☞ OPINIÓN | El derecho al buen Derecho

Por Hugo Gama Coria

Recién he culminado de leer un texto jurídico que centra la atención, en buena medida, en los Sentimientos de la Nación del Generalísimo Morelos, en específico, en el libro “Obedezco pero no cumplo” de Rafael Estrada Michel; así como el discurso de don Melchor Ocampo del 16 de septiembre de 1858.

Al dar lectura a ese tipo de textos y/o mensajes tengo claridad de que, tanto Morelos como Ocampo, entendían de manera excepcional los conceptos de Estado, e igualmente de lo que ello implica: independencia, soberanía, pueblo, poderes, República, derechos, etcétera.

Ambos personajes históricos no solo fueron eruditos y elocuentes; también, como otras personas, participaron en procesos históricos importantes, sin que precisamente tuvieran formación jurídica. Pero tras el estudio de sus actividades podemos afirmar que, en el debate, la argumentación y la exposición eran dignos y tenían la altura necesaria para construir un nuevo Estado y para sentar las bases de la nación.

Desde la Independencia y hasta la Revolución hubo innumerables debates, discusiones y cruces ideológicos encarnados por cientos de personas serias y comprometidas con sus causas y con la patria; y eso, es lo que permitió construir el Estado Mexicano, y es lo que posibilitó crear el derecho nacional (Constitución federal, locales, leyes secundarias).

Hoy en día los gobernantes aún no pueden legislar, lo hacen a través de sus representantes populares; lo que merecen las personas que confían en quienes se integran a las asambleas constituyentes o legislativas, es que el derecho o la norma jurídica se construya con visión de Estado, pensando en la gente, en la justicia, el desarrollo y el bienestar, lo que obliga a los asambleístas a actuar como los ilustres que mencioné al inicio de esta columna, o como todos aquellos oradores históricos de las diferentes etapas por las que ha pasado la nación.

Las y los mexicanos tenemos el derecho de contar con un buen Derecho. Por ello la imperiosa necesidad de que actualmente la construcción de las normas jurídicas se realice con cordura, con inteligencia, con argumentos, en el contraste de las ideas, con debates de altura; y no, no es necesario ser jurista para legislar con altura (muchos no lo eran durante la Independencia, la Reforma o la Revolución), pero sí se requiere gente comprometida con su país, que estudie, que investigue, que se prepare antes de presentar una iniciativa o antes de subir a tribuna. Ello ayudaría suficiente a dignificar la labor del legislador.

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