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Conflicto en Chihuahua: el capítulo mexicano de una pugna mundial… y mucho más aterradora

Metapolítica

Morelia, Michoacán.- Una pugna sin solución entre Israel y Palestina. Guerra civil en Siria. Disputas entre Bolivia y Chile por el río Silala. El conflicto del Tigris y Eúfrates entre Turquía, Siria e Irak. La cuenca del río Zambeze, entre Mozambique y Zimbabwe. Conflicto en el Nilo. Guerra en Cochabamba. Y ahora… la batalla entre caciques y campesinos de Chihuahua contra el gobierno federal de México, con participación de Estados Unidos y —en los últimos días— de ejidatarios de Tamaulipas.

Todos los hechos anteriores tienen un tronco común: la lucha por el agua. Algo que hasta hace pocas décadas solo aparecía en las historias de ciencia ficción. Pero que es hoy una aterradora realidad.

En los últimos años el petróleo dejó de ser el recurso principal que desencadenaba problemas que para muchos prefiguraban lo que sería la tercera guerra mundial. La guerra todavía no ha estallado, pero es un hecho que las pugnas limítrofes principales tienen que ver con el agua.

“Ni el petróleo ni las armas: el nuevo botín de guerra es el agua” establecía ya en 2014 la corresponsal en Francia del diario La Nación de Buenos Aires, Luisa Corradini, a propósito de los jihadistas que ese año avanzaron a Bagdad y controlaron la mayoría de las obras hidráulicas.

Y en 1995 el ex-vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, fue más lacónico: “las guerras del próximo siglo serán por el agua”

Mientras tanto la política aporta poco. El eterno debate sobre si el agua debe ser un bien de lujo o un bien social accesible para todos aún no se resuelve.

“La percepción de que el agua es gratuita provoca que no se le dé su verdadero valor y se malgaste”, aseguró en 2014 el presidente de grupo Nestlé Peter Brabeck-Letmathe, en una declaración que trascendió a nivel mundial. Entonces la empresa aclaró que se tergiversó hasta la caricatura y los análisis comprobaron que en realidad Brabeck-Letmathe no dijo lo que supuestamente dijo, pero que da cuenta de la trascendencia del tema en la geopolítica del mundo. 

Mientras tanto, no hay agua en el mundo.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), su uso y consumo se duplicó en 50 años, y casi 2 mil 600 millones de personas no tienen alcantarillado básico.

Más dramático aún: en la actualidad el 10% de las enfermedades que afectan al mundo podrían ser contenidas a través del mejoramiento del abastecimiento, saneamiento, higiene y la gestión del agua.

Y ante esta realidad el mundo reacciona rápido (y mal).

EN EL MUNDO

Hoy casi 300 zonas en el mundo están en medio de conflictos, en muchos casos violentos, con base en los derechos de agua. En ocasiones se trata directamente de su control. En otras, más terribles, se utilizan como arma política.

Es el caso del ya milenario problema entre Israel y Palestina.

En esa zona del medio oriente el agua no es el principal factor de pugna, pero sí una de las más importantes. La situación escaló de tal manera que generó en 1964 la llamada Guerra del Agua, cuando Israel y Siria se enfrentaron por el proyecto de Siria de desviar el río Jordán, y terminó con ataques con carros de combate y aeronaves. Al fin de la contienda y la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza, Israel declaró de su propiedad todos los recursos hídricos.

Hoy Palestina debe obtener un permiso especial del ejército israelí antes de desarrollar cualquier actividad o infraestructura hídrica.

Otro ejemplo es el caso del Nilo.

Desde tiempos inmemoriales Egipto parece tener el monopolio de las ricas aguas del mayor río del mundo, y los demás países han manifestado en diversas ocasiones ese monopolio. Egipto, Etiopía y Sudán —que en menor medida acceden a las aguas el río— se han negado a cualquier acuerdo, y los tres países conviven en un estado de alerta permanente.

Hay más casos. La Unesco menciona entre ellos los de la cuenca del Danubio, que comparten 19 países europeos; la cuenca del Okavango que comparten Botswana, Angola, Namibia y Zimbabwe; el río Indo, producto del Tratado sobre las Aguas del Indo entre la India y Pakistán; la “guerra del pueblo” en Sudáfrica y las guerras civiles de Mozambique y Angola. 

México no se queda atrás.

EL CASO MEXICANO

Apenas esta semana diferentes fuerzas políticas del Congreso del Estado de Chihuahua firmaron un manifiesto en el que acuerdan acudir a tribunales internacionales con el propósito de defender el agua en la entidad. Los integrantes del Congreso local confirmaron de esta forma su respaldo a los agricultores y productores de la región Centro-Sur.

Peor también exigen justicia para la primera muerte a raíz del conflicto: Yessica Silva, asesinada luego de participar en una manifestación en La Boquilla.

Se trata del último capítulo de una trama que acumula ya varios meses, a medida que se acerca el plazo (establecido el 24 de octubre) para que México reponga los adeudos de agua a Estados Unidos con base en el tratado de 1944.

Pero la situación ya derivó en una pugna política.

El gobierno federal, incluido el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, asegura que políticos de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) han manipulado a los pobladores para tensionar más las cosas. El argumento: hay 16 nombres ya identificados por el gobierno federal que son dueños de los derechos de agua y que son quienes están detrás de las escaramuzas.

“Estos son los dueños del agua”, señaló AMLO en su conferencia del pasado 11 de septiembre. Y dio los nombres, entre ellos los de Fernando Baeza Meléndez, José Reyes Baeza Terrazas, César Duarte, Jaime Ramírez Carrasco y Héctor Baeza Terrazas.

Pero de la frontera entre Chihuahua y Estados Unidos el problema trascendió a Tamaulipas.

Esta semana productores del distrito de riego 025 del norte del estado marcaron desde el municipio de Río Bravo a la presa internacional “Anzalduas” de Reynosa. Los quejosos exigieron al gobierno federal entregar el agua de forma equitativa y no poner en riesgo la producción agrícola. La manifestación fue pacífica y terminó sin problemas, pero es la antesala de un conflicto que podría crecer en los próximos días.

“Nadie en México se va a quedar sin agua”, ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero sus palabras duran lo mismo que una pedrada en el agua.

Y mientras tanto, en México se pudiera estar incubando un nuevo problema.

Uno que otra vez podría situar al país en el mapa de los conflictos geopolíticos sin solución en el mundo.

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