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El ejemplo de Rafa y Julión | Hugo Rangel

Por Hugo Rangel Vargas
@hrangel_v
La cultura del narco ha permeado por todos lados a la sociedad mexicana. Espacios de la vida de este país que creíamos, o que al menos parecían intocables, poco a poco han ido cayendo ante el poder del dinero y la capacidad de operación que proviene de esta actividad ilícita y ahora ha tocado el turno a un deportista y a un hombre de la farándula.
Acusados por el capo jalisciense, Raúl Flores Hernández, en una investigación que realiza el gobierno norteamericano; el futbolista Rafael Márquez y el cantante Julión Álvarez, tendrán que dar explicaciones sobre presuntas actividades financieras de lavado de dinero, mismas que también podrían costarle sanciones a otros personajes y empresas.
Muy a pesar de que el acusador podría tener una calidad moral cuestionable y de que se trata de averiguaciones que no han sido concluyentes aun, la sola delación abre una serie de especulaciones sobre los alcances de la influencia de la narcocultura en la vida pública del país.
El llamado “káiser mexicano”, un ejemplo de trayectoria deportiva limpia, un pundonoroso jugador de la selección mexicana que ha transitado con éxito en el futbol europeo, un michoacano que también emprende actividades caritativas; ahora tiene sus cuentas congeladas en el vecino país del norte.
La misma suerte corre el ex vocalista de la Banda MS, interprete de la famosa melodía “Afuera está lloviendo”, quien ha aparecido públicamente con el gobernador del estado de Chiapas y a quien Enrique Peña Nieto se refiriera como “un ejemplo para la juventud”. Ambos personajes que, por lo pronto, tienen cancelada su visa de acceso a Estados Unidos.
A no dudar, si se corrobora el señalamiento hecho por Flores Hernández ante el Departamento del Tesoro en contra de ambos personajes; resultaría inaudito que dos hombres cuya vida económica se encuentra resuelta por su trayectoria profesional, se vean inmiscuidos en actividades ilícitas.
En un país entreverado por una profunda crisis económica, que lanza a sus jóvenes al desempleo, que prioriza en sus presupuestos públicos el comCrbate punitivo a la inseguridad antes que la reconstrucción del tejido social a través de mayor educación u oportunidades de desarrollo, en el que la corrupción y la impunidad derivan en escándalos permanentes contra los que la opinión publica ya ha perdido la capacidad de asombro; el caso de Rafa y Julion podría ser un agregado marginal, pero no es así.
La exposición mediática de sus vidas, la tinta que ha corrido en reportajes, entrevistas, crónicas de espectáculos; las publicaciones en redes sociales, en revistas deportivas, de espectáculos y de corazón; los minutos destinados en horarios estelares en radio y televisión a cubrir los partidos de futbol y presentaciones en conciertos; han hecho de Márquez y Álvarez, en efecto, un ejemplo para muchos.
Hoy se muestran frente a la opinión publica que les descalifica, como el chivo expiatorio de una incapacidad estructural de la sociedad de combatir la ilegalidad, de premiarla con impunidad, de colocarla en el terreno de lo plausible, de hacerla el mal necesario para poder escalar de estatus o para resolver problemas. Sí, Rafa y Julion son un ejemplo, no porque signifiquen algo que haya que seguir, sino porque vuelven a exhibir la joroba, la lengua bífida, la cola retorcida y la piel cacariza de un monstruo llamado corrupción.
 

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