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#OPINIÓN // La carrera por el 24, el marketing y la memoria ciudadana

Por Rubén I. Pedraza Barrera

La intención ciudadana en un sistema democrático es depositar la confianza en individuo o partido, para que gobierne en representación de todos, intentando colocar a personas asertivas, que tengan una visión clara de los retos y el rumbo que se debe de tomar para poder superarlos, todo esto en el marco de un sistema democrático. Sin embargo, hoy vemos en aumento a actores políticos apostando por acciones que se ven bien en una publicación de redes sociales o en medios de comunicación y que no son más que actos o palabras huecas, sin una finalidad objetiva, simple publicidad a su propio nombre en búsqueda de la viralización, como si este hecho fuese la llave mágica que materializa las aspiraciones políticas futuras.

En la sociedad actual, denominada “de la información”, el acceso a diversas plataformas ha marcado la tendencia, no sólo en materia de convencionalismos sociales, hábitos de consumo y mercadeo de productos y servicios, sino también, en la incidencia que se tiene en los procesos electorales y sociales, los cuales han sido interpretados de manera incorrecta por parte de la clase política, toda vez que lo que la gente demanda de ellos, es mucho compromiso y trabajo, así como decisiones atinadas, que no necesariamente son las rimbombantes o dignas de un post en redes  sociales, tampoco los shows mediáticos que no generan absolutamente nada positivo y sólo dan muestra del desinterés por la ciudadanía, así como su distanciamiento abismal de las decisiones correctas.

En esta realidad, los consultores de marketing político se han convertido en los consejeros y en muchos casos, los reales tomadores de decisiones, que influyen o mandatan en el actuar de varios gobernantes, representantes populares y actores políticos; potestad que no es fruto de un ejercicio democrático, más bien se trata de la necesidad de hacerse notar por parte de improvisados personajes de la clase política, que prefieren atender el consejo orientado a lo mediático, que el oportuno consejo de personas y equipos con experiencia técnica y logística para gobernar o legislar, de manera adecuada, pertinente y con profundo compromiso con la ciudadanía, atendiendo las acusas de las problemáticas y no solo sus efectos.

Es lamentable ver en los medios y plataformas a diversos actores políticos, alejados de la objetividad y la realidad del momento, que se entercan en polemizar en temas irrelevantes o con falacias, para alcanzar el agrado de diversos sectores. La medida de sus palabras y objetividad es millones de veces inferior a la medida de los likes o la viralización alcanzada, que desgraciadamente en nada abona a la atención real de las diversas problemáticas o necesidades, que, a diario, los ciudadanos enfrentan, dejando en su lista de prioridades, esta ineludible atención, como algo terciario, poniendo por encima sus intereses políticos, electorales y económicos.

Lo anteriormente expuesto nos lleva por consiguiente a preguntarnos: ¿Cómo se toman las decisiones para gobernar o legislar?, ¿lo que vemos en las acciones y declaraciones de los gobernantes, legisladores y aspirantes a algún cargo, son producto de un profundo análisis y estudio de la situación? o simplemente, ¿lo que vemos es el resultado de la cómoda actitud de “quedar bien ante todos”, sin importar las consecuencias?, es decir, ¿qué tanta seguridad tenemos de que las decisiones se toman con base en una ruta bien sólida? o si en realidad, ¿la decisión la toma una consultoría en materia de marketing, cuyo interés únicamente es el percibir una ganancia con su actividad comercial?

Además de que el dinero no lo es todo, el último año de gobierno de Enrique Peña Nieto, se gastó un total de 10.7 mil millones de pesos para este rubro, muy por encima de los 3.5 mil millones que estaban aprobados. Sin embargo, el gasto de publicidad no es proporcional a la aprobación gubernamental, de ahí que los mensajes se vuelven inocuos, ya que el mismo presidente que dispuso de esa cantidad exorbitante fue el mismo que terminó en ese año con una aprobación de apenas el 24%, teniendo dentro de su periodo una caída de hasta 17% de aceptación social en su actuación frente al gobierno. Ni hablar del anterior gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, cuya popularidad fue a la baja, que tan solo en redes sociales como Facebook, fue el gobernador que más gasto en su página personal y que una parte de ese gasto fue realizado durante su campaña del “banquito verde”, en la cual pretendió incentivar que se anulara la elección del pasado 6 de junio, apareciendo a la fecha del 9 de noviembre de 2021, en la biblioteca de anuncios de Facebook, un gasto de más de 5 millones de pesos.

En un artículo del portal “El Economista”, denominado “Cómo Facebook Ayudó a Trump a Encontrar a sus Votantes”, se destaca como un par de científicos y la empresa Cambridge Analytica, desarrollaron un algoritmo para interpretar el perfil psicométrico de 50 millones de usuarios de Facebook en Estados Unidos, en este texto se lee: “Dicho de manera más simple, la campaña podía enviar mensajes, noticias e imágenes a través de Facebook y otras redes sociales que a la postre buscaban presionar los puntos correctos en un individuo que lo empujaría a la base de votantes de Trump”.

Si bien cierto que necesitamos políticos que sepan informar y que nos rindan a los ciudadanos cuentas claras de lo que se está haciendo y cómo se gastan o invierten los recursos, también es verdad que se deben de integrar equipos de comunicación muy dinámicos que difundan las acciones relevantes que los gobernantes realizan. No obstante, la sociedad debe ser más analítica sobre lo que dicen y hacen quienes están al frente de las decisiones trascendentales en la vida pública, sin perder de vista, el obligado balance y distinción entre una decisión acertada y atinada, en contraste de los dichos y justificaciones, que sólo sirven a los estériles intereses publicitarios personales, que, a final de cuentas, representan otro engaño a la inteligencia de la población.

En el proceso electoral de este año, nos encontramos con algunos lamentables personajes que a pesar de haber encabezado gobiernos opacos y que dejaron mucho que desear, fueron candidatos, algunos inclusive ganaron la elección y hoy los vemos al frente de gobiernos, haciendo exactamente lo mismo, utilizando el poder para beneficio personal y no para dar atención a las diversas problemáticas.

La carrera por el 2024 inicio al día siguiente de las elecciones del pasado 6 de junio, hoy y siempre, se debe exigir de los representantes populares o gobernantes, la pulcritud y coherencia en su actuar, un profundo sentido de planeación, pero, sobre todo, el ser consecuentes entre lo que se dice y lo que se hace. Las valentonerías de nada sirven, ni tampoco las declaraciones incendiarias que dividen. Son tiempos de cambio y para construir un buen futuro, debemos de valorar el dicho y el actuar de muchos, que seguramente pedirán el favor del voto ciudadano para alcanzar un cargo, pero esta vez, depositemos la confianza en los que, sin protagonismo, saben hacer las cosas y toman decisiones acertadas, en momentos clave y ante la necesidad del ciudadano.

Rubén I. Pedraza Barrera. Analista político, consultor, presidente de SEUS A.C. y activista ciudadano.




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