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¿Por qué la supuesta vacuna rusa contra el COVID-19 genera tanta desconfianza?

Por Eduardo Pérez Arroyo

Morelia, Michoacán.- La noticia trascendió hoy y de inmediato se convirtió en el comentario obligado en todo el mundo: los voluntarios que recibieron la vacuna rusa contra COVID-19 desarrollaron inmunidad y ninguno presentó síntomas adversos.

En resumen: Rusia encontró la cura para el COVID-19.

Los datos fueron leídos con voracidad. “La prueba fue realizada en el hospital militar clínico Burdenko por iniciativa del Ministerio de Defensa, junto con el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya”, indicó el medio RT.

El titular de Sanidad, Mijaíl Murashko, afirmó que médicos y docentes serían los primeros en recibir esta vacuna, y está previsto que a partir de hoy 10 de agosto comenzaría a ser enviada a varias regiones rusas. Y agregó que la vacunación masiva de personas iniciaría en octubre.

“Tenemos previsto que la campaña de vacunación más amplia, que se sumará paulatinamente al nuevo sistema de atención, comience en octubre”, dijo.

Una noticia que en condiciones normales debió haber sido recibida con júbilo. Pero que en lugar de eso, generó desconfianza.

¿Por qué muchas fuentes, incluso algunas de la propia Rusia, cuestionan abiertamente los avances?

Una noticia que en condiciones normales debió haber sido recibida con júbilo. Pero que en lugar de eso, generó desconfianza.

Para comprenderlo hay que analizar los factores políticos. Y a esta altura, el COVID-19 se ha convertido en uno.

LA NUEVA GUERRA FRÍA

“El desenfreno por encontrar una nueva vacuna contra el coronavirus es quizás la carrera espacial del siglo XXI” sintetizó acertadamente la BBC. “Si a mediados del siglo pasado llegar al cosmos y conquistarlo era el desafío de las grandes potencias, ahora lo es encontrar una solución que ponga fin a la pandemia”.

Ocurre que la rápida solución de un problema que afecta al mundo pudiera convertirse en el principal motor publicitario de potencias siempre intentando demostrar que tienen más conocimiento técnico, decisión e inventiva que las demás.

“El desenfreno por encontrar una nueva vacuna contra el coronavirus es quizás la carrera espacial del siglo XXI. Si a mediados del siglo pasado llegar al cosmos y conquistarlo era el desafío de las grandes potencias, ahora lo es encontrar una solución que ponga fin a la pandemia”.

Y para el caso de Rusia, “como hace medio siglo —con el lanzamiento del primer satélite tripulado—  quiere dejar atrás a sus contendientes: la pasada semana, el Kremlin anunció que iniciaría en octubre un proyecto de vacunación masiva contra el coronavirus”.

¿El problema? Según la misma fuente, se trata de una inyección de la que poco se sabe y cuya eficacia ya ha sido cuestionada por expertos internacionales.

El hecho es que Rusia no ha publicado estudios o datos sobre las pruebas realizadas, ni detalles sobre las fases del proceso. Fases que en el mundo científico siempre son indispensables, sobre todo cuando se trata de la salud.

En síntesis, los acusadores aseguran que Rusia probaría su vacuna precisamente con todos aquellos que la recibieron masivamente. Y nadie sabe lo que podría ocurrir después.  

“Nosotros también podríamos tener una vacuna mañana” dijo apenas el pasado viernes el doctor Anthony Fauci, principal experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, ante el Congreso de Estados Unidos. “No sería segura o efectiva, pero podríamos tenerla”.

El hecho es que Rusia no ha publicado estudios o datos sobre las pruebas realizadas, ni detalles sobre las fases del proceso. Fases que en el mundo científico siempre son indispensables, sobre todo cuando se trata de la salud.

Las voces discordantes también provienen del propio país. La periodista científica rusa Irina Yakutenko cuestionó el procedimiento.

“Inocularán la vacuna y solo entonces verán qué sucede, sin esperar análisis y comparaciones”, dijo en su canal de Telegram.

Finalmente, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó la semana anterior que ya había diversas vacunas en fase final de pruebas, pero que la efectividad estaba por ser demostrada y eso podría tardar incluso años.

PALABRA DE PUTIN

Pero hay otro factor que ayuda a comprender esta trama rusa: la política interior rusa históricamente poco dada al debate, la transparencia, el cuestionamiento o el disenso.

La BBC destaca que en este caso “el presidente ruso, Vladimir Putin, instruyó al gobierno en abril a tomar decisiones destinadas a simplificar y acortar el plazo para los ensayos clínicos y preclínicos”.

Y en Rusia, la palabra de Putin tiende a convertirse peligrosamente en ley.

Pero si el cuestionamiento de la BBC es atendible, el del propio gobierno británico es ineludible.

“Rusia es a la vez muy fuerte y muy débil”, dice el último Informe sobre Rusia en el Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento británico, expedido apenas el pasado 21 de julio. Por su relevancia, vale la pena transcribir algunos párrafos.

“Los puntos fuertes que Rusia conserva son en gran parte sus herencias de la URSS y su condición de vencedor de la Segunda Guerra Mundial: armas nucleares, presencia espacial y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por el contrario, tiene una población pequeña en comparación con Occidente; la falta de socios confiables e influencia cultural fuera de los países de la ex URSS; la falta de instituciones públicas y democráticas sólidas, incluido el estado de derecho; y, por supuesto, una economía débil”.

“A pesar de su debilidad económica”, agrega, “recurre en gran medida a sus servicios de inteligencia y fuerzas armadas, que son desproporcionadamente grandes y poderosas. Además, Rusia es experta en utilizar sus aparentes debilidades en su beneficio: por ejemplo, su pobre marca nacional y la falta de amigos globales a largo plazo parecen alimentar su enorme apetito por el riesgo, quizás sobre la base de que cree que no tiene nada que perder”.

Señala que “su falta de democracia y estado de derecho permite que sus agencias de inteligencia actúen rápidamente, sin restricciones ni consideración; y su falta de organismos públicos independientes fuertes y la fusión del gobierno y las empresas le permiten aprovechar toda su inteligencia, poder militar y económico al mismo tiempo para representar una amenaza de seguridad generalizada”.

Añade que “la amenaza a la seguridad que representa Rusia es difícil de manejar para Occidente ya que, en nuestra opinión y la de muchos otros, parece fundamentalmente nihilista. Rusia parece ver la política exterior como un juego de suma cero: cualquier acción que pueda tomar que dañe a Occidente es fundamentalmente buena para Rusia.

Finalmente, asegura, “Rusia desea ser vista como una gran potencia resurgente, en particular, que domina los países de la antigua URSS, y asegurarse de que la posición privilegiada de su camarilla de liderazgo no se vea dañada”.

“La amenaza a la seguridad que representa Rusia es difícil de manejar para Occidente ya que, en nuestra opinión y la de muchos otros, parece fundamentalmente nihilista. Rusia parece ver la política exterior como un juego de suma cero: cualquier acción que pueda tomar que dañe a Occidente es fundamentalmente buena para Rusia”.

Es esa supuesta tendencia al riesgo la que hoy hace sospechar a Occidente. Un juego de “suma cero” que ya se ha visto muchas veces en la historia reciente del mundo.

Y que como ya se ha visto muchas veces en la historia reciente del mundo, en caso de fallar implicaría la muerte de miles de seres humanos.




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