Por Víctor Tarruella
Uno de los debates teóricos más longevos de la izquierda reside en responder a la cuestión; ¿qué cosa sea el poder, y cómo enfrentarlo? Muchos filósofos y/o teóricos de la izquierda han dado respuesta a esta cuestión. Pero este texto se va a centrar en dos lecturas bastante particulares y a la vez contradictorias de la concepción de poder y de su consiguiente metodología para enfrentarlo; la visión de Michael Foucault y la del filósofo esloveno Slavoj Zizek.
El poder es percibido por Foucault como una red imbricada entre formas de opresión y expresiones transgresivas que actúan como contrapeso (concepto de resistencia foucaultiana) en cambio Slavoj Zizek, muy heredero de la obra de Jacques Lacan y de su propuesta del psicoanálisis, defiende que el poder se constituye a través de una fractura inherente que divide su edificio ontológico desde la raíz. Para éste cada institución o forma de gubernamentalidad ofrece también una superabundancia, un flujo de ilegalidad inseparable de la legalidad que actúa a modo de excedente obsceno. El poder genera siempre un plus que debe ser contenido policialmente.
Frente a la intuición foucaultiana según la cual a todo expresión de poder le corresponde una forma de resistencia Zizek apuesta por la versión lacaniana que nos permite poner en relación política y economía libidinal, de este modo la formula del filósofo esloveno para definir la encrucijada entre el poder opresor y sus replicas sería que a toda forma de poder le corresponde una forma de goce. Así pues, el poder según Zizek se separa de la concepción foucaultiana en la que hay una forma de poder enfrentada a otra (foucaultianas formas de resistencia Poder-Resistencia), sino que hay un poder atravesado desde su raíz, el poder presenta siempre un exceso, una manifestación obscena que debe controlar policialmente o mantener en secreto.
En “Primero como tragedia, después como farsa”, Zizek utiliza un ejemplo recurriendo a la película “Algunos hombres buenos” de 1992, donde se retrata la investigación de la muerte de un soldado a causa de una paliza propinada por sus propios compañeros, durante el juicio militar que se lleva a cabo en la película, descubrimos que en realidad las palizas habían sido permitidas e incluso alentadas por los oficiales en mando como parte de una secreta rutina de adoctrinamiento ideológico de la cual nadie habla abiertamente por un tácito pacto de silencio llamado código rojo, aquí tenemos el suplemento obsceno que viola abiertamente las leyes de la comunidad pero que es intrínsecamente necesario para representar las particularidades de la misma, esto es, una forma de transgresión de la ley que define el espíritu de la comunidad en el que esta ley es posible. El castigo hacia el soldado es consecuencia de que este había desenmascarado el paradójico nudo ético de la institución al no identificarse con las acciones ilícitas de algunos de sus compañeros, lo que en última instancia contravenía la oscura dualidad del ejercicio de poder institucional.
Zizek utiliza otros ejemplos, como las relaciones entre miembros de comunidades blancas en los estados del sur de Estados Unidos durante la década de los años 20 en que la ley permitía que los blancos cometieran varias infracciones menores como exceso de velocidad, retrasos al pagar las deudas… Pero se mostraba implacable cuando se faltaba a la forma de transgresión especifica que definía su espíritu comunitario, es decir, cuando alguien renegaba de las formas de violencia parainstitucional contra los negros, linchamientos nocturnos, etc
Así pues, el poder genera su propio exceso que debe aniquilar en una operación que ha de imitar aquello contra lo que lucha, es decir, repudia públicamente determinadas practicas no inscritas pero las abala subrepticiamente (transgresión inherente).
El concepto de transgresión inherente se adaptaría perfectamente al concepto foucaultiano de resistencia, una serie de practicas que rompen o que interfieren con los efectos de un determinado ejercicio de poder, la diferencia sustancial entre ambos autores estriba en que Foucault apuesta por estas formas de interrupción y contrapoder, mientras que Zizek afirma que las formas de transgresión inherente refuerzan el mismo poder ante el cual parecen enfrentarse, legitiman aquello mismo que repudian, constituyen una suerte de reverso en el que la ley se sostiene. Esto es, quemar coches policía legitima la actuación desenmascarada de poder por parte de la institución policial.
Lo que nos propone el mismo Zizek para superar este “atolladero” foucaultiano sería lo siguiente:
-Sobreidentificación: Para explicarnos este concepto Zizek nos habla en varias ocasiones del grupo Rammstein, un grupo que utiliza la iconografía nazi en sus conciertos. Zizek nos dice que la sobreidentificación de determinados símbolos y tics ideológicos del nazismo es capaz de revertir el potencial ideológico original, vaciarlo y apropiárselo para dar como resultado una forma de goce aséptica. Se trataría entonces de substraer a la iconografía nazi todo su potencial ideológico y llevarlo hasta un punto preideológico en donde solamente esta funcionando el goce en su pura dimensión prepolítica. Así pues, la forma más efectiva para alterar su funcionamiento regular, seria quedarse con el discurso oficial del poder y actuar como si aquello que promete fuera verdadero.
-Interrupción del circuito poder/resistencia: Para Zizek, como para Lacan, existe la oportunidad de que se de a lugar un “acto autentico”, un acontecimiento o evento que rompe la cadena causal que vinculaba al poder con sus formas de resistencia que surge de la nada y que actualiza de algún modo lo imposible configurando así retrocausalmente las condiciones que lo hicieron aparecer. Para Foucault en cambio no hay lugar para esta noción de acontecimiento. El ejemplo más claro de este acto autentico, o como dice Lacan, acto revolucionario autentico, me parece que es el 15 M, donde de la nada surge una rearticulación de todo el campo simbólico a través de un acto radical.
Probablemente la visión de Foucault acerca del poder y sus formas de resistencia es mas intuitiva y reduccionista que la apuesta de Zizek por el psicoanálisis que, qué duda cabe, nos abre una nueva ventana de posibilidades, pero a su vez, su complejidad me hace preguntarme: Sometiendo estas dos concepciones a su utilidad práctica, cuál de ellas seria mas eficaz?
Juzguen ustedes.
Vía https://latrivial.org/2973-2/