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El uso político del eufemismo en la jerga política nazi

Lic. Patricio A. Brodsky*
 
 
 

“Nunca se sabe adónde se irá por ese camino,

 primero uno cede en las palabras;

 después, poco a poco, en la cosa misma.”

 Sigmund Freud

 
 
 

“Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico:

 Uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno,

 Y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”.

 Víctor Klemperer

 
El nacionalsocialismo desarrollo un lenguaje entero, resignificó la lengua germana, se apropió de las palabras y les trastocó el sentido, jerarquizó la lengua tal y como hizo con la sociedad. Creó un idioma completamente nuevo a partir de la desarticulación conceptual del discurso y su re-contextualización en un lenguaje atávicamente fragmentario. Creó un lenguaje colectivo, que llegó a ser de masas y que resultó ser tremendamente efectivo a la hora de suscitar adhesiones. Una jerga en boca de Adorno[1], esto es, un sistema de organización del discurso cuyo centro es la desorganización y el vaciamiento de contenido.
“Las palabras se convierten en palabras de jerga sólo por la constelación que niegan, por el porte de unicidad de cada una de ellas… La jerga, objetivamente un sistema, aplica como principio organizado la desorganización, la desintegración del lenguaje en palabras en sí… el carácter de la jerga sería sobremanera formal: ella se encarga de que lo que desea sea sentido y aceptado por su exposición, en gran parte sin tener en cuenta el contenido de las palabras. El elemento preconceptual y mimético del lenguaje lo toma ella bajo su dirección, a favor de los efectos por ella deseados… Quien domine la jerga no necesita decir lo que piensa, ni siquiera pensarlo rectamente: de esto le exonera la jerga, que al mismo tiempo desvaloriza el pensamiento…”[2]
Esta jerga resultó de la apropiación que los nazis hicieron del idioma alemán, el lenguaje, o mejor dicho las prácticas discursivas son la forma de expresión de los grupos humanos y cada forma de expresión se articula dentro de un sistema de prácticas sociales como forma mediadora entre las acciones de los sujetos. Todo discurso expresa un poder, en este sentido:

“…todo discurso comporte una práctica, un poder –que la práctica política, el poder político, puede apropiarse de todo discurso, incluso de la totalidad de una lengua, y convertirla en uno de los medios más propicios para el cumplimiento de sus fines.”[3]

 
Como todo grupo humano, los nazis desarrollaron un dialecto, un código lingüístico propio lleno de eufemismos, como todo discurso, la jerga nazi tenía una ligazón directa con la propia ideología nazi, era expresión de esta, era su forma de socialización de las ideas. Más luego, con la llegada al poder del nazismo, y como si hubiera existido un Coup d’État[4] a la lengua, el “slang”[5] nazi se extendió hacia todos los confines de la sociedad alemana.
“LTI (Lingua Tertii Imperii)[6] es el testimonio de cómo el nacionalsocialismo creó un lenguaje -grupal en sus orígenes- que acabó, y muy pronto, impregnándolo todo; es decir, el testimonio de cómo acabó convirtiéndose prácticamente en el único lenguaje, en la lengua sin más de una comunidad. En este sentido, puede decirse que uno de los más rotundos éxitos del nazismo consistió en transformar el lenguaje de tal manera que quedase revestido de unas propiedades que se mostraron terriblemente efectivas a la hora de suscitar en la inmensa mayoría de sus usuarios un estado de ánimo (y de eso se trató: de un estado de ánimo que supliese la convicción racional) propicio para el cumplimiento de su programa político…”[7]
Los nazis eran perfectamente conscientes del papel del discurso político como productor y reproductor de ideología, a punto tal que crearon un ministerio, tal vez el más importante de su dictadura, el Ministerio de Propaganda, cuya función era la elaboración de la comunicación social y política; y a cuyo frente del cual colocaron a uno de sus cuadros más importantes, el Dr. Joseph Goebbels.

“La propaganda orienta la opinión pública en el sentido de una determinada idea y la prepara para la hora del triunfo… El triunfo de una idea, será posible tanto más pronto cuanto más vastamente haya obrado en la opinión pública la acción de la propaganda…”[8]

 

 
La lengua germana se contó entre las primeras “víctimas” de las acciones nazis. A partir de su llegada al poder, los nazis en una recreación anticipada de la obra de George Orwell, “1984”, con la fuerte intervención del Ministerio de Propaganda, se lanzaron al asalto del lenguaje, lo recrearon, se lo apropiaron, lo “nazificaron”, su jerga de grupo, su dialecto, se desparramó hacia todos los confines de la sociedad, se lo socializó “a punta de bayoneta”. El nazismo fue el ejemplo de una sociedad “panóptica” (Bentham, Foucault) en la cual, el férreo control ideológico, la “pureza racial” de la lengua, se llevó a cabo a través de la acción del “megaministerio” de propaganda; del mismo modo que en la fantasía orwelliana[9] los nazis se volcaron frenéticamente a la construcción y reconstrucción de la lengua, lo que produjo el efecto material de la transformación del sistema de relaciones sociales en la sociedad alemana, en un proceso que podríamos llamar “De la exclusión de la lengua al exterminio de los sujetos”.
Una importante base de apoyo para las prácticas masificadoras nazis la encontró en el lenguaje, se dieron cuenta que a través del mismo era posible generar estados de ánimo en las masas, al tiempo que sabían que controlar a las masas era imprescindible para poder tener el control político de la nación.

“La propaganda tiene un solo objetivo: conquistar las masas. Todo procedimiento que nos conduzca a ello es bueno; cualquier método que lo dificulte, es malo.”[10]

 

 
El discurso expresa la ideología del hablante, es un reflejo más o menos pálido de su forma de entender el mundo circundante y su relación con los demás; en este sentido, el nacional-socialismo introdujo su jerarquización racial en la lengua alemana; entonces, conceptos como UNTERMENSCHEN ó JUDE, representaban la deshumanización alienante que esta sufriendo la sociedad alemana de la época.
En efecto, la lengua alemana fue objetualizada, fragmentada, desubjetivada, transformada en un sistema de códigos jerarquizados en una estructura polar; por ejemplo: “Lo Ario” y “Lo Judío” como casos extremos, dentro de esta dualidad, de esta dicotomía irreductible, en la que el primer término representaba “lo bueno, lo sublime”, mientras que el segundo era la encarnación de la maldad. Un lenguaje maniqueo, representación social de una ideología maniquea.
Los nazis crearon un idioma muy particular, militarizaron la lengua (Klemperer), generaron una plétora de siglas, utilizaron frecuentes encomillados y recurrieron a conceptos habituales en el discurso reaccionario, nacionalista y tradicionalista, patria, sangre, raza, pueblo, tierra, etc.
“…En estos diarios quedan consignadas las múltiples novedades y variaciones lingüísticas y lexicológicas que la potente propaganda del partido nacionalsocialista introduce en el lenguaje. Tantas que se puede hablar de un lenguaje –pero sobre todo en un lenguaje- propio de este partido. A este respecto, destaca Víctor Klemperer la proliferación de las siglas, la utilización del entrecomillado (siempre irónico: por ejemplo: “ciencia” judía, “Estado mayor” bolchevique, “estrategia” rusa, etc.), el gusto por los nombres propios nórdicos, la constante recurrencia de los románticos conceptos de “sangre” y “tierra” con todas sus implicaciones, la utilización excesiva de una terminología religiosa en política, la valorización del término “fanatismo” (y en general de todo lo “pasional” frente a lo “intelectual”), etc.”[11]
La lengua alemana, por efecto de su “nazificación” se vio fragmentada y reducida a eufemismos, siglas y encomillados; esto se produjo en forma simultánea a la masificación de la ideología nazi, una filosofía reaccionaria que valorará un “retorno” a “lo sencillo”, una “vuelta” a “lo tradicional”; que rescatará como “lo auténtico” a la clase más reaccionaria y tradicionalista (Lenin): el campesinado, no entendida como clase sino como individuos aislados (Heidegger planteaba que el verdadero filósofo era el campesino alemán); al mismo tiempo, el nazismo planteaba la “supremacía” de “lo físico” sobre “lo intelectual” (clara expresión de una ideología autoritaria que despreciaba el conocimiento y ensalzaba el “culto al cuerpo”, en este sentido, el nazismo puede ser considerado como un antecedente de los modelos estéticos vigentes en el neoliberalismo y el posmodernismo); asimismo, valuaba la acción sobre la reflexión[12], esto es, la práctica sin una reflexión “praxística” (Gramsci). Apreciaba la disciplina por sobre la crítica, el sometimiento a estructuras jerárquicas por sobre el libre albedrío, la obediencia por sobre la capacidad crítica y, fundamentalmente autocrítica.
La ideología nazi era lo que Herf denominó “Modernismo Reaccionario”[13], una combinación de elementos arcaicos y tradicionalistas junto con el culto a la tecnología y las más modernas teorías biologistas, en particular el darwinismo social. Esta explosiva combinación dio origen a la barbarie moderna cuyo mayor exponente será Auschwitz, un crimen de masas sin parangón en la historia humana realizado con “pudor y recato”, “humanitariamente”, sin “sanguineidad”; en suma, lo más “objetivamente” posible en un sistema industrial de exterminio de masas. Muchos de los eufemismos nazis fueron expresión directa de la ideología de Auschwitz; por ejemplo: los asesinatos pasan a ser “tratamientos especiales”; el exterminio del pueblo judío se torna en la “Solución Final al Problema Judío”, los deportados hacia su exterminio son “reasentados en el este”; los pogroms son “acciones”; los escuadrones de la muerte son “grupos de tareas”; las víctimas serán “trapos”, “muñecos”, “bloques de madera”, etc. Este lenguaje, como puede apreciarse, aliena, cosifica y genera una “falsa conciencia” desdramatizando los crímenes y creando una atmósfera de “normalidad” alrededor de los perpetradores, los que dejan de concebirse como criminales y pasan a verse como simples “trabajadores cumpliendo órdenes”.
La jerga nazi será un lenguaje cosificador, alienante que masificará y creará las condiciones, a partir del asalto nazi a la lengua germana, para el cumplimiento de su programa político, lanzarse a una guerra total, de exterminio contra el “peligro” judío. Se cohesionó a la derrotada nación alemana de posguerra, hambreada por la crisis económica de 1930 detrás de una cruzada para liberar al mundo de las “ambiciosas garras” del judío, este tipo de discurso creó las condiciones para crear su propia identidad a partir de la negación del carácter humano primero, más luego del derecho a la vida de los judíos.

 
“…En efecto, mediante esta permeabilización ideológica de la lengua se llega al punto máximo de intensidad en la distinción que, otra vez según Carl Schmitt, da sentido al concepto de lo político y que constituye el más fundamental de los múltiples factores que otorgan cohesión e identidad a todo grupo humano: la distinción amigo / enemigo. El judaísmo, como es bien sabido, fue convertido en la figura frente a la cual se cohesionó y definió su identidad la comunidad del Tercer Reich. Y lo hizo de tal modo que quedó del todo difuminada la frontera entre el llamado “Estado total” y el “Estado de guerra”.[14]
Los Nazis, maestros en propaganda, desarrollaron este lenguaje nuevo, eufemístico, como si existiera una alquimia mediante la cual por una simple acción nominal se quebrara la relación entre el concepto y la cosa; como si por el simple hecho de no nombrar la cosa, ésta se trastocara en otra sustancia.
Los Nazis se dedicaron a reinventar el idioma, transformándolo en lo que, como vimos arriba, Adorno denominó jerga, vaciando los discursos, las palabras, de sus contenidos reales. Transformando el discurso en palabra vacía.
“Precisar los términos excede lo meramente argumental, ya que hablamos de una lógica de segregación que no sólo mutó al exterminio radical y sistemático, sino que hizo del eufemismo un recurso fundamental: llegó a acuñar un término específico para ello, Sprachregelung, que en alemán significa utilización del idioma a los fines del régimen. Designa los recursos  lingüísticos que servían a la maquinaria del exterminio como lenguaje administrativo y como recurso de propaganda y ocultamiento, lo que permitía llevar a cabo las tareas de la matanza sin llamarlas por su nombre… Palabras y expresiones de significado neutro o generalmente positivo, servían como denominación para el terror y el exterminio…”[15]
Lenguaje jergático inaugurado por el nacionalsocialismo. En efecto, el Nazismo creó un lenguaje de eufemismos para metaforizar lo indecible, lo siniestro, presente en sus prácticas de exterminio. El asesinato se torna “tratamiento especial” y, por lo tanto, elude el problema de la muerte, el lenguaje se transfigura, las palabras tornadas jerga y, de esta forma, se virtualizan las prácticas históricas.

 

“Los alemanes nos tenían prohibido el uso de las palabras “cadáver” o “víctima”. Los muertos eran troncos de madera, mierda, cosas sin ninguna importancia. Cualquiera que usara las palabras “cadáver” o “víctima” era golpeado. Los alemanes nos obligaban utilizarlas palabras Figuren, esto es títeres, muñecos o asimismo Schmattes, que significa “harapos”para referirnos a los cuerpos.”[16]

 
Lenguaje elíptico elaborado para eludir la responsabilidad de nominar lo ignominioso. Se metaforiza el horror para volverse discursivamente nominable, al propio tiempo ese idioma eufemístico despersonalizaba a los sujetos asignándoles un número el que, a partir de ese momento reemplazaba a su nombre.
La jerga permitirá construir un neolenguaje banalizador del proceso de exterminio. Este lenguaje permitirá a los nazis  llevar a cabo su homicidio de masas y llamarlo las “páginas más gloriosas que jamás serán escritas” (Himmler). El efecto de esta banalización discursiva será la “naturalización” del exterminio del pueblo judío. Mediante la construcción de un lenguaje comunicacional “aséptico”, a través de la cosificación, de un discurso desubjetivador de sus víctimas, tornó más sencilla la tarea de montar una “industria” del exterminio sin que los perpetradores se autoperciban como asesinos genocidas. Tal vez el paradigma de esta mentalidad burocratizada y alienada, de esta conciencia enajenada pueda traducirse con la sentencia enunciada por Adolf Eichmann durante su juicio en Jerusalem: “Cien muertos es una tragedia, cien mil es estadística y nada más”; este discurso naturalizador del asesinato de masas es fruto de un largo proceso de cosificación discursiva y de desubjetivación de los judíos a los ojos de los nazis. Este discurso es la traducción a palabras de un largo proceso de banalización de la muerte que tuvo consenso popular y fue materializado lueg
La “manipulación discursiva” del nazismo es, tal vez, un muy buen ejemplo para entender la relación entre saber y poder (Foucault). Los nazis, en muy pocos años,  a través de su acción de propaganda, lograron “nazificar” la lengua alemana; esto es, fruto de su discurso delirante la realidad se fue modificando, “materializándose” una comunidad basada en la “Raza Aria” y que condenó a muerte (y ejecutó) a los judíos, a los que ni siquiera pudo salvar su alto grado de integración prefacto a la sociedad europea en general y alemana en particular; y esto se debió, justamente al carácter delirante e irracional, del discurso nazi. Ya que el lugar de “El Otro” en el lenguaje nacional-socialista es un “no-lugar”, es la negación de “lo humano” (sinónimo, éste, de la Raza Aria”), es el lugar de la “subhumanidad antropomorfa”; como dirá Agamben interpretando el pensamiento nazi: “Nuda Vida” (vida que no merece vivirse).
El eufemismo facilitará que la matanza se lleve a cabo sin que los perpetradores “sean” asesinos, serán “expertos” en “tratamiento especial”, esto reducirá (eliminará) las posibles inhibiciones morales pues ya no se mata, sino que se procesa. De allí la centralidad que adquiere el proceso de eufemización del idioma alemán implementado por los Nazis. Entonces de allí en mas MUERTE será TRATAMIENTO ESPECIAL, POGROM será ACCIÓN, EXTERMINIO TOTAL será SOLUCIÓN FINAL, etc. La jerga anulará las inhibiciones morales de los perpetradores ante sus víctimas debido a la cosificación despersonalizada que establecerá con relación a sus acciones.
 

“…jamás emplearon expresiones directas como ‘matar’, ‘liquidar’ y similares, sino que comenzaron a hablar de ‘solución final’ y siguieron empleando circunlocuciones tales como ‘reacomodo’, ‘instalación’, ‘disposición’ y otras no menos eufemísticas y neutras… Llegaron hasta la perfección semántica de prohibir usar el término ‘cadáver’; en su lugar, quienes operaban con los cuerpos deberían decir ‘figuras’ o ‘andrajos’, pero nunca ‘muerto’ ni similar, so pena de ser duramente castigados.”[17]

 
El desarrollo de esta jerga cumplió una importante función en el proceso de despersonalización de las víctimas, el lenguaje eufemístico, por ejemplo el denominar “tratamiento especial” al homicidio industrializado habría permitido llevar adelante el proceso de exterminio liberando a los perpetradores de la carga ideológico-lingüística de ser verdugos, pasaban a ser “engranajes” de una maquinaria industrial montada para dar “tratamientos especiales”. La muerte debía plasmarse mas no nominarse, era el horror innominable. El efecto era como si lo no nombrado no existía, un muerto dejaba de serlo solo por un juego del lenguaje[18].
“Eufemismo: uso de una palabra en lugar de otra, menos precisa pero más delicada; palabra o frase utilizadas en lugar de aquella que serían necesarias para significar la verdad. Es decir, lo que señala algo, ocultándolo. Sin embargo, en ese mismo ocultamiento lo define sin resto, puesto que lo señalado por el eufemismo no tiene posibilidad de deslizamiento, no remite a otra cosa: lo seleccionado como referente por el eufemismo es eso y no puede no serlo.”[19]
El discurso eufemístico desplegado por los Nazis estaba orientado hacia el facilitar la realización de lo que arriba denominábamos crímenes de obediencia. Los perpetradores no se autovisualizaban como criminales, al contrario, ellos se pensaban a si mismos como ciudadanos respetuosos de las leyes que participaban de una gran operación de limpieza racial y/o territorial con el objetivo de ocupar “espacio vital” para el desarrollo del pueblo ario y del Reich.

 
“El eufemismo es la consistencia de una puesta en abstracción: desanudar la palabra del cuerpo, lo cual requiere el trabajo minucioso, sostenido, y desapasionado de la creación de un universo. El eufemismo es el término de esa des-realización, lo que cierra ese universo de correspondencia. Borrada toda equivocidad, la lengua se convierte en un cementerio de palabras congeladas, un universo de ‘figuren’: este término, que significa ‘marionetas’ (y otros como schmattes -trapos- o stücken -piezas-) estaban obligados a usar bajo pena de muerte inmediata, los integrantes de los sonderkommando es decir, los ‘comandos especiales’ (grupos de prisioneros que ‘trabajaban’ en los campos en la remoción de los cadáveres, clasificación de pertenencias de los asesinados, limpieza y alimentación (combustible y cadáveres) de los hornos crematorios, etc. P.A.B.)…”[20]
La Shoá representará la presencia de lo innombrable en el pensamiento racional moderno. Será la presencia renegativa del pensamiento democrático-liberal (representación de la imposibilidad, de la inalcanzabilidad del programa del iluminismo acerca de la universalización de la libertad, la igualdad y la fraternidad). La Shoá será el hiato, la huella mnémica del propio origen del liberalismo, violencia negada y cosificada en el concepto “democracia” que se tornó horror ante el genocidio que enfrentó a la democracia liberal con su propia esencia. ¿Es posible representar lo siniestro?, ¿Es salvable la distancia entre la representación del horror y el horror mismo?. En este sentido, Adorno (se y nos) interroga sobre las condiciones del pensar y representar lo siniestro. ¿Cómo representar Auschwitz?, ¿Cómo metaforizar el horror, lo impronunciable?, ¿Cómo enunciar lo que la sociedad alemana no quiere (pero debe) representarse?, ¿Cómo recordar las presencias que no están, las ausencias que reifican el dolor en representaciones?.
Así como el bombardeo (Nazi-franquista) sobre la ciudad vasca de Guernica inaugurará la representación del horror del asesinato masivo de civiles por ¿primera vez? (ya había ocurrido el genocidio armenio a manos de los turcos en 1915); Auschwitz implicará el horror ante la imposibilidad de representación. Culpa colectiva ante la vista de las cámaras de gas y los hornos crematorios donde se gaseó y se quemó el proyecto filosófico de la modernidad.

 
 
Cómo evitar el encierro de la memoria en el Lager de la jerga del discurso negacionista, palabra vacía fascista que rescribe la historia desde la impunidad del olvido, desde la censura de la memoria. Redesaparición de los desaparecidos, gasificación de la memoria, reinvención de la historia, reivindicación de los asesinos de escritorio, entierro de las víctimas detrás de la metáfora enunciada por el revisionismo neonazi; neoliberalismo relativizador del genocidio el cual se metamorfosea en la victimización de los verdugos y la estigmatización de las víctimas; juego de palabras que vacía de contenido el discurso y lo transforma en mera representación, ya no de la cosa sino de la idea, representación de la representación.
 

Bibliografía

ADORNO, Theodor (1987): La Ideología Como Lenguaje, Barcelona: Editorial Taurus.
HERF, Jeffrey (1993): “El Modernismo Reaccionario”. Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica.
GOEBBELS, Joseph (1967): Diario, Barcelona: Ediciones G. P.
HITLER, Adolfo (S/D): Mi Lucha, Mar del Plata: Talleres Gráficos Alborada,
KLEMPERER, Víctor (2001): “LTI. La Lengua Del Tercer Reich”. Barcelona: Ed. Minúscula.
LOMBA, Pedro (2001): “Víctor Klemperer: LTI. La Lengua Del Tercer Reich”. Internet http://www.elvarapalo.com/argumentos/klemperer.html.
NUÑO, Juan (2000b): “La Banalidad Del Mal” en Revista Digital Venezuela Analítica http://www.analitica.com/biblioteca/juannuno/banalidad_del_mal.asp.
SNEH, Perla  y COSAKA, Juan Carlos (1999): “La Shoá En El Siglo. Del Lenguaje Del Exterminio Al Exterminio Del Discurso”. Buenos Aires: Xavier Bóveda Ediciones.
ZAÏDEL, Motke (1985) diálogo en la película Shoá de Claude Lanzmann, trascripto en inglés en Internet http://www.its.uidaho.edu/thomas/Holocaust/thomas/Shoá/figuren.rtf
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* Docente e Investigador de la Universidad de Buenos Aires, Profesor de la Fundación Memoria del Holocausto, Miembro de su Comisión de Cultura y colaborador permanente de Nuestra Memoria.
 

NOTAS

[1] Theodor Adorno en su libro “La Ideología Como Lenguaje” desarrolla el  concepto con relación al discurso del existencialismo, en particular a la filosofía de la autenticidad de Jaspers y Heidegger; proponemos su uso en relación con el discurso nazi pues creemos que este concepto es apropiado para tal propósito.
[2] ADORNO (1987). Págs. 12, 13 y 14.
[3] LOMBA (2001)
[4] Golpe de Estado
[5] Dialecto popular (por ejemplo el lunfardo en nuestro país).
[6] Se refiere a un libro del catedrático Víctor Klemperer sobre la base de una investigación clandestina realizada por este hombre, de origen judío en la Alemania Nazi y cuyo título es: “LTI. La Lengua Del Tercer Reich”.
[7] LOMBA (2001)
[8] HITLER (S/D) pág. 241.
[9] Me refiero al libro 1984 de George Orwell donde hay un “superministerio” que se encarga de la elaboración del “neolenguaje” y en el cual ya no la lengua, sino la realidad se construye y reconstruye permanentemente; la “fantasía” orwelliana se inspiró en la Unión Soviética estalinista, pero bien podría aplicarse a la Alemania nazi.
[10] GOEBBELS (1967), pág. 21
[11] LOMBA (2001).
[12] Juan D. Perón proponía un pensamiento similar cuando profirió su famosa sentencia (plagiada de la filosofía griega): “Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”.
[13] HERF (1993).
[14] LOMBA (2001)
[15] SNEH y COSAKA (1999). Pág. 36-37
[16] ZAÏDEL (1985)
[17] NUÑO (2000)
[18] La dictadura militar en nuestro país también utilizó este recurso al idioma, pero aquí los muertos eran “trasladados”, esto significaba asesinados en forma clandestina.
[19] SNEH y COSAKA (1999). Pág. 39
[20] SNEH y COSAKA (1999). Pág. 40

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