelianos y ocupado distintas jefaturas en empresas periodísticas. “Asumen que, como no podemos salir y estamos laborando en nuestro entorno, hay que estar dispuesto y disponible 24/7. Nada más espantoso que eso”.

Báez, quien hoy se dedica a dar clases en distintas instituciones, explica que “la mayoría de los trabajos que se pueden hacer desde casa, más que cumplir un horario, deben cumplir objetivos claros y concretos y en tiempos específicos. Las fuentes laborales deben entender eso, y dejar de estar solicitando atención en tiempo real”.

Como consecuencia, asegura, “las fuentes de trabajo, por lo menos las mías (que reitero, son escuelas) se han llenado de grupos de WhatsApp o de Telegram en donde mandan mensajes de forma indiscriminada y bajo cualquier pretexto, sobresaturando el flujo de información y provocando una enorme dificultad para jerarquizar los mensajes verdaderamente importantes de los superfluos”.

¿DÓNDE TRABAJAR?

En cuanto a los espacios físicos para trabajar en casa, los entrevistados para este especial mencionan estudios especialmente habilitados de antemano, habitaciones vacías, salas de uso común o hasta la mesa del comedor.

“Desde siempre he tenido una habitación para trabajar” dice Báez. “Es mi estudio y tengo, además de WIFI, mis libros, mi música, mi estéreo, mi escritorio y mis dos computadoras. Allí me encierro a trabajar estando al mismo tiempo en la casa; allí me puedo aislar perfectamente, sin dejar de estar pendiente de lo que se ofrezca en mi casa o de lo que, incluso, a mí se me ofrezca”.

Pero en otros casos no hay tanta suerte.

“Por lo general utilizo la habitación que no se esté usando en ese momento” comenta Priscilla, actriz que da clases a varios alumnos. “Me encierro con una mesa y la computadora”.

“La idea es separar los espacios y dedicarlos a lo que son: dormitorio, comedor, habitación de TV, etc.” dice Francisco, diseñador industrial que no ha tenido mayores complicaciones ante la pandemia. “Creo es necesario diferenciar los espacios en función del tiempo que se dedica a esas actividades”.

Su versión coincide con la de diversos especialistas que aseguran que tener en casa un espacio estrictamente destinado al trabajo, sin otras funciones, prepara mejor al cerebro para abordar la jornada laboral. Tanto como instaurar una rutina.

“Lo básico es levantarme temprano, ducharme y vestirme lo más formal posible” afirma Omar, quien labora como consultor en una empresa de tecnología. “Me parece fundamental para mentalizarme de verdad respecto de que se trata de un periodo de trabajo”.

MUCHO MÁS TRABAJO

Una de las preguntas más frecuentes es si la productividad aumenta o disminuye al disponer del tiempo propio para realizar las actividades. La mayor parte de los entrevistados, excepto quienes tenían experiencia previa en el trabajo a distancia, coinciden en que en ocasiones se vuelve incontrolable.

“Para ser honesta, siento más comodidad de trabajar en casa” dice Macarena. “En cuanto a resultados y entregas me ha funcionado igual que antes”.

Similar versión tiene Omar. “Si se tienen metas a alcanzar y procedimientos bien definidos es lo mismo trabajar en casa que en la oficina”. Asume, sin embargo, que la interacción es más complicada y que se tiene que echar mano de todas las herramientas posibles, “sobre todo para que no se vea afectada la comunicación y no haya malentendidos”.

 Una de las mayores ventajas, coindicen dos entrevistados, es evitar los desplazamientos.

“Prefiero infinitamente trabajar desde mi casa. Es más cómodo, tienes menos pérdida de tiempo (me ahorro los desplazamientos a las diferentes escuelas), distribuyo más y mejor mi tiempo y tengo más espacios para estar conmigo y con mi familia”, dice Báez. “Por la zona lejana y horarios en que trabajo, me da tiempo incluso de hacer las actividades de casa sin problemas”.

Pero también hay situaciones mucho más complejas en las que trabajar desde casa complica muchas más horas para resolver dinámicas inherentes al mundo laboral.

“Hago el triple de trabajo” dice Priscilla. “Estoy absolutamente sobrepasada. Me resulta agotador, quiero parar”.

“No es lo mismo trabajar en casa” agrega Mario, profesor de preparatoria con varios cursos a su cargo. “De hecho a veces implica mayor tiempo de dedicación al trabajo, y la productividad es notablemente menor. En mi caso, como profesor debo destinar tiempo para revisar cientos de correos con trabajos, que por cierto no cumplen con los estándares ideales”.

Armando, fotoperiodista profesional de Morelia, asegura que en casa sencillamente no están las condiciones que sí hay en el espacio laboral formal.

“Trabajar a distancia, por videollamada, es un reto mayor. Mantener la atención de un alumno no es cualquier cosa. La implementación de nuevas tecnologías para la enseñanza es un desafío muy grande y hoy no estamos del todo preparados”.

LOS HIJOS

Otro tema son las distracciones naturales cuando además de rendir en el ámbito laboral hay que preocuparse de una vivienda.

“Una complicación importante es preocuparme de que mi hija cumpla con sus obligaciones no solo académicas, sino también en el hogar”, afirma Mario.

Omar agrega: “Ya llevo dos meses, y al principio era difícil para la familia entender que aunque estás en casa, hay un horario que cumplir. Más porque mis hijas son de 4 y 2 años”.

Fernando indica que “las actividades domésticas interfieren. Tuvimos que pedirle a la señora que nos ayuda a hacer el aseo que se fuera a su casa a cuidarse por lo de la pandemia (con paga), pero las actividades domésticas nunca paran…”

El tema es que muchas empresas continúan priorizando la cantidad de horas destinadas al trabajo en lugar de la consecución de metas concretas y bien establecidas.

“Hoy la mayoría de los empleadores no ha entendido que muchas de las reuniones de trabajo perfectamente se pueden resolver con un mensaje o por un correo, sin la necesidad absurda de tener que estar en juntitis, ahora por videoconferencias, restando productividad al trabajador”, dice Báez.

“Trabajos como el mío”, agrega, “se pueden cumplir perfectamente por metas alcanzadas y un deadline específico de entrega; el problema es que la mayoría cree aún en el trabajo bajo presión y en las horas-nalga laborales”.

EL PAPEL DE LOS EMPLEADORES

La totalidad de los entrevistados para esta nota concuerdan en que los colegas y las empresas han hecho lo posible por adaptarse.

“Creo que bien, actuaron tarde, pero bien” dice Fernando. “Afortunadamente no he sabido de compañeros que se hayan enfermado. En el trabajo estamos haciendo lo posible por atender los pendientes, a pesar de que hay contratiempos por cuestiones alternas al equipo y lo de la pandemia, que nos deja sin material para realizar nuestras tareas”.

Priscilla coincide. “Los jefes han andado bien, y los colegas nos apoyan en todo. Así es más fácil”.

Armando concuerda en que “mi empresa ha tenido bastante apertura. Pero la implementación de nuevas tecnologías a un 100% para establecer contacto es un reto inmenso. Ha sido interesante el poder adaptarnos y tener una comunicación eficiente”.

En su caso, a Omar la naturaleza de sus labores le facilitó las tareas.

“Somos una empresa de tecnología, y como tal estamos acostumbrados al uso de herramientas. Lo más importante es tener metas y métricas para avaluar el desempeño”.

El problema es, sin embargo, que a veces esas intenciones no bastan.

“En el trabajo hay personas a las que se les complica el uso de las tecnologías que se implementan para hacer el home office y entorpecen el flujo del trabajo” admite Fernando. “También ocurre que tengo que buscar la forma de hacerme notar con mis superiores o jefes directos para hacerles ver que estoy trabajando y no perdiendo el tiempo”.

Macarena avala que “hay quienes como que no logran administrarse bien y hay que estar prestándoles un poco más de atención para que se unan al flujo de trabajo”.

El caso de Priscilla es más complejo.

“La tecnología falla tarde o temprano. Y nadie estaba preparado para lo que venía. El trabajo extra que me demanda hacer clases online me dejó sin tiempo para descansar… Me acuesto todos los días a las 2 de la mañana resolviendo pendientes. No puedo compartir con mi hijo, y por supuesto que ando más estresada”.

EL MUNDO LABORAL NO ESTÁ PREPARADO

Las historias coinciden en que en general el tiempo de confinamiento laboral ha acarreado más problemas que beneficios.

En términos estrictos, Priscilla comenta que hasta antes del confinamiento laboraba 15 horas a la semana. Las mismas que el teletrabajo transformó en 40.

“Estoy trabajando de lunes a lunes. El trabajo extra consiste básicamente en cosas administrativas para respaldar que la clase se hace, y otras tantas cosas inútiles…”.

Asegura que no le ocurre solo ella: “todos mis colegas están igual…”

Fernando también afirma que trabaja más que antes.

“Hay días que siento que trabajo más las 8 horas laborales en mi casa, a falta de actividades fuera de casa. O me la vivo en el estudio todo el día hasta las 10 de la noche trabajando en todos mis proyectos…”

El caso de Armando tiene relación directa con la poca receptividad que encuentra entre quienes deben atender lo que dice.

“Pedir atención a los alumnos es un esfuerzo vano, pues no están obligados a activar su cámara para corroborar que están ahí. Captar el interés de un joven de 14-17 años detrás de la pantalla con acceso a internet es prácticamente imposible…”

Mario entrega una visión aún más desoladora.  

“El semestre está perdido, la entrega de contenidos es dispar. Las autoridades insisten en que estamos en clases normales; sin embargo, muchos de mis cursos no tienen acceso siquiera a internet. O bien se disputan un computador entre cuatro o cinco hermanos. Los niños viven un estrés importante a causa del encierro, etc…

“La pandemia me ha permitido ver, a través del teletrabajo, las realidades miserables que viven muchas familias”.

“Una de las grandes lecciones que nos dejará esta experiencia es que muchas personas pueden trabajar de forma remota sin problema con la tecnología existente”, asevera Ripani desde el BID. “El teletrabajo ofrece grandes promesas: flexibilidada personas que tienen compromisos familiares y personales, mayor accesibilidad de personas con discapacidad a un empleo… Si este experimento mundial se implementa de manera efectiva, se demostrará que el teletrabajo puede ser una herramienta muy valiosa”.

El futuro del trabajo ya llegó. Pero, al parecer, aún no estamos preparados para abordarlo.





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