Pragmaticamente, con una vista sencilla de los paradigmas ideológicos, con un análisis ramplón de la historia, los diálogos o las letras que establecen los programas de los movimientos sociales, los partidos políticos o de los llamados “independientes”, se tiene como consecuencia entender de manera efimera las cosas, los conceptos y el quehacer político.
Cuando en política se habla de “conservadores”, de manera inmediata se piensa en la Iglesia, en posiciones contrarias al aborto, el rechazo al matrimonio igualitario o la adopción de personas del mismo sexo, es decir, mantener los “valores tradicionales”, en segundo término se viene a la mente el modelo económico preponderante (neoliberal).
Resulta ominoso dejar el concepto “conservador” en esos temas, sin buscar o tener el mínimo intereses por saber más sobre esa postura política, probablemente no resulta necesario para el día a día de los comentaristas de la política, y en las aulas ya no se profundiza al respecto.
El conservador, de manera histórica se ha opuesto a los cambios o transformaciones, siempre buscan mantener el status quo y los privilegios personales que han obtenido en cierta medida con cargo a la población, y que derivan de la “lealtad” hacia quienes ejerce el poder.
La corrupción en México se ha convertido en el Kraken que devora las riquezas nacionales, y son precisamente los tentáculos representados por esos sujetos conservadores los que actualmente buscan a toda costa sostener un régimen caduco, pero que para ellos es redituable.
Conservar privilegios no es factible en un país en el que la mayoría de los mexicanos se encuentran en pobreza, la desafortunada distribución de la riqueza continua generando miseria y beneficios a unos pocos.
Impera la necesidad de que culminen los privilegios, no se puede postergar el combate a la corrupción, es indispensable el cambio de régimen y un nuevo entendimiento del quehacer gubernamental, recobrando el espíritu republicano que da origen a México.
El verdadero conservador, no es el individuo que va a misa o que su concepto de familia es “tradicional”, el conservador en este momento es el que no quiere perder prebendas, es el que como lo dice la propia palabra, quiere conservar a toda costa las prerrogativas que emanan de conductas que no son del todo correctas.
Facebook Hugo Gama Coria
Cuando en política se habla de “conservadores”, de manera inmediata se piensa en la Iglesia, en posiciones contrarias al aborto, el rechazo al matrimonio igualitario o la adopción de personas del mismo sexo, es decir, mantener los “valores tradicionales”, en segundo término se viene a la mente el modelo económico preponderante (neoliberal).
Resulta ominoso dejar el concepto “conservador” en esos temas, sin buscar o tener el mínimo intereses por saber más sobre esa postura política, probablemente no resulta necesario para el día a día de los comentaristas de la política, y en las aulas ya no se profundiza al respecto.
El conservador, de manera histórica se ha opuesto a los cambios o transformaciones, siempre buscan mantener el status quo y los privilegios personales que han obtenido en cierta medida con cargo a la población, y que derivan de la “lealtad” hacia quienes ejerce el poder.
La corrupción en México se ha convertido en el Kraken que devora las riquezas nacionales, y son precisamente los tentáculos representados por esos sujetos conservadores los que actualmente buscan a toda costa sostener un régimen caduco, pero que para ellos es redituable.
Conservar privilegios no es factible en un país en el que la mayoría de los mexicanos se encuentran en pobreza, la desafortunada distribución de la riqueza continua generando miseria y beneficios a unos pocos.
Impera la necesidad de que culminen los privilegios, no se puede postergar el combate a la corrupción, es indispensable el cambio de régimen y un nuevo entendimiento del quehacer gubernamental, recobrando el espíritu republicano que da origen a México.
El verdadero conservador, no es el individuo que va a misa o que su concepto de familia es “tradicional”, el conservador en este momento es el que no quiere perder prebendas, es el que como lo dice la propia palabra, quiere conservar a toda costa las prerrogativas que emanan de conductas que no son del todo correctas.
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